lunes, 21 de diciembre de 2009

viernes, 13 de noviembre de 2009

Epifanía

Su mente divaga de la misma forma que la radio de su celular en el metro. Por momentos la esquizofrénica lucha épica de las obras de Wagner y Mussorgsky estallaban en una soberbia experiencia sonora, entonces los olores, el calor, el sudor, y las caras feas que conformaban el rebaño del vagón desaparecían ante tal banda sonora. Pero cuando un redoble de timbales anunciaba el final de la batalla, una trombosis afectaba al transmisor retorciendo la frecuencia modulada hasta hacerla sangrar ruido a borbotones como si hubiese sido decapitada. En esos momentos de interferencia Héctor se deba cuenta quién era, dónde estaba, a donde iba y por qué. De pronto el huracán se calmó dando paso a un sobrio locutor anunciando las bondades del producto auspiciador. Héctor buscó en la banda hasta enganchar los estridentes gritos de Sandro. Una sonrisa se dibujó en su tibetana careta hasta que la canción finalizó, pues supo que a partir de ese instante ya no era el mismo. Eso.

Futuro

Nadie lo sabe con exactitud, pero la mayoría cree que la edad de Héctor bordea los 60 años, otros aseguran que es mucho más. Su piel dura refleja a un hombre que en su juventud debe haber sido todo un adonis y aunque sus ojos vidriosos revelen el desgaste de una dura vida, aun conserva un estado físico, envidiable incluso para los jóvenes, que lo congela como un hombre de cincuenta. Su cabeza se sostiene sobre un firme cuello revelando una aun poblada cabellera gris, por sus orejas, agrandas tras el paso del tiempo, se desliza unas sutiles patillas del siglo diecinueve que acarician sin pudor los marcados huesos de la quijada, dándole un aspecto rudo y familiar. Viste camisa a rallas, suéter kaki abierto, pantalón gris y mocasines marrón. Es como un adolescente adornado en ropa usada. De joven aprendió el oficio de electricista y a lo largo de su vida supo ser soldador, carpintero, mecánico, plomero y chofer. Tanto trabajo le dio a sus manos piel de tiburón, capaz de destapar una cerveza sin esfuerzo alguno o resistir el recalentado metal de la parrilla cuando esta se desploma durante algún asado con los empleados de la empresa. Jubilado ya, en momentos de ocio se escapa de sus hijos para cumplir con algún trabajito, Subido en la micro aguanta el embotellamiento jugando con el celular que le regalo su sobrina. Con una mano ejecuta el aparato y con la otra sostiene una lupa que no se desarma gracias una tonelada de huincha. Sus amigos le dicen que se compre unos lentes, pero Héctor sostiene que no hay nada más útil que una lupa, pues además le servirá para encender fuego cuando se valla de viaje, si es que logra juntar la suma necesaria con esos trabajitos que se consigue a escondidas de su doctor, de sus hijos, hermanos y gobierno. Héctor es un hombre de pocas palabras, observador, asertivo, quizás sabio, al menos así lo ven sus cercanos, sin embargo su nieta lo trata como igual, sabe, sin saberlo, que está confundido, que aun no decide qué hacer cuando sea grande, que tiene que madurar y por eso se va de viaje, por eso lo confió sus planes a su más pequeña heredera y ella guardó el secreto como si fuese un juego. Héctor está decidido, se lo debe a su difunta esposa, se lo debe a si mismo. Después de tantos años aún intenta imaginarse en vano como seria su vida siendo viejo.

miércoles, 11 de noviembre de 2009

Mil Caras

Cuando vemos a un actor o actriz en escena, ya sea en teatro o cine, hay un factor que determina su éxito más allá del talento que posea o su canon de belleza. Es la fotogenia, la relación entre un rostro y la luz, la forma en que los espectros de colores rodean y acarician la mandíbula, la cuenca de los ojos, el pelo, la frente y la nariz. Aquel rostro baila con la luz revelando mil caras, cada una más bella e interesante que la anterior, sobresale la forma de los huesos mostrando su perfecto diseño armonioso. En un plano cerrado se puede percibir la textura de la piel, aquel ripioso paño que queremos tocar, mucho más interesante que cualquier tela inmaculada. Podemos apreciar en un detalle la irregularidad de los labios, la prominencia de las cejas, la alegría de las orejas y la soberbia presencia de la nariz. Los focos hacen el amor con el rostro pariendo un ser perfecto e infinito.

jueves, 29 de octubre de 2009

Matices

Me levanté temprano en la mañana, me preparé una leche con nesquick y me duché durante 10 minutos. Me levanté alrededor de las 5 de la tarde, tenía mucha sed, bebí un litro de agua y me tiré a la piscina. Después agarré la bici y me fui al taller, encuaderné 4 libros, almorcé comida china, me fumé un tabaco, fui a una chopería con el Alejo, comimos chorrillanas y llegué a mi casa las 10 de la noche. Después encendí el computador, escuché música y vi un par de peliculas. Me llamaron por teléfono, agarré la bici, compré una promo y me fui a la casa del Tita. A las 3 de la mañana ¿me voy o me quedo?

Me levanté cuando el sol se hizo insoportable, me compré unas frutas y salí a caminar. Pasé de largo, me comí un cono de papas fritas y caminé de regreso a la carpa para intentar dormir a pesar del sol. Encontré un pozón de agua cristalina y me bañé desnudo, luego escribí un rato y al atardecer volví al camping. Me desperté al atardecer y desayuné una empanada. Desarmé la carpa, ordené mi mochila y me fui al terminal de buses. Desarmé la carpa, ordené mi mochila y me fui al terminal de buses. Me senté junto a la ventana, cerré los ojos y los abrí en un camino de tierra, solo quedaban un par de personas en el bus. Me senté junto a la ventana, cerré los ojos y los abrí en Santiago. Me bajé y comencé a caminar, tomé un bote, luego seguí caminando, después saqué mi libreta y escribí un rato. Me bajé, tomé el metro, luego una micro, llegué a mi casa, me comí un pan con queso y encendí el computador.

domingo, 25 de octubre de 2009

¿Dónde?

Cuando era chico me preguntaba a dónde van a parar las cosas perdidas. Algunos años después intentaba descubrir dónde iba la gente cuando desparecía. Ahora, cada vez que llego a mi casa, reviso debajo de la cama y atrás del sillón con la esperanza de encontrar todo lo que se me ha caido del bolsillo o si aparece algún amigo de esos que ya no me llaman.

Apátrida

Cuando llegué a Santiago no entendía nada. No sabía por qué el cielo era gris, no podía descifrar el lenguaje de la calle, no entendía por que le decían completo al hot dog y tampoco podía comerlo. Cuando llegué a Santiago no entendía eso de ir al colegio en una liebre, no podía descubrir por qué las teleseries estaban en guerra y no entendía por qué la gente se llamaba Parraguez, Aguirre o Soto. Cuando llegué a Santiago no entendía por qué todo era tan diferente e igual. Cuando me fui de Santiago no entendía por qué me estaba yendo.

Novela

La vi subirse a la micro con un libro en la mano. Iba parada entre la gente leyendo. Por momentos levantaba la cabeza y parecía mirarme unos segundos, luego volvía a concentrarse en su lectura. La micro se detuvo en Tobalaba y ella se bajó. La vi introducirse en el metro y noté que ya no llevaba el libro en sus manos. Me di vuelta y descubrí que el libro estaba junto a mi, en el asiento que daba al pasillo. Lo hojee y vi que las páginas estaban en blanco. La micro partió y no pude dejar de leer.

viernes, 9 de octubre de 2009

Sofía (3)

Domingo 30 de agosto

¿Que sentirá un adorno? Esos que acomulan polvo en la casa de mi abuela, o la colección de gatos de madera que se asomaban en la ventana del depto de Daniel.
Yo creo que son como un niño castigado, una vieja con alzaimer, una nana puertas adentro, un adolecente inválido, una dueña de casa maltratada. Todos miran por la ventana anhelando la libertad.
Así me sentía yo en el internado. Lo que es no tener papás. Tenía el chanchito lleno de monedas y no podía usarlo... ¿dónde podía gastar esas monedas en el liceo de niñas?
En cambio ahora me quedan tres lucas y puedo ir a donde quiera. Hay que hacerlo nomas, tengo que encontrar a esa mina. Cuando era chica tres mil era mucho... ¿podrá ser mucho ahora?
No quiero vender mi cámara

miércoles, 7 de octubre de 2009

Sofía (2)

Sábado 29 de agosto

Me desperté cagada de sueño, con caña y con una cara del terror, mientras me duchaba me acordé de lo que había soñado. Igual no me acuerdo todo, como que siempre se me olvidan partes, es que los sueños son muy difusos: 
Estaba en mi casa a punto de salir al colegio y no encontraba mi bufanda, la busqué por todas partes y no aparecía. Hice el medio escándalo, le eché la foca a mi vieja y estuve a punto de no ir, pero me obligaron. Me subí a la liebre y en el asiento de adelante había una niña igual a mi con la bufanda. Yo le tiraba la bufanda y la niña desaparecía. Es todo lo que me acuerdo.

Sofía

Viernes 28 de junio

Anoche antes de acostarme revisé las fotos de  la fiesta en Combarbalá. En una estaba Don José  y sus  señora junto a la parrilla y me di cuenta que en una esquina del encuadre había una mujer que no vi durante la noche. Le di zoom a la foto todo lo que aguanta y ahí caché que esa loca ¡es igual a mi! Y la  la weona estaba sacándole una foto a la misma pareja. No era yo, es imposible que me haya reflejado en ningún lugar. Que raro, incluso se vestía como yo, o sea con un estilo parecido pero era otra ropa.

Apenas pude dormir pensando que ella podría ser mi hermana gemela. ¡Qué brígido pensar que mis padres me lo hayan ocultado toda mi vida! Y lo qué es peor ya no puedo exigirles una explicación. O tal  vez hay moldes limitados que fabrican personas y justo la que es igual a mi vive por acá. Eso me asusta más, pero igual tengo que saber quién es, como es su vida, que le gusta hacer, si le gustan los mismos cigarro que a mi y todo eso. ¿O es coincidencia? Pero lo más raro de todo es que a nadie le haya  llamado la atención que hubiesen 2 personas iguales, por ultimo me la podrían haber presentado. Esta wea es muy rara, tengo que cachar que onda.

lunes, 21 de septiembre de 2009

Fonda

No se cuantas horas llevaba caminando, arrastrando los pies por el desierto más seco del mundo. El sol del norte erosionaba mi piel y ya no había más saliva que tragar. Eso de los espejismos es mentira, daría lo que fuera por ver un oasis, aunque fuese pura mentira, ni siquiera serpientes venenosas hay por aquí. Entones levanté la mirada y el Inti atravesó mi cerebro dejándome en animación suspendida. Un sutil levantamiento de arena trajo el murmullo de tambores y bajas frecuencias. Distinguí bombo, platillos y tuba. Al poco rato apareció una caja, trompetas y trombones. Un demonio pasó a mi lado seguido de un contingente de bailarinas y la orquesta de bronces develando la diablada en su máxima expresión. El murmullo pagano se alejó con un segundo remolino de arena y yo caí rendido en el pasto. En el escenario de al lado comenzaba un concurso de cueca y el Tita me ofrecía mote con huesillo.

jueves, 10 de septiembre de 2009

Leitmotiv

Ayer llovió y la mañana se alza espectacularmente azul fría, aun hay lagunas por todas partes y algunos se resisten al optimismo cargando botas y paraguas. Envuelto en guantes de cuero, gorro de lana y bufanda salgo a la calle rompiendo el viento con una bicicleta de ruedas delgadas. Sin espejo retrovisor el oído es el mejor aliado del ciclista, mas hoy es momento de irresponsabilidad, de mis orejas cuelgo audífonos conectados al celular, traduciendo en vibración acústica la onda electromagnética de 96,5 megahertz de la frecuencia modulada donde Radio Beethoven transmite una de esas impresionantes tonadas épicas de Richard Wagner.
Unos violines chillones y asesinos me llegan como la primera cachetada de brisa helada seguidos del retumbar de timbales al cunetearme, perder un poco el equilibro y pasar rebotando sobre el pavimento en mal estado. Las flautas anuncian la tranquilidad al retomar el control en la calle y el resto de los instrumentos se unen al llegar a la primera avenida, haciendo armonía junto al semáforo y los bocinazos. A lo lejos diviso el inicio de la ciclovía, la alcanzo al compás de un redoble de tambores y trompetas olímpicas: se inicia la maratón. Compite un oficinista en casco, luces y alforjas, una pelirroja de guantes chilotes, pantalón manchado de pintura y mochila llena de quién sabe qué, y yo.
El pánfilo toma la delantera seguido de la colorina, que buen trasero tiene, yo la sigo saboreando su culo y ahorrando energías. La música se enrarece justo cuando un semáforo me separa de la punta y una vieja en jeep me atrasa aun más. Frena, frena, ¡freeeeeeeeeeeeeenaaaaaa! Vieja culiá. De nuevo en la pista, recta final y a recuperar lo que me pertenece. Los instrumentos se entremezclan formando una metralla sonora, la ráfaga de balas cae a mis lados y yo pedaleo cada vez con mas fuerzas hasta que llegando a Pedro de Valdivia, justo cruzando la calle, atravieso el tiempo y el espacio dejando al pastel y a a la pelirroja en medio de una ráfaga desconcertante. Muerdan el polvo, perdedores. El ñoño del casco parecía no entender, la mina ya había entrado de lleno en el juego y e inició una brutal descarga de energía para alcanzarme, pero el destino nos junta y nos separa. La colorina sigue de largo por la ciclovía a una velocidad supersónica mientras yo doblo a la derecha y sigo lento pero triunfante por la vereda, esquivando los últimos obstáculos: peatones distraidos, tímidas universitarias mirando cómo sus pies caminan, viejas que se paran a recordar lo que han olvidado, perros inescrupulosos, y una madre soltera llevando a su hijo al jardín, un  móvil zigzagueante de trayectoria errática y fugaz, objeto furioso y fragil ta tá tarara ta tá tarará y en ultimo compás de la sinfonía un ta ta ta tá splash justo cuando el niño salta sobre un charco, apenas lo esquivo y su madre lo castiga con cachetazos al son del tan tin poooooom final. La rebverberancia de los instrumentos extinguiéndose y yo sigo avanzando sin pedalear, sólo con lo que queda de impulso. Toco el timbre y el locutor anuncia una nueva obra mientras me quito los audífonos.
Gané.

martes, 8 de septiembre de 2009

El Abrazo

Hasta Maipú no es tanto si la micro fuese más rápido. Yo estaba nervioso, nunca había ido a Maipú, sentía ese hormigueo característico que te invade al entrar a una zona desconocida, no es como ir de vacaciones a otro país. Maipú figuraba en mi memoria como una zona lejana, pobre, con otros códigos, más peligros; no formaba parte de mi Santiago. Disculpe señora ¿La 401 llega a Maipú?
No podía estar más equivocado, en la micro vi caras que me calmaron, escolares cansados, trabajadores destruidos, señoras gastadas. Era gente, como yo. No como yo, pero de mi especie, buenos. Entonces me acomodé junto a la ventana en la mitad de la micro viendo como una inmensa fila de pasajeros ingresaba al vehículo como si asistieran al estreno de taquilla. Nadie se sentó a mi lado. La micro partió y pensé en leer, pero descarté la idea pues debía estar atento, mirar las calles, apreciar el paisaje, prestar atención a cada detalle para asegurarme que voy directo hacia donde nunca he estado. Señora, ¿qué calle es esta? Todavía falta.
La pista que Julia me dejó era bastante clara, aunque siempre hay lugar para dudas: dos hermanos se abrazan bajo el cohete espacial donde descansa su madre. Dos hermanos se abrazan, yo nunca abrazo a mis hermanos, nunca hay lugar para demostraciones de cariño entre nosotros, es como una alergia mortal, pero los quiero.
Julia no es religiosa, pero siente una profundo respeto hacia el hombre que dedica su vida a la obra de Dios. El templo Votivo de Maipú se alzaba imponente apuntando hacia el cielo cual torre de babel, esperando la cuenta regresiva para lanzar el cohete con feligreses y todo hacia la casa de dios en la luna. Como aquel maravilloso capítulo de los pitufos.
Sentí el viento en mi cara mientras la micro aun se movía, de las viejas pues las nuevas parten solo con las puertas cerradas. ¡Gracias! Vi al chofer asentir por el espejo retrovisor y comencé a correr antes de tocar el suelo, de lo contrario me hubiese sacado la cresta aunque la micro avanzara a solo 5 o 10 kilómetros por hora.
En el sector vi vendedores ambulantes de todo tipo y me acordé de la película de Zefirelli cuando Jesús hace mierda todos los puestos de ventas con un gran mazo, alegando que el templo de Dios no es un mercado. ¡Qué escena, la cagó!
Crucé el umbral y vi a Julia con un pañuelo en la cabeza, haciendo como que rezaba el rosario, sentada en una de las filas de al medio. Me acerqué sigiloso, procurando no perturbarla. A los pocos centímetros me detectó pero siguió hablando con dios. Le susurré no se qué frase en latín y ella escupió una leve carcajada. Cuando los ecos de su herejía se extinguieron me tomo del brazo y me hizo un tour por el templo hasta llegar al confesionario. Luego de media hora nos arreglamos la ropa, nos peinamos y nos fuimos. La misión a la luna había sido todo un éxito.

Rin del Angelito

Estábamos construyendo un ataúd con la madera de los cajones de la pieza de atrás.
A Juan se le ocurrió que fuese vertical, Coki propuso ponerle rueditas y yo dije que la parte superior debía ser de cristal. Pasó el día mientras llovía y al atardecer se despejó. i mamá estaba nerviosa por sonido del serrucho y la suciedad del aserrín. Mi papa se paseaba dando consejos de carpintería y Mariana tocaba la guitarra encerrada en su pieza mientras Coty ladraba sin parar. Escuchamos la discografía de Charly hasta terminar la obra cerca de las once de la noche. Coki pasó la aspiradora mientras Juan ordenaba las herramientas. Yo entré a mi pieza y vi a Violeta Parra en un sucio catre blanco, me preguntó si el ataúd estaba listo, le dije que si e inmediátamente se murió. Debajo de la cama salieron sus hijas cantando y tirando flores.
Desperté recordando a Nando, que ayer fue operado. En la ducha pensé que quizás el ataúd era para mi.
Qué brillante idea, vertical y con tapa de cristal, para ver sólo el magnífico peinado.

martes, 1 de septiembre de 2009

Ciclovía

Me fui a la casa del Pocho intentando escapar de las preguntas, de los silencios, del microondas, del televisor y de la familia. Ahi me piscolie y bailé medio borracho sin darme cuenta del amorfo movimiento de mis pies: hombro, pierna, ya tu sabes, hombro, pierna ya tu sabes, vuelta, vuelta, pecho, cintura colita, pecho cintura ya tu sabes. Humo hasta reventar y el Pocho se rajó con unos sanguches. Noche perfecta y sábado de mierda. Sábado sagrado. Me levanté temprano y desayuné ligero. Ducha de veinte minutos y a pedalear por Pocuro hasta el taller. Sol de invierno helado, la gente trotaba, paseaba a sus perros, fumaba, jugaba, yo iba al trabajo, al verdadero. Podría hacer esto todos los días.La ciclovía se desvía por Antonio varas, luego se introduce por Puyehue revelando el precioso barrio donde algundíanunca me gustaria vivir, casas de los años cincuenta hacia atrás, almacenes de barrios, mueblerías, talleres mecánicos, gente diversa, gatos, palomas, tordos y perros. Luego hasta Condell y entré.

lunes, 31 de agosto de 2009

Las Trampas de Morfeo

A veces sueño que estoy enmorado. Me despierto feliz, como después de un buen carrete. Ya en la ducha me voy dando cuenta que fué una pesadilla.

jueves, 27 de agosto de 2009

Te cuento que

Después de 3 semanas leyendo el Libro de Manuel en la micro por fin recuperé mi bicicleta. La fui a buscar a la casa del Feco que vive en una casita fea y linda en la calle Paqueta. El calorcito de la noche pre-primaveral me permitió pedalear con los pantalones arremangados y sandalias. Mediando el trayecto me sentí como en un tanque a pedales, la puta madre se me pinchó la rueda, no, si son tres semanas sin la cleta, obvio que me canso y sentí una lija en la garganta, no se si de tanto fumar un tabaco alemán marca "Pepe" rauchen kann zu durchblutungsstörungen führen und verursacht impotenz o si, sí, es el tabaco.
El otoño gris catapulta un existencialismo sombrío pero acogedor, en cambio el fin de agosto, el cielo azul, la noche tibia, la velocidad de la bicicleta y los ahorros para el verano despiertan al verdadero orangután que llevo dentro. No hay nada como vivir en la selva.

miércoles, 19 de agosto de 2009

El almacenero

La 401 llegó a mi parada justo cuando estaba en el último párrafo del capítulo, puedo terminarlo después y empezar a caminar por Pedro de Valdivia, convirtiendo los adoquines rebeldes en un paseo por la galería de mis pensamientos. Ya sabía lo que iba a ver, qué sucedería, qué paisaje se me presentarían y qué actores protagonizarían la escena esperando recibir telepáticamente mi libreto. El lustrabotas lamía el viejo zapato de un viejo barbón que leía quien sabe que panfleto marxista. Semáforo en rojo y un piño de peatones retaba la suerte cruzando Providencia antes de brillar la verde. Los empleados del Shop Dog sacaban las mesas a la calle y las decoraban con manteles rojos, intentando, ante la mirada de una fumadora viejita que ya se había sentado, dar un toque de café literario a su servicio de comida chatarra. En el Starbucks una fila de abogados, arquitectos, oficinistas y estudiantes de periodismo esperaban su desayuno mientras un empleado subía una escalera que venía del subsuelo anudandose el delantal verde. Yo no podría efectuar semejante operación con éxito inmediato, aquel cafetero dominaba su trabajo. El Pollo Valdivia, cerrado como de costumbre, ese polloconpapasfritas que debería devorar algún día de estos. Cruzando 11 de Septiembre, qué nombre para una calle ¿no?, el rebaño humano se introducía en el corral del paradero mediante la guía de pastores contratados por el Ministerio de Transporte y Telecomunicaciones. No voy a tomar una segunda micro si tengo que caminar menos de un kilómetro. En esa misma vereda un carrito blanco mostraba juguitos en caja y sánguches envueltos en nylon mientras el vendedor extraía del interior del carrito un hueso de chancho con algo de carne y mucha grasa colgando, le sacaba una tajada y le preparaba otro pan a una universitaria gordita con ese delicioso sabor a calle sucia, aunque yo prefiero las sopaipillas. Que profesiones ¿no? Chef Callejero, Doctorado en Cafeína, Técnico en Betún para Zapatos, Ingeniero en Transportes, eso no se estudia en la Universidad de las Ciencias de la Informática de la vereda de en frente, la casa del futuro desempleo humano. Pero yo con empleo, reflejando esa cara, como la de un niño que tiene ganas de hacer caca y no tiene ningún baño cerca; esa expresión que mezcla el dolor intestinal con la certeza de que tarde o temprano efectivamente se hará caca en los pantalones. Y que empleo empleo ¿no?, rutina que me engorda y mata. Podría pedir asilo político en la Embajada del Uruguay, irme a Montevideo y empezar una nueva vida, o refugiarme en el consulado Chino, ir al oriente donde, dicen, está el futuro. Que curioso ¿no? La República Oriental del Uruguay y la China frente a frente, pero ¿por qué no tiene brazos esa estatua? Es Galvarino. Más bien debería representar a un guerrero charrúa y no mapuche. Charrúa, uruguayo, me gustan esas palabras, suenan a otro significado. Peruano se me hace como cuello, Uruguay es sombrero y oligarquía suena camisa grande. Debería escribir un diccionario y hacer clases en el colegio de las Monjas Argentinas, podría engancharme con alguna alumna o una Sister y luego ser expulsado por la Madre Superiora. Y el quiosquero ¿le venderá cigarros a las alumnas? No tiene pinta de quiosquero, quizás heredó el oficio de su madre, esa que a veces me atiende con mala onda, mal olor y falsas cejas mal dibujadas. Que aburrimiento ¿no? Fumar, contar el vuelto, leer el diario, contar el vuelto, comprar un cafecito en el negocio de al lado, contar el vuelto, cerrar el quiosco y contar las ganancias. Sí, yo podría ser quiosquero, o almacenero en un pueblo chico y abastecer de tallarines, conservas, jabón en polvo, devedés vírgenes, pilas, vino, fiambre, ollas, pelotas de futbol, pistolas de juguetes, joyas baratas, cartulina y la revista del mes pasado a toda la comunidad de Cochamó, lejos del palacio de la municipalidad, que lindo barrio ¿no?, con esas casa antiguas, aquel edificio rosado de la esquina, calle Mar del Plata, una vez estuve en Mar del Plata y no se si me gustó, casa 1966, timbre, ensayar cara de productividad y a trabajar.

domingo, 9 de agosto de 2009

Combustión Lenta

Narvaez me llamó a las nueve y media de la mañana adelantándose a mis pretensiones de despertar a las once.
-Hermanito, no me dejaste el disco duro en mi escritorio, lo necesito antes de las doce -explica Narvaez con una tranquilidad preocupante.
Una ducha de miserables cinco minutos, un desayuno a medio tragar y antes de abrir los ojos ya me encontraba mal encajado en la micro, compartiendo viaje con otros ridículos madrugadores. Ayer fue viernes, curanto monumental, choritos, almejas, machas, longaniza, papas, chuletas, congrio, y una buena variedad de pisco, ron y vino en la casa del Enano. Si le hubiese dejado el disco duro a Narvaez el mismo viernes en la tarde, ahora recordaría con más satisfacción lo bebido en la noche.
A penas me mantenía erguido en el asiento, gases y ácidos intentaban abrirse camino por el esófago y los destellos del sol me taladraban el lóbulo frontal. Acto seguido llegar a la productora, guardar el disco duro en su caja, tomar un taxi, ir al estudio y hola ¿Narvaez está por ahí? toma, te traje la claqueta también. Ante una pared pintada de verde radioactivo se alzaba una escenografía que emulaba la entrada de una casa. Un actor interpretaba a Tarzán sosteniendo una taza de azúcar. La maquilladora le lijaba el rostro, la vestuarista le revolvía el taparrabo y el Director daba vueltas nervioso. El Nacho me dio un cigarrito y me escape del set para fumar. El cielo estaba preciosamente azul, puro, lejos de aquella química pared verde. Misión cumplida, chau Nacho, me voy, pásalo bien. Nada más tenia que hacer ahí. Caminé hasta la calle Chile España, tomé la 212, me bajé en Providencia, fui hasta la estación de metro Los Leones y mientras sacaba mi billetera para recargar mi tarjeta bip localicé una tabaquería junto a la escalera, donde comenzaba la galería de negocios de la estación. Me agache para ver los prductos en la parte inferior de la vitrina. ¿Por qué el tabaco está tan escondido? Paquetes de dos a diez mil pesos. Hoy en día es difícil encontrar una tabaquería que venda tabaco. Entonces, entre el Aconcagua extra fino y el Drum, localicé un humilde paquete de Cuatro Leguas, el mismo que había comprado el verano anterior en El Bolsón por solo cinco pesos argentinos. ¿Cuánto sale el Cuatro Leguas? Ese que está a ahí, no, el otro, el Cuatro Leguas, no, el que está al lado del Drum, el azul, si, ése es el Drum, el que está al lado de ese, ése mismo. Puta la hueona tonta, no cacha nada de lo que me esta vendiendo. Tres mil seiscientos. Me lo llevo ¡ah! y unos papelillos.

El despertador del celular sonó cuando la micro pasaba por el Apumanque, ya eran las once y recién me debería estar levantando, pero la satisfacción del madrugador es inexplicable; me hice la idea de que estaba aprovechando el día, aunque por otro lado sabía que me estaba levantando temprano sólo porque se me olvidó dejarle el disco duro a Narvaez para que guarde el material de cámara del spot publicitario de azúcar, sabía que había dormido solamente tres horas por irresponsable. Pero ya no me importaba, tenía una bolsita con tabaco y papelillos: máquina del tiempo. El acto de fumar se torna sagrado cuando es uno quien arma el cigarrillo, pues requiere tiempo y precisión, contacto directo con la materialidad, es uno quien controla el proceso de producción, y así ya no se fuma por adición, ya no le doy mi sueldo a la British American Tobacco, se paraliza el tiempo, papelillo con goma natural de combustión lenta. No se traga el humo, no tengo la a obligación de fumar un cigarro fugaz que se consume incluso con el oxígeno a su alrededor, el puchito armado te espera, se apaga si no es fumado, se deja respirar como si fuese aire puro, combustión lenta, tiempo y precisión, contacto directo con la materialidad. Me llamó el Alejo para ir al taller, sábado día del taller. Los libros se deben hacer con cola fría, demora más en secarse pero queda mejor. Hay que tener paciencia para encuadernar, Santi. Tiempo y precisión, contacto directo con la materialidad, combustión lenta, aire puro, nada de pantallas verdes.

martes, 4 de agosto de 2009

Trayectoria

Vueltas, muchas vueltas, no se cuantas. Solía ver a ese hombre dar vueltas por la manzana al menos tres veces durante distintos momentos del día, arrastrando enérgicamente unos pesados zapatos negros, con los puños apretados sobresaliendo de una gastada chaqueta de cotelé, murmurando quién sabe qué fantasías mediante las sutiles modulaciones de su boca mal afeitada que se dejaba ver a través de la rubia cabellera desordenada que al andar rozaba los hombros. Caminaba por la Avenida Macul, luego viraba a la izquierda por Los Espinos hasta la calle Poconchile donde, sin disminuir su paso, seguía hasta la Avenida Rodrigo De Araya, luego subiendo por ésta para volver a introducirse por Macul y empezar un nuevo ciclo.
Todos los días lo mismo. Cuando Llovía se envolvía en una capa tan barata como una bolsa de basura negra y en los días de verano su ruta se mantenía inalterable sin dejar de lucir su desordenada vestimenta, retando al insoportable calor.
Había escuchado que aquel hombre era un asesino y caminaba todo el día para disolver sus deseos de matar. Me enteré también que se trataba de un poeta que llevaba diez años sin poder escribir y escuché decir a un kioskero que este señor había perdido a toda su familia en un accidente que él mismo provocó. Pero la mayoría de las personas creían que se trataba de un loco más, de esos inofensivos que no tienen cura, de esos que nunca se podrá descubrir lo que trama su cerebro. Yo intentaba imaginar su nombre, trataba de adivinar hasta cuando podía caminar. Tal vez su rutina lo dotó de una salud enividiable o quizás el dar tantas vueltas lo envejeció más de la cuenta.

Fue un día espantosamente caluroso, de esos que no dejan espacio ni para las sombras. Al mediodía ya no tenía nada más que hacer, entonces salí de la Escuela de Cine dispuesto a tomarme unas cervezas con Josefo. Crucé el patio delantero mirando mis zapatillas nuevas y al atravezar la reja de entrada un veloz bulto rozó mi mochila. Con un brusco movimiento me di vuelta y vi alejrse la espalda del loco. Aquel roce sacudió mis neuronas y cambió trayectoria. Decidi seguirlo manteniendo distancia para que no notara mi presencia pero sin perderlo de vista. Perseguí su pista por alrededor de una hora. El del restorán chino se dió cuenta de lo que estaba haciendo y en cada vuelta me lanzaba una mirada de desprecio, en cambio, un horrible perro de cuerpo hancho y patas cortas se unió a mi travesía, meando en cada árbol y oloroseando el trasero de cada ser vivo que desfilaba por la vereda. El loco llevaba un ritmo imposible seguir, debo dejar de fumar, pensé, andar en bicicleta no es tan efectivo como salir a trotar. De pronto el quiltro cruzó mirada con un desaliñado pastor alemán y por motivos que nunca entenderé se armó la típica trifulca canina. Gruñidos y ladridos infernales, sutiles mordidas en le cuello, ojos llorosos de rabia y pelos erizados. Todos quienes por allí pasaban se detuvieron a contemplar el espectáculo con placer y temor, hasta que un vendedor ambulante gesticuló quién sabe qué vocablos en un lenguage perro-humanoide y mediante un par de patadas hizo que el pastor saliera corriendo cruzando la avenida Rodrigo de Araya, ganándose, mediante bocinazos e insultos, el odio de los conductores frenando bruzcamente. El quiltro se refugió junto al vendedor en un paradero. Al volver a fijar la vista en mi trayecto noté que el loco no estaba, miré a mi alrededor y no había señales de su paso. Segui caminando, esta vez más rapido, con la esperanza de alcanzarlo a la vuelta de la esquina. Luego de un par de ciclos me rendí. Caminé al paradero en Macul y esperé por casi 45 minutos la 670. Mientras fumaba la vi pasar chorreando gente por todas sus compuertas, entonces decidí caminar a casa.
Arrastrando los pies, pensando en las vacaciones, en los estudios y en ella, llegué a mi hogar sin recordar las andanzas del loco.

Desperté a eso de las 9 de la mañana perturbado por un sueño que no pude recordar. Me tomé una leche con nesquick y salí con la almohada aun en mi cara. Cerré el portón, levanté la mirada y ahí estaba el loco, con su nariz a sólo 5 centímetros de mi frente, gesticulando mudos mantras, parpadeando epilépticamente, vibrando las venas de su frente e irradiando una ira que parecía no poder contener más. Bajé la mirada y sus puños rojos parecían adquirir las proporciones de un guante de box. Me pareció que quería decir algo, sutiles sonidos intentaban tomar forma, entonces un profundo miedo me invadió y eché a correr, me subí a cualquier micro y me quedé ahí, sentado en el fondo, esperando a que mis pulsaciones retomaran su ritmo natural mientras la micro completaba su recorrido ida y vuelta hasta el anochecer.

El loco me va a matar, el loco sabe donde vivo, el loco me va a matar. Al cabo de una semana el miedo se extinguió y también la huella del loco. No lo vi por mi barrio, no lo vi caminar por Macul. Yo, como un meteorito, cambié su trayectoria dirigiéndolo hacia nuevos rumbos, removí sus neuronas hasta sacarlo de su locura o llevándolo hacia una patología más insana. El loco desapreció. Sospecho que absorbí parte de su locura, siento un incontrolable deseo de caminar, de caminar, de caminar, de caminar, de caminar...

miércoles, 29 de julio de 2009

Hija de puta

Te amo, te amo, te amo, te amo. Camino, camino, camino, camino. Hija de puta, te amo y camino. Lo que tengo que hacer por ti, caminar a estas horas, quien sabe cuantas horas solo para estar ahí, preciosa. Y no me digas después que pongo cara de orto, dejé al mundo plantado solo para estar ahí contigo, contigo, contigo, contigo.Te amé hija de puta, preciosa.

viernes, 17 de julio de 2009

Banquete

Max es un imbécil, que las vacas no se maltratan en un rodeo, que huevón más estúpido, compararlas con un perro. Estresar a los animales. ¿Por qué no lo admite? Quizás no hay razón de peso para tener una mascota y comer carne, milanesa napolitana con papas fritas, Barros Luco o longaniza de pavo. Si el hambre muestra tus cojones acorralando en la noche a una  bestia mediante lanza de madera, entonces volveríamos a un tiempo sagrado, pero no, churrasco italiano y una coca por dos mil pesos. Y después como casi todas las noches en la botillería Los  3 reyes hola, ¿me dai un belmont rojo de 20? chao gracias. Hola! ¿me dai un belomnt? Hola, chau, y nunca  un ¿cómo estay? que bueno, cuídate, nos vemos. Conozco Los 3 Reyes de Apoquindo, los de al frente del cine y ese que vi en Cochamó. No se si tienen relación alguna, pero el trato es siempre el mismo, sonreír para el cliente y consumir, carne o cigarrillos. Gastar y gastarse. Max lo entiende bien y no le complica, él va a dirigir su propia empresa, él no puede ser empleado de nadie, el va a tener un par de autos y casa en la playa, él va a tener cincuenta años y todos los meses le va a llegar un cheque y él se aparecerá por el negocio de vez en cuando para saber como andan las cosas. Luego él va a envejecer y sus hijos continuaran enfermando el mundo. Y yo soy su amigo. Me sigo relacionando con los que detesto y olvido a quienes son como yo.

martes, 14 de julio de 2009

Desaparecer

No me podía quejar, me estaban pagando por hacer nada, me estaban pagando poco pero por hacer casi nada. Entre sencillas tareas que podían demorar desde 30 segundos hasta 5 horas el aburrimiento me torturaba, entonces yo pensaba en Thoreau y planeaba renunciar e irme al sur sólo con lo puesto, si hubiese tenido dos lucas en ese momento, quién imaginaría que en menos de veinticuatro horas alguien más compraría Walden. En fin, no me interesa coleccionar, solo leer. Hacía tiempo que no lo hacía y cuando el Pepa se fue de viaje me dejó unos cuantos libros. Uno por semana o cincuenta páginas al día como predicaba Francisco.
El lugar era la biblioteca o el Metrotren según Gonzalo. Para Carla su sagrada pieza. Yo había desarrollado la capacidad de leer en cualquier lugar donde fuese posible la vida: la anarquía de la sala de clases, el viaje de Santiago a Bahía Blanca en bus sorteando las nauseas del camino caracol y el goce de las majestuosas tormentas eléctricas de la infinita pampa nocturna, un hedionda carpa bajo la lluvia o incluso el camino de vuelta de la peluquería en Hernando de Magallanes con la Avenida Cuarto Centenario hasta mi casa en Apoquindo, cuando, absorto en la lucha de Superman contra la organización criminal Intergang, caminé sin mirar mi destino y aparecí llegando al final de la historieta caminando por Avenida Las Condes en dirección contraria. Tenía doce años y experimenté con asombro y satisfacción un agujero negro digno de la sublime Hora Cero del universo DC Comics producida por un rebelde Linterna Verde.
Los silencios laborales me dieron la costumbre de leer en el trabajo. Comencé tímidamente en el sillón rojo las primeras semanas cuando llegaba temprano. Luego me empeciné en adelantarme cada vez unos minutos para gozar durante un poco más, hasta que las jornada pajeras las gasté completamente en las letras donadas por el Pepa. A ratos bajaba a la cocina por una taza de leche con nesquick bien caliente. Al principio todos se rieron, quién tomaba leche con nesquick, qué adulto no bebía café, y ahora parecía iniciarse la moda de la chocolatada.
Empecé a trabajar con el pie derecho, muy sociable, proactivo, completamente opuesto al comportamiento que me valió un profundo fracaso sentimental. Pero mi esencia Zen pudo más, pues a medida que pasaban las semanas, los ficticios viajes de Marco Polo al servicio de la corte del imperio mongol me transportaban a un mundo digno del ingenioso loco Hidalgo, donde no podia evitar encontrarme con un moradoanaranjado cielo de la natal Nueva Orleans de Ignatius Reilly al compás del erótico saxo de Johhny (o Charlie) Parker. Mientras tanto, en el computador de al lado, Poeta rendía tributo a Michael Jackson, revisaba guiones, intentaba romper el record de un videojuego online y hacia los contactos para arreglar el calefón de su casa nueva, todo al mismo tiempo sin lograr distraerme, aunque por momentos la dactilografía retumbando como insoportables martillos chillones me despertaba del trance, yo me daba vuelta y Poeta ya se había ido, la estufa apagada y el Pato leía el diario en la recepción. La jornada laboral había terminado hacía un par de horas.
Dejé la bicicleta y me fui en micro para seguir leyendo. Trabajadores y universitarios se estorbaban unos a otros sin intercambiar palabras. Por momentos apartaba la mirada del texto para hacer un breve ranking de las mujeres más ricas del transporte público, elegía a la mejor y la miraba de reojo mientras leía hasta que ésta se bajara o fuese remplazada por una más bella o extravagante. La micro se detuvo a un par de cuadras de mi casa justo cuando El Perseguidor llegaba a su fin. Leí las últimas líneas unos metros antes del portón, umbral que me convierte en un célula más del organismo hogar, sin lectura, solo comida y televisión. Pan con queso, pan con queso y mortadela-ave-pimentón, pan con jamón y queso y orégano. Noticias, telenovelas y zapping, películas pésimas y un poco de History Channel. Un par de cigarros en la cama, tos y barriga llena. Me sentía asqueroso y frío, hacía mucho frío. A las cuatro de la mañana una diarrea bíblica me martirizó hasta las lagrimas, volví a dormir como si todo fuese un sueño y desperté con la cara que no deseo ver en el espejo. Renuncio. ¿De qué vas a vivir? De esto no.

Me instalé en la bodega del taller mecánico del papá del Tita donde con la Jóse y el Alejo establecimos nuestro centro de operaciones. Los pololos arquitectos trabajaban en sus respectivos proyectos de titulación, yo por las mañanas escribía y en las tardes encuadernaba. Una cerveza con las visitas de amigos y colaboradores, luego bohemia con Josefo y sus amigas lesbianas. Había elegido mi vida, visitar a papá y mamá de vez en cuando, vender libros y destripar el hígado noche por medio. Mañana tuve que trabajar otra vez. El espejo sucio de los mecánicos entre afiches pornográficos de modelos ochenteras seguía mostrando la misma cara, esa que no se quita hasta que uno se larga de verdad, hasta que uno desparece y no se ve en reflejo alguno.

lunes, 13 de julio de 2009

City Tour

Muy evidentes mis miradas, lo sabía y no me importaba porque ella también me miraba y se reía mientras cantaba, o se reía porque yo no cantaba. Todos cantaban y a mi me daba vergüenza hacerlo frente a gente que no conocía o tal vez que ella escuchara mi cacofonía.
Hablamos de bicicletas y vio mis muslos gruesos creyendo que se trataba de las piernas de un ciclista o futbolista aficionado. Yo vi su pelo rojo creyendo que era natural y hablamos de las distancias a pedal sin sospechar yo que ella chorreaba por mi y ella sabiendo que mi boca no paraba de querer saborearla. Ella me llamó y sin su iniciativa quizás nunca hubiésemos estado juntos o tal vez deba darme el crédito cuando me vio sonarme la nariz tierna y torpemente como si fuese un niño o cuando la besé para que no siguiera hablando en esa sucia tocata. Muy evidentes mis miradas, presiento que le encantaban. En la micro o el metro jugaba a mirar reflejos y siempre eran las otras las que se apartaban. Con Julia era un eterno empate ojo a ojo durante una hora o más mientras la radio daba en el clavo como banda sonora hasta que el teléfono me avisaba que nos juntábamos en la casa del Juancho y que llevara un par de lucas o algo pa la parrilla. Julia se enojaba porque quería ver una película y que cocináramos algo. La llevé a su casa en bicicleta y me fui donde el Juancho con tres cigarros y un paquete de salchichas.

Quedábamos en juntarnos siempre a las 5 en el cine, en la plaza o en el parque, ella elegía y a mi me daba lo mismo, le molestaba que me diera lo mismo, le molestaba que yo no decidiera, le molestaba que no yo no fuese un macho. La película era pésima y a ella le encantaba y nos tomábamos unas cervezas discutiendo el porqué de la inferioridad de la mujer. Nos besábamos en el paradero mientras ella esperaba la micro, hacíamos el amor en mi casa porque nadie me molestaba, o nos íbamos a su depto cuando había nadie, o en el baño del Pipo o donde sea porque ella siempre quería y yo solo me negué cuando tenía que ir al dentista pero Julia se me subió encima y no me dejó ir y yo con la satisfacción de las sabanas sudadas y la estúpida vergüenza de llamar a la secretaria y cambiar la hora para la semana siguiente.
Julia casi no se conectaba a Internet y mi celular ya no funcionaba solo hablábamos brevemente para vernos a las 5. Ese día inflé la rueda trasera recién parchada en la estación de servició y pedaleé veloz por Hernando de Magallanes hacia Bilbao, a mitad de camino olvide hacia donde iba. Nos vemos a las 5 entonces, ya, besitos, chau, pero ¿dónde? ¿lo olvidé o no me dijo? Contaba con sus habituales treinta minutos de retraso como ventaja para darme el tiempo de mapear con recuerdos el posible lugar de encuentro. El cine Hoyts, el Parque Intercomunal, la Quinta Normal, La plaza Ñuñoa, El Biógrafo. Debía elegir un destino, entonces recordé que a Julia le gustaba el mango y yo le dije que en el Unimarc de la calle Rancagua siempre tenían. Entonces la vi saboreando la jugosa fruta camino a la plaza Inés de Suárez. Pedaleé unas cuantos metros detrás de ella hasta que con un fuerte gritó la asuste como nunca le gustaba que lo hiciera y como yo disfrutaba constantemente hasta verla estallar en risas intentando poner cara de enojada.
-Pensé que no ibas a llegar… -me dijo mientras chupaba sus dedos endulzados –Como que no quedamos en nada ¿qué onda?
-Quedamos a las 5 ¿llegué o no?

Me dejaba recados con mi hermana o me mandaba sutiles pistas por e-mail, yo le enviaba mapas incompletos por carta o acertijos por mensaje de texto. Como siempre a las 5, casi todos los días, adivinando el punto de encuentro y siempre encontrándonos, el único requisito era que fuese un lugar en el que nunca hubiésemos estado juntos. Así yo le mostré el bosque de los Ewoks en La Reina y ella me llevó a la plaza Yungay, la guié hasta el Bar de René y yo la encontré con casi una hora de atraso leyendo en la plaza de Puente Alto.
El juego catalizó nuestra telepatía y nos distanció en cierta medida pues nos veíamos solo a las 5. Yo con mi tiempo libre quería que la tarde no acabara, ella y sus estudios me lo impedían. Yo me enojaba y le pedía que se quedara entonces Julia me sacaba en cara que yo solo quería carretear. Nos despedíamos disgustados y nos volvíamos a ver otro día a las 5 como si nada hubiese ocurrido.
Con el tiempo deje de visitarla y ella lo mismo. Sólo en la calle nos encontrábamos, cada vez en puntos más distantes, en el Buin Zoo, en la cumbre del cerro Manquehue o en algún lugar de Yerba Loca, hasta que un día cayó la noche en la Plaza de San José de Maipo sin que Julia se apareciera. No se qué era peor, que no haya podido ir o su incapacidad de descifrar el punto de encuentro. Quizás algo tenía que hacer, ya no sabía en que andaba, no me contaba nada, solo me daba amor y no quería escuchar mis aventuras, solo quería amor.
Llegué a su casa como a las 10, enojado. Enojado. Nunca había estado enojado. Su vieja no estaba. Julia triste comía una ensalada.
-Tuve un problema- me dice sin mirarme – ¿dónde estuviste?
No pudo descifrarlo, Julia no me quiere. Y no le pedí explicaciones solo la abracé intentando recuperarla, ella me llevó a su pieza y apagó la luz. Me dio su sexo como pidiendo disculpas mientras yo intentaba hacerle el amor. El sonido del semáforo para sordos no me dejó dormir.
Vamos a pasear, le dije. Eran las 4 de la mañana y me miró como si no me hubiese escuchado. Ya la perdí, Julia no me quiere. Vamos a pasear, le dije, y ella se dio vuelta para seguir durmiendo.

miércoles, 3 de junio de 2009

F

(Escrito por Cristo Araña)

Conocí a F hace unos treinta años. Yo estaba en el metro Universidad de Chile, hacia mucho frío y lo único que quería era volver a mi casa. Estaba a punto de entrar en el vagón cuando descubrí unas minúsculas flechitas rojas, poco más grandes que una hormiga, que partían desde la línea amarilla del andén hacia quién sabe donde. Las Seguí sin mirar hacia delante, pero el estruendo de un tren me hizo saber que estaba en la mitad del túnel. Asustado, quise volver, pero las flechas llegaban a su fin en una oxidada escotilla. La abrí y entré. Allí en un cartel de madera tallada pude leer con dificultad en la oscuridad “El Hombre Ahora”, pero inmediatamente una antorcha se encendió a mi lado mostrándome el rostro de F. La impresión duró menos de un segundo, en aquella galería subterránea pude apreciar lo que parecía ser un museo.
Estanterías de metal oxidado y vidrios de colores exhibían toda clase de objetos cotidianos como zapatillas, collares, billeteras, cuadernos, cigarrillos, monedas, juguetes y galletas. Todos muy bellamente ordenados y catalogados. Por otro lado se exponían los esqueletos de la siempre subestimada fauna santiaguina. Las estructuras de ratones, palomas, gatos, quiltros, lagartijas y toda clase de aves se presentaban acompañadas de un breve texto que explicaba su comportamiento y su rol en la ciudad. Sobre otra pared, iluminada con distintos tipos de linternas, se hallaba una exposición compuesta por impresionantes recortes y fotografías de los distintos diarios de la capital. Incluso había una galería dedicada a la basura.
Luego, siguiendo un angosto pasillo pintado con toda clase de graffitis, aparecía un pequeño, sencillo y acogedor escenario rodeado de unas cuantas mesas. Allí unas 5 personas bebían y disfrutaban de un monologo humorístico. F me invitó a sentarme y me sirvió un vaso de pisco puro. La jornada se extendió por más de cuatro horas, donde desfilaron unos 8 artistas con toda clase de presentaciones.
Regresé a mi casa completamente borracho.

Durante un par de meces fui todos los jueves en la tarde a “El Hombre Ahora”. En esos tiempos pude conocer algo del pasado de F, el responsable de este oasis urbano. F era un actor y músico partidario de Allende y cercano al movimiento de La Nueva Canción Chilena. Cuando los milicos llegaron al poder F se escondió en el sótano de su casa durante casi un mes. Como nunca lo encontraron la casa se convirtió en una oficina, entonces F se vio obligado a deambular por el subsuelo hasta que dio con la galería, escenario perfecto para desarrollar su pasión: la arqueología presente.
Nadie sabía si F vivía en algún cubil del alcantarillado o si se refugiaba con algún familiar en la superficie. F nunca daba explicaciones y nosotros no se las pedíamos.

Una tarde, mientras F interpretaba junto a la que parecía ser su novia una esquizofrénica versión de Romeo y Julieta, un estruendo derribó la escotilla y los uniformados allanaron el lugar.
Yo estuve preso un par de días. Una semana después quise volver a la galería pero ya no era posible.

Hace unos días me llegó por correo un sobre sin remitente que contenía una foto del metro de Paris donde se puede ver un microscópico camino de flechas. Detrás de la foto estaba escrito con tinta roja “Le Homme Maintenant”. Hacía mucho tiempo que no me sentía tan feliz.

martes, 14 de abril de 2009

Cuarto Menguante

No se que salió mal, desperté e hice mis cosas como cualquier día. Salí a la calle y sospeché algo raro, era un día denso, húmedo. Parecía que iba a llover. En la calle todo el mundo parecía estar cansado, todos parecían desconfiar de todos, todos tenían dudas en sus frentes, todos me parecían extraños. Todos. No supe de que se trataba hasta que llegó la noche. Por sobre las montañas y entre los edificios se asomó la Tierra mostrando con un belleza inimaginable el extremo sur de América, aquel resplandor azul que daba a la noche un tono de ensueño, sacado de la más fantástica película.
No se que salió mal.
Tanta belleza entristecía a la humanidad, recordándoles donde están y a donde no pueden volver.

jueves, 2 de abril de 2009

Caer

Durante aquella semana sufrí grandes cambios. No experimenté una disminución de mi fuerza o de mi energía, simplemente mis sentidos comenzaron a apagarse. Mientras pasaban los días todos mis sensores iban debilitándose al mismo tiempo hasta que el domingo me acosté casi en completa oscuridad.
Desperté sin poder oler, oír, tocar, ver y saborear. Ni siquiera podía saber si realmente estaba respirando o si efectivamente estaba en mi cama pero la lucidez de mi conciencia me indicaban que sí estaba despierto. Yo era y no estaba. Para mi familia estaba pero no era. Me invadió la angustia de imaginar la desesperación de los que me rodeaban. ¿Qué podía hacer yo?
De pronto me encontré solo con mis pensamientos, flotando en una especie de recipiente negro. Recordé mi pasado, vi fotos, oí canciones, chistes y dulces voces, comí helados, pizza y papas fritas. Hice un censo de toda la gente que he conocido y la vida que llevaban cada uno de ellos. Reconstruí todos los lugares que he visitado y hasta imaginé los que aun no he pisado. Cuando ya no tenía con quien más discutir ni lugares donde ir, enfrenté el bien con el mal, idea tras idea hasta creer que todo lo podía entender.
No se si fueron años o tan solo un segundo, me estaba cansando de pensar. Ninguna imagen se dibujaba en mi pizarra mental. Estaba entonces rodeado de lenguaje, letras que se unían y se reagrupaban formando extrañas ideas que entendía sin poder pronunciar. Entonces ocurrió lo que siempre temí: olvide como hablar, leer y escribir.
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Marcha de Osías (María Elena Walsh)

Osías el Osito en mameluco
paseaba por la calle Chacabuco
mirando las vidrieras de reojo
sin alcancía pero con antojo

Por fin se decidió y en un bazar
todo esto y mucho más quiso comprar.

Quiero tiempo pero tiempo no apurado,
tiempo de jugar que es el mejor.
Por favor, me lo da suelto y no enjaulado
adentro de un despertador.

Osías el osito en el bazar
todo esto y mucho más quiso comprar


Quiero un río con catorce pececitos
y un jardín sin guardia y sin ladrón.
También quiero para cuando este solito
un poco de conversación.

Osías el osito en el bazar
todo esto y mucho más quiso comprar


Quiero cuentos, historietas y novelas
pero no las que andan a botón.
Yo las quiero de la mano de una abuela
que me las lea en camisón.

Osías el osito en el bazar
todo esto y mucho más quiso comprar


Quiero todo lo que guardan los espejos
y una flor adentro de un raviol
y también una galera con conejos
y una pelota que haga gol.

Osías el osito en el bazar
todo esto y mucho más quiso comprar


Quiero un cileo bien celeste aunque me cueste
de verdad, no cielo de postal
para ir me por el este y el oeste
en una cápsula espacial

Osías el osito en el bazar
todo esto y mucho más quiso comprar

martes, 31 de marzo de 2009

Viento en popa

algo bueno va a pasar
serán las luces de este mal
serán las copas de este bar
tu alma va por mas

tus manos me hacen respirar
tus dedos me hacen cantar

bandoneonabandonacordeconlacordeon
trompetartamudaclamauntontrombon
clavicordioganasdeolvidaralmelotron
mandolinantiguanteunguitarron
flautañejarpacuidaundulcefagot
contrabajotrajounbanjocilador
congatocalacaradeuntambor
pianolalocaviolaunsaxofon
tubatunotocaselbongo
ukelelesperaltomb
gaitantogong
bombo
toco
voz






miércoles, 11 de marzo de 2009

Dame Miedo

tienes sueño y dormirás
morirás al despertar
sigue asi y no volverás
no te sigo si te vas
siempre alerta donde estás
quiero serte más allá
no lo puedo tolerar
por que lo haces sin avisar
tienes algo que ocultar
tienes tiempo de intentar
tienes hambre de mucho más
tienes ganas de jugar
dame un beso dame un peso
dame miedo dame pienso
cielo seco pienso eso
no te rias sin cosquillas
dame un beso dame sexo
yo te pienso dame miedo
tienes ganas de jugar
tienes ganas de contar

martes, 10 de marzo de 2009

Aquel insoportable verano (primera parte)

Aquel verano fue el más calido. Los heladeros nunca vendieron tanto, las piscinas nunca estuvieron tan llenas, las mangueras nunca se derritieron de tal forma. El aplastante fulgor solar atontaba a todo el pueblo, todos sudaban, todos estaban cansados, todos tenian la vista quemada, nadie quería moverse, nadie quería trabajar. La ciudad estaba adormecida por un desagradable verano. Muchos abuelos dieron su último suspiro aquella temporada, varios bebés no pudieron seguir creciendo. Los adultos preocupados ahorraban para instalar aire acondicionado, los adolecentes se escapaban a los lagos del sur o a las playas del norte. Los niños nos quedabamos vagando por las calles, ideando estupideces para no pensar en los rayos ultravioletas.
Pero eramos felices, las calles eran nuestras, solo mis vecinos y yo deambulabamos por las polvorientas avenidas. Los adultos escondidos dormian una siesta interminable mientras la pandilla saltaba de sombra en sombra esperando el atardecer

Una noche, revolcaándome entre las sabanas empapadas de sudor, sentí piedritas en la ventana. Solo Tomás tenía esa costumbre. me asomé y ahí estaba con Rocío, su hermana chica.

-¡Jorge! Manuel se perdió -gritó Tomás.
-¡Shhhh! son las 3 de la mañana, no grites- le repliqué en voz baja- Manuel es de los perro que no se pierden, es mas viejo que la loca de la esquina.
-Pero nunca había estado tanto tiempo fuera, a lo mejor algo le pasó -insistió Rocío punta de lágrimas.
-Ya, déjame vestirme y voy.

Cuando salí a la calle Dante ya estaba ahí, como de costumbre, dando ordenes y planificando el rescate. Luego de un pequeño debate decidimos ir al centro, de donde sabíamos venían todos los perros. Ninguno de nosotros había ido solo al centro de noche y la idea, ademas de atemorizarnos, nos entusiasmaba.
Yo sugerí evitar las avenidas para no toparnos con los borrachos, pero Dante insistió en ir por la avenida, para aprovechar la luz y no perdernos.
Dimos vueltas por todos lados sin encontrar señales de Manuel ni de ningún otro perro, pero Al pasar por la plaza vimos un flacuchento pastor alemán, lo seguimos sigilosamente hasta llegar al viejo cine abandonado, allí el perro se metió por un pequeño orificio en la pared. Rocío se asomó y pudo ver media docena de perros, entre ellos Manuel. Tomás lo llamó y su fiel can se acercó para lamerle la mano, pero no quiso salir. Todos éramos muy grandes como para entrar por el orificio y ya llevábamos varias horas fuera de casa, entonces decidimos volver.

viernes, 6 de marzo de 2009

Viernes 5 a.m.

salimos y después volvimos nos cominos unos panes con queso y después dimos jugo con unas cabras ahi en la cuneta y yo les dije que me llamo Jorge y Palomo dijo que se llamaba Alfredo y de ahi caminamos con las minas y llegaron los pacos y nos querian llevar porque estábamos tomando en la vía pública entonces una de las cabras se joteó al paco brigidamente y el paco le agarro el poto y la mina le pego una cachetada y ahí salimos todos corriendo después nos fuimos a las plaza de los dominicos y jugamos a la pelota con una pelota imaginaria y cuando ya era de dia vino seguridad Las Condes y dijo que nos fueramos porque estabamos dando mucho jugo de ahi llegué pa mi casa y no tenía llaves y me pasé la reja y me metí a la bodega y encontré una hoja de una sierra pa metales que la use pa desenganchar el ventanal del living y me metí por ahi y de ahí me acoste y me dormí mas o menos así fue aunque puede ser que la mayoría de las cosas no hayan ocurrido no se pero ese dia aprendía chiflar

miércoles, 4 de marzo de 2009

inmortal

viejas cajas llenas de, de, de,
no las quiero abrir
se que están ahí

viejos tiempos leche con, con, con
ya no sabe igual
¿quien la beberá?

vieja amiga eres muy, muy, muy
nadas como un pez
¿volverele a ver?

viejo y vieja hoy ya, ya, ya
siempre fuiste tu
siempre fuiste tu

vieja historia sin, sin, sin
quiero bailar
quiero gritar
quiero mear
quiero saltar
quiero pasar
quiero quedar

martes, 3 de marzo de 2009

Vuélveme

muérdeme y ládrame
llévame al hospital
págale al doctor
cuídame

léeme
cántame
sácame a pasear
y no me pierdas

déjame ser feliz
déjame salir
castígame
oblígame

ríete
llórame
empújame
dame fuerzas

Es Natural

"debes el alquiler
págame este mes
¿no tienes que comer?
ya sabrás que hacer"

"no te puedo dar
el metro ya se va
que lastima me da
empieza a caminar"

vendo lo que tengo
tengo lo que quiero
vengo cuando puedo
puedo cuando quiero

no quiero lo que tu
no me gusta el pus
no seré lo que tu
como solo atún

puedo ya escupir
mi casa voy abrir
hoy voy a dormir
hoy voy a escribir


Estética, estática

no quiero verte llorar
no quiero verte gritar
no quiero verte despertar
no quiero verte disimular
no quiero verte besar
no quiero verte gozar
no quiero verte estudiar
no quiero verte hablar
no quiero verte verte
no quiero verte andar
eres una foto y nada más
quédate seria como estás
te dibujaron y nada más
no quiero verte andar
imposible verte andar
eres un dibujo y nada más

viernes, 27 de febrero de 2009

Alquimia

una botella de vino en la sacristia
asi empecé a creer en dios

el rito es rito
la sangre se congeló
el cura ya no juega
el pan se añejó

ayer me desperté
sin hora sin reloj
me puse pantalones
y el mundo comenzó

una rata muerta en la verdulería
así empece a creer en dios

jueves, 19 de febrero de 2009

Deberes de autor

Cuando fui a Milena por cuarta vez lo hice acompañado de Alex, un viejo amigo arquitecto y amante de las artes. Siempre estuvo fascinado por las historias que le contaba sobre Milena, pero lo que más lo motivaba a visitar la isla era poder conocer al poeta Kondor, del cual ase había hecho su fiel admirador desde que volví de mi primer viaje con algunos de sus manuscritos.
Lo primero que Alex notó fue que a pesar de ser manuscritos estos presentaban una muy prolija y bella encuadernación, cada uno con un estilo diferente.


El día que llegamos a Milena Alex no se detuvo a mirar los puentes, los templos, los canales, no prestó atención a los músicos callejeros, a las bellas nativas. Insistió fervientemente que le presentase al poeta. Sin más rodeos lo hice.
Kondor, felz de que su obra halla cautivado a un extranjero, nos invitó a pasar a su departamento, espacio de un solo ambiente decorado con toda clase de bellos objetos rescatados del basurero.
Botella de vino tras otra fue pasando la noche con una cálida conversación hasta que Alex manifestó el real motivo de su visita.

-Sería un honor para mi y un privilegio para mi gente poder publicar tus obras.
-¿Publicar?
-Sí, publicar, hacer copias, distribuirlas y venderlas en todos los rincones del mundo; se traduciría a cientos de idiomas.
-Me halaga tu entusiasmo y me impresiona tu magnifico plan, pero me temo que no se puede realizar.
-¿Por qué no? mi editorial correrá con todos los gastos.
-¿Incluso con la desvalorización de mi obra?
-¿A que te refieres?
-Estos manuscritos que recibiste por medio de mi amigo no son borradores, son la obra en sí, son únicos, sólo tu los tienes y nadie más los ha leído así como tu no has leído y probablemente nunca leas los mas de cien que ya he regalado. ¿Qué valor tiene una copia de la Mona Lisa? ¿por qué alguien pagaría por algo que yo regalo de mis propias manos y cuyo valor al ser único es incalculable? ¿qué sentido tiene traducir mis versos al chino si pierde la música y la lógica con que fue concebido? esa traducción sería la obra de otro poeta.
-Pero piensa en los derechos de autor ¿cómo protegerías tu obra?
-¿Protegerla de qué? una vez que mis libros están listo ya no me pertenecen ni me interesan, sólo mi firma en la tapa dan cuenta de mi vinculación con la obra. ¿De qué derechos de autor hablas? un autor tiene derecho a ser y hacer lo que se le plazca, un autor tiene derecho a no ser esclavo de su obra, un autor tiene el deber de regalar su talento a la gente.
-Pero si nunca vendes tu obra ¿de qué vives?
-Tengo la suerte de haber nacido en Milena y, como todos los habitantes de esta isla, mientras siga cumpliendo mi deber como autor, nada me faltará. Y si no viviera aquí me las tendría que arreglar trabajando de lo que sea, pero nunca vendiendo lo incalculable.
-Si es así, te propongo un nuevo plan: tu sigue produciendo y yo me encargaré de que tus libros, originales y sin copias, recorran el mundo dejándose leer. Si es necesario enseñaré nuestra lengua al que no la sepa para que pueda disfrutarlos.
-Me temo que eso tampoco lo puedo permitir, tu misión en la vida es satisfacer tus deseos y no los míos. Te invito a que te vayas y lo hagas ahora mismo.

Y así fue. Kondor y yo despedimos a Alex con un fuerte abrazo. Ninguno de los dos lo volvimos a ver.
De vez en cuando recibo postales de distintas partes del mundo pero nada dicen. Hace unos días recibí una carta donde me cuenta que se instaló en un pueblito del sur,abrió una escuela de música, se ha casado y es feliz. Yo también estoy feliz por él y me pregunto si alguna vez descubriré cual es mi deber.

lunes, 16 de febrero de 2009

La muñeca negra (segunda parte)

El sol ya teñía las nubes de naranja y violeta mientras Agustina seguía columpiándose intentando dar una vuelta completa al compás del tarareo de innumerables canciones incompletas. Una negra mariposa detuvo su errático vuelo sobre el dedo gordo del pie de la niña manteniendo sus alas quietas, como disfrutando el vaivén del columpio. Agustina detuvo su canto y el balanceo de a poco. Cuando, estáticas, ambas criaturas se miraron fijamente, el viento sopló con furia obligando al insecto a emprender la retirada. Agustina, un tanto aturdida por la ventisca que ya comenzaba a extinguirse, logró seguir con su mirada la trayectoria del bichito desde la punta desde sus pies hasta introducirse en la chimenea de la casona. Sus ojos brillaron con alegría al sentirse invitada.
Se puso de pie y tan veloz como una liebre entró por la puerta que se encontraba entreabierta. A pesar de la poca visibilidad que ofrecía el atardecer al interior de la casa, Agustina pudo distinguir una pequeña silla junto a la chimenea, al parecer el único mueble. Luego siguió el mismo recorrido del día anterior encontrando por el pasillo decenas de juguetes quemados. Al final del corredor estaba la pieza, en ésta solo había una lampara de aceite apagada sobre una segunda chimenea y una pequeña cuna de juguete con una muñeca negra. Agustina buscó en el bolsillo de su vestido y extrajo una frasco de vidrio y una cuchara. Se acercó a la cuna, abrió el frasco, llenó la cuchara de un líquido espeso y la llevó a la boca de la muñeca.
-Éste jarabe no sabe bien, pero si te lo tomas te sentirás mejor- entonó Agustina con un chistoso falsete que imitaba a la voz de una vieja mientras el liquido chorreaba por la boca de la carbonizada muñeca.
Un débil resplandor inundó la pieza acompañado de un agudo chillido.
Agustina soltó el frasco dejándolo romperse en mil pedazos. Se dio vuelta y vio a la niña pálida, con ojeras, delgada, con los labios partidos y sucia sosteniendo la ahora encendida lámpara
-¡No enfermes a mi bebe!- sentenció la niña con furia. Agustina intentó explicar sus intenciones pero antes de pronunciar palabra alguna la pálida nena estrelló la lámpara contra el suelo justo a sus pies provocando una fuerte llamarada que inundó la habitación. Agustina desesperada se refugió en un rincón agachada, con los ojos cerrados y sus brazos cubriendo la cara mientras escuchaba los gritos y llantos de la niña en llamas. El humo penetró sus pulmones mareándola un poco y, sin siquiera volver a abrir los ojos, pudo contemplar lo que allí ocurrió.

La pieza ahora estaba amoblada. En la cama la niña intentaba dormir abrazando su blanca muñeca. Su madre, arrodillada junto a la cama, la acariciaba entre llantos. Por la ventana se podía apreciar una furiosa tempestad de hielo y por la puerta Agustina vio entrar al padre cargando toda clase de objetos. Uno por uno libros, fotos, ropa, muebles y juguetes fueron arrojados a la chimenea, ardiendo con debilidad para intentar calentar a la niña enferma. Cuando ya no quedaba más por quemar, el hombre desecho en lágrimas miró a su mujer, ésta llorando gritó y se refugió en el rincón junto a la invisible Agustina. El padre alzó a la semi dormida niña y sin pestañear la arrojó a la chimenea con muñeca y todo. Agustina pudo ver los ojos de la niña desconcertados al caer despabilares por el calor, y cuando ya no podía gritar más pudo ver con claridad el resplandor de su furiosa mirada.
Finalmente Agustina se desmayo por el fuerte olor a carne quemada inundando su nariz.

Abrió los ojos y pudo oler nuevamente el normal otoño. Por la ventana se asomaba la luz del medio día y crashh!! una pelota atravesó la podrida persiana y destruyó lo que quedaba de vidrio. Agustina recogió la pelota y se asomó por la ventana. José y Pablo corrieron hacia ella.
-¿Qué estabas haciendo? -pregunta José - te buscaron toda la noche.
-Estaba jugando por acá y me quedé dormida.
Los tres niños regresaron por el camino. José aseguraba que le esperaba el tremendo castigo por haber desaparecido. Pablo, que era un poco más grande, solo la miraba en silencio, con sospecha, pues sabía que nadie juega y mucho menos duerme en la casa embrujada. Agustina, sin prestar atención a los exagerados comentarios de José, recordaba cuando su gata Rita dio a luz a 5 gatitos, uno de ellos nació sin una pata y su madre se negó a amamantarlo dejándolo morir de hambre.

De vez en cuando Agustina se hamaca bajo el árbol de la casona, pero siempre se retira antes del atardecer. Por las noches puede ver humo salir de la chimenea. Quizás sean vagabundos que pasan la noche en la casona, o tal vez se trata de la huella de la niña quemada. Agustina sólo piensa en la ira de la niña al morir, una furia en sus ojos tan fuerte como para aferrarse a la vida aún estando muerta.

domingo, 15 de febrero de 2009

La muñeca negra (primer parte)

Una tarde de otoño Agustina pedaleaba por un camino rural, un lindo conejito blanco de orejas marrón se cruzó en el camino y la hizo caer. El animalito corrió como una bala y se refugió en un antigua casona. La niña cesó el llanto de su caída al contemplar la roñosa e imponente estructura entre las manchas del atardecer, dejó la bicicleta junto al camino, se acercó lentamente, abrió sin timidez la crujiente puerta y entró.
La oscuridad interior olía a polvo y aun se sentía el la huella de calor dejada por los últimos habitantes que abandonaron la casa hace unos mil años para la perspectiva de la niña, que no sentía miedo pues la imagen del conejito nubló su mente. Ya no pensaba, como otras veces, que la oscuridad es peligrosa y los lugares viejos malos.
Una tenue luz al fondo de un largo pasillo dominó su curiosidad. Agustina olvidó al conejito siguiendo al bello lucerito. El resplandor la guió hasta una pieza, en esta una niña de aproximadamente su misma edad jugaba con una muñeca a la luz de una vela, le hablaba diciéndoles que está enferma y que morirá si la medicina no llega. Agustina quiso entrar, pero el crujir de una tabla tras sus pasos alertó a la extraña niña y apagó la vela.
Rodeada de negro las pupilas de Agustina se dilataron buscando distinguir figuras en la oscuridad, su piel se erizó intentando tocar el espacio, su corazón se aceleró esperando lo peor y su cuerpo sudó diciéndole que sí tiene miedo.
-Hola!! -gritó Agustina, la casa le respondió retorciéndose -la luz... -intentó gritar con más fuerza pero termino casi susurrando al sentir un ágil y juguetón correteo a su alrededor -¡conejito! -el destello de unos ojos sacó a la niña de su estado de alerta. Sus músculos ahora descansados se movieron con ternura hacia los rojos luceros para recoger al animalito. Se agachó y estirando su manita logró acariciar su suave cabeza.
-¡¡No me toques!! -los ojos gritaron y empujaron a la inocente Agustina que calló al suelo sobre su trasero. La voz la miró fijamente y luego de uno segundos se alejó corriendo.
Agustina distinguió lo que quedaba de sol filtrándose por la entrada y lo siguió tan rápido como pudo tropezando con toda clase de objetos por el antes vacío pasillo, salió de la casa, monto su bicicleta, se secó el sudor de su frente y noto que su mano estaba manchada con hollín, luego miro hacia la casa por ultima vez y se alejó por el camino a la máxima velocidad que sus musculatura de 7 años podía ofrecer mientras el sol terminaba de esconderse.

Agustina no corrió a llorarle a su madre. Desde que tiene memoria, incluso antes de poder hablar, recuerda todo tipo de rumores sobre la casa embrujada y por sobre todo tiene en cuenta la paliza que le espera sus padres descubrieran que por ahí anda metiendo su nariz. Pero todo niño "sabe" que los adultos viven en otro mundo y juegan a cultivar cereales y criar vaquitas en el patio de sus casas, pero Agustina, como buena niña que es, juega a descubrir mundos en su infinito patio, ese que abarca todo lo que no es su casa.
Decidida a encontrar al conejito o dar con la niñita Agustina volvió a la vieja casona, estacionó su bicicleta junto a un árbol del cual una rama sostenía un columpio echo de cuerda y rueda. La niña comenzó a balancearse esperando alguna señal que la invitase a entrar.

Setáflora

no aguas tomar
me riete paris
al conde vea ser seda
vacilar mujer
y maní para arder
es hoy mi sueldo a poco
nuez ágil servir
corales siente pececito
suba migas coger
escamas entre los nidos
molerse y placer

Metáfora

mina rica
rima mía
pelota corvina
paulita comería
vieja enojada
vena enjuagada
niña excita
piña extinta
zorra peluda
mora lanuda
tinta china
putita linda
cuando tengo hambre
canto y beso hembra
no quiero bañarme
yo puedo arañarme
tengo sueño
rengo sureño
¿qué hora es?
¿fue corales?
vamos a tomar algo
ya no canta el mago