jueves, 25 de febrero de 2010

Sofía 5

Sofía desayunó como si nunca hubiese comido. Cornflakes con leche fue lo primero, pues los prefiere cuando aun están crocantes en contraste con la cremosa leche entera, nunca descremada. Luego una montaña de huevos revueltos sobre dos láminas de queso en una hallulla no muy sabrosa. Bebió la naranjada de un sorbo sin saborearla y por orgullo se trago el amargo café adulto que nunca jamás en su vida le gustó. Casi sin pensarlo guardó la diminuta manzana amarilla, el yogur de vainilla y la mermelada de ciruela de hotel barato en el bolsillo del chaleco de lana gris que se compró en Puerto Montt, "para el almuerzo", con un solo pan con mortadela no podía satisfacer su apetito siempre voraz. Suspiró relajando su ahora hinchado vientre y observó rápida y cuidadosamente al resto de los pasajeros en el comedor: gringos ciclistas, familias, camioneros y mochileros, todos con cámara en mano queriendo capturar para sus amigos las vacaciones que tarde o temprano se les acabará. Mientras Sofía escarbaba una muela con su más afilado meñique en busca de una miga rebelde, pensó en lo ridículo de su oficio de fotógrafa en estos tiempos, de lo inútil que es ante una realidad inabarcable y en la coincidencia que su cámara esté fallando, sin embargo una foto es la única pista que posee de aquella gemela perdida. Luego de deshacerse de la miga volvió a echar un vistazo al comedor del barco y se preguntó a dónde va la gente, sin darse cuenta que ella tampoco conocía su propio rumbo.

Sofía 4

3 de febrero 2010

Es difícil para mi pensar que existen otros, que hay alguien que no soy yo, que si le hablo con sinceridad puedo recibir satisfacciones.
Fui atendida por Gonzalo, primo de un amigo, y su señora en Puerto Montt. Me reí con su Agustín de un año y compartí con los suegros de Gonzalo. Fue un comienzo raro para este viaje. Una transición mágica en un cálida casita en los suburbios de la ciudad con sillas finas, comidas elegantes y onces abundantes.
Pasé la noche en el sillón y no dormií mucho. Al día siguiente los suegros me fueron a dejar al puerto. Un cigarro tras otro y el barco no partía. Una hora en la cubierta y una lancha nos empujo para poder salir al mar. Me comí 2 panes con mortadela y al anoche me tomé una cerveza conversando con Ariel, un viajero solitario, de los que hablan. Mañana llego a Puerto Chacabuco esperando encontrarme con turistas alemanes o morenos pescadores alacalufes.
Acostada se siente el vaivén de Poseidón como nunca lo imaginé. Cierro los ojos intentando no marearme y solo veo su cara, la mía. Es difícil imaginar que en alguna parte de este fragmentado sur la pueda encontrar habiendo tantos espejos.

4 de febrero

Soñé que la encontraba atendiendo un café, una casita de madera con tejas de alerce pintadas de morado. Ella me servía un café, yo lo saboreaba con los ojos cerrados y al volver abrirlos me encontraba en su puesto con su delantal, atendiendo a un viejo.

sábado, 20 de febrero de 2010

Truco

Después de recorrer gran parte de la Carretera Austral llegué a Balmaceda, poblado fundado en 1917, le primera localidad de la Región de Aysen y orgullosa de poseer el único aeropuerto de aquella basta zona.
Sin embargo Balmaceda es un pueblo zombie, muerto y habitado, enclavado en un inmenso valle forrado de viento, sin atractivos turísticos ni estéticos. Sus 600 habitantes son tranquilos fantasmas de la pampa preocupados solo del mate, el truco y la TV. Llegué a esta villa al final de mi viaje y recién ahí comencé a desentrañar el verdadero secreto de Aysen: la tierra de la naturaleza, la selva que solo puede ser habitada por primitivos Chonos canoeros desnudos, última región poblada y la primera en desgracia. Balmaceda, en franca decadencia, me mostró, casualmente celebrando su 93º aniversario, lo que significa el capitalismo, la patria y la falta de sabiduría. Balmaceda es un pueblo feo y bello, pobre, triste y tranquilo junto a la modernidad del aeropuerto tercermundista, donde viajeros franceses e israelitas desembarcan deseosos de de conocer el Ventisquero Colgante, la Catedral de Mármol, la Piedra Enclavada, pescar una trucha gigante y andar en kayak sin percatarse que a escasos metros de la cafetería del aeródromo, en la Brigada de Incendios, la junta de vecinos realiza una Mateada Familiar cumpliendo con el programa de la Semana de Balmaceda. Entre cigarros, mermelada de frambuesa, galletas, pan amasado y calzones rotos, se discute quien será la Reina y si el partido de fútbol se juega hoy o mañana; la orgullosa villa realiza la fiesta para sí misma, sin concesiones a turistas y lejos de la pirotecnia de las famosas fiestas costumbristas de los poblados más visitados. Balmaceda se aferra a la pampa para no desaparecer, aunque todos sus habitantes sospechan que así debería ser. Mientras tanto Mirna insisite en construir un restaurante y un hotel viendo cómo el vuelo 086 rumbo a las ciudades de Puerto Montt, Temuco, Concepción y Santiago despega.

viernes, 12 de febrero de 2010

Espectros

¿Cuantas mujeres me miran en la calle?
Si por cada mirada pudiera atrapar sus almas y utilizarlas cuando me convenga, sería entonces inmortal.

¿Cuantas mujeres tienen mi vida? ¿Cuantas veces me han robado a través de del reflejo del metro absorbiendo mi energía como una pila que lentamente se carga durante la noche?