jueves, 19 de mayo de 2011

De la Sierra a la Selva

Han pasado muchos días desde que salí de Montañita: primero una semana en Quito, en el barrio cuico de Cumbaya, donde los primos de un vecino de Palomo. Allí fuimos bien atendidos, comimos como animales y aprovechamos de conocer la ciudad. En Ecuador se realizó la consulta popular donde la gente votó si o no a 10 propuestas del gobierno, entre ellas prohibir los casinos y las corridas de toros. Ganó el si, pero alcanzamos a gastar unos 100 dolares en la ruleta y el poker antes de que cerraran estos recintos.
La siguiente semana la pasamos en Baños, el pueblo turístico estrella del Ecuador, con una onda parecida a Pucón, en medio de las montañas y lleno de cascadas. Allí hicimos un paseo en bici al Pailón del Diablo, una cascada espectacular, mas cercana a los dioses que al demonio, pero al estar desnudo bajo sus furiosas aguas pude entender la razón de su nombre. Luego nos fuimos a Coca, en la parte más oriental del país, donde se acaban los caminos. El último día en Coca, recién pasado el amanecer me despedí de Palomo que ya comenzó su retorno y yo me embarqué en una lancha larga con varios pasajeros que en 10 horas me dejó en Nuevo Rocafuerte, un pueblo en la frontera con Perú.
Pasé dos días en aquel pueblito viendo como llegar a Iquitos, pues no tenia mucha plata a mano y estaba muy lejos del próximo cajero, pero por fortuna llegó un barco de carga que se ofreció llevarme a Iquitos por 70 dolares, incluyendo comida y cama.

Ese día me levanté antes del amanecer y me uní a la tripulación de Impesa IV, un pequeño barco de 2 pisos que empujaba una gran plataforma con 27 sacos gigantes de cemento y extraña maquinaria petrolera. Elegí mi camarote, me acomodé y con un pucho contemplé la salida del sol. Luego Gilberto, el capitán, encendió el motor mientras Rafael desenganchaba el barco y zarpamos los 3 por el río Napo. A las 2 horas de viaje cruzamos la frontera y llegamos a Pantoja, un pequeño pueblo donde hicimos migraciones. Ahí se nos sumó Shinji, un turista japones. Shinji es un farmacéutico hincha del Yokohama Marinos que dejó su trabajo y novia para recorrer América y ver a su selección en la Copa América, solo en Jujuy y Cordoba, pues no tiene esperanzas de acceder a segunda fase.
El viaje continuó en silencio. Me senté a contemplar el río marrón, la impresionante espesura verde de las orillas y el antojadizo espectáculo de nubes, cielo y lluvia. Cada 15 minutos pude ver en ambas orillas entre los árboles casitas como palafitos techados sin paredes y en algunos casos pequeñas aldeas conformadas por estas preciosas viviendas. Al oír el barco niños y grandes corrían a contemplar el evento del día.
Al atardecer Rafael nos deleito con arroz, bagre frito, yuca, plátano cocido y menestras.
Una vez satisfechos nos anclamos junto a una aldea para pasar la noche. Algunos aldeanos se acercaron en canoas para cambiar plátanos y gallinas por gasolina. Los adultos negociaban y las niñitas, que correteaban por el barco, nos miraban con ojos brillantes y sonrisas avergonzadas.
Esa noche me dulce con un balde de agua marrón y me sentí mas limpio que nunca. Acompañados de unos puchos, con Shinji contemplamos las luna llena entre las nubes hablando de los gringos, de fútbol, mujeres y Dragon Ball.
A las 9 el barco se quedó a oscuras y en silencio, revelando el estremecedor murmullo amazónico, interrumpido pro momentos por el sonido del agua golpeando el casco metálico del barco.
Los siguientes días fueron más o menos iguales, hasta que el cuarto día, recién salido el sol, llegamos al pueblo de Mazan, allí tomamos una lancha rápida que por 12 soles nos dejó a mi y al ponja en Iquitos. Pasé el dia dando vueltas por la ciudad, admirando los comercios, las mercaderías, la gente, los motocar (motos triciclos que sirven de taxi), las edificaciones afrancesadas y venidas a menos, los olores, los colores, el ruido y el agobiante calor.