jueves, 9 de junio de 2011

Navegando

El despertador de la TV se accionó a las 5 de la mañana, media hora más estaba en el puerto de Iquitos. Allí abordé una lancha turbo, una especie de bus acuático ultra rápido, que en 20 horas me llevó hasta la triple frontera.
Del lado peruano hay un pueblito en una isla llamado Santa Rosa, luego, cruzando el amazonas hacia el norte hay una ciudad grande dividida en 2: del lado colombiano se llama Leticia y en Brasil Tabatinga.
Después de sellar mi salida en la aduana peruana me dirigí a Leticia. Allí sentí inmediatamente una energía positiva muy poderosa. Todo en Leticia emanaba una fuerte alegría colombiana, desde los habitantes hasta los pájaros que acudían en masa a la plaza, como en la película de Hichcock. Faltaban dos días para que saliera el barco hacia Manaos, entonces decidí pasarlos en Colombia. Parte de mi quería seguir viaje por ese país, allí, junto al rio, ví el mas precioso ocaso de mi vida.

Al medio día del sábado estaba yo en el puerto de Tabatinga haciendo cola para subir al Voyager IV. La policia federal dispuso los equipajes en tres filas y, luego de un estricto control que incluía perros adiestrados, por fin estaba abordo.
Instalé colgué mi hamaca entre una pareja de belgas y un antropólogo paraguayo que se dirigía a Guyana a trabajar con una comunidad nativa.
El Voyager IV es un Barco de Madera de 3 pisos, en los dos inferiores se cuelgan las hamacas (un centenar quizás) y están los baños y el comedor mientras que la cubierta superior tiene un barcito. Allí los días eran más o menos iguales: a las 6 de la mañana me despertaba un timbre que anunciaba el desayuno, consistente en pan, mantequilla y café con leche. El almuerzo y la cena se servían alas 12 y alas 18 respectivamente. El mismo timbre anunciaba las comidas y los más atentos corríamos para agarrar los primeros puestos, pues, debido a la gran cantidad de pasajeros, se comía por turnos que eran controlados por un viejito con aires de profesor rural. La comida funcionaba como un buffet, pero no había mucho para elegir, pues siempre se servía lo mismo: fideos, arroz, carne y pollo cocido y porotos.
Además de leer y contemplar la selva el tiempo lo pasaba jugando un diminuto ajedrez magnético y conversando con el grupete de turistas, que ademas de los ya mencionados incluía a un chef servio, 2 inglesas que se encargaban de entretener alas niñitas del barco, 3 estadounidenses y un sueco. Con ellos vi la final de la Champions League el primer día de viaje.
Luego de 4 días llegamos a Manaos como a las 7 de la mañana. Todo el grupo fuimos a parar al mismo hostal.

Manaos es una ciudad bien grande, como cualquier otra, con un centro histórico pintoresco, fabricas de autos y electrodomésticos y el célebre Teatro de la Opera. Quizas habían más atractivos pero el calor no me permitía hacer grandes pasesos, por lo tanto pasé los 3 dias siguientes en el Hostal, leyendo y conversando.
El último día ya se habían dispersado todos los gringos que venían en el barco. Yo partí solo hacia el puerto donde me embarqué en el Stenio Araújo con destino a Porto Velho.
Este barco era más o menos como el Voyager IV pero más chico, de sólo 2 pisos y de madera. Los turnos de las comidas y demás asuntos domésticos estaba a cargo de un viejo panzón desdentado que, según pude entender, había estudiado medicina en Bolivia.
El viaje lo pasé leyendo, escribiendo y conversando con Miguel, un oriundo de Santa Catarina que aprovechaba cualquier tema para menospreciar la política brasileña y sus coterráneos del norte, que según MIguel no tiene educación, son sucios, escuchan música de borrachos y bailan como Prostitutas. Fue difícil escaparse de Miguel, pues su hamaca estaba junto a la mía y era de los pocos que hablaban español. Sin embargo pude tener diálogos más estimulantes con Brett, australiano, y su esposa sur coreana (¿Kim Park Sun, Ji Chang) Duk?) Esta pareja estaba decidida a recorrer los grandes ríos de Sudamérica. Desde el Orinoco hasta el Paraná. Ahora se dirigían a los pantanales de Bolivia.
A pesar de todo el Stenio Araújo tenía sus enretenciones: por las noches traían un televisor de 14 pulgadas a la cubierta superior y Allí se apelotonaba un tercio de los pasajeros para ver el dvd en vivo de algun músico local, documentales, lucha libre y alguna película de Chuck Norris mal doblada al portugués.
Finalmente, después de casi 5 días de viaje, llegué a Porto Velho. Me instalé en un hotelcito barato, donde por 30 reales (unos 9 pesos chilenos!!!!!) tenía derecho a una cama y un ventilador.
Mi misión en Porto Velho era llegar a Misiones como fuera posible. Después de mucho averiguar compre un pasaje en avión, que valía un poco más que el pasaje en bus (el viaje en bus era de como 4 días). Así que después de dos noches en Porto Velho, inmovilizado por el calor, fui al aeropuerto y en 4 horas ya estaba en la República Argentina, con una temperatura agradable, precios aceptables, citroens y renaults viejos. Y bidé.

jueves, 2 de junio de 2011

Planta

La última semana la pasé en una pequeña cabaña en medio de la selva. Allí me entregué a los conocimientos de un Chaman llamado Luis. En esas tierras vive Luis con su señora Sara (tenieta governadora de una pequeña comunidad nativa) y sus hijos.
Durante ese tiempo me sometí a una extricta dieta vegetariana y a 3 maravillosas ceremonias de Ayahuasca, una planta con la que se prepara un brebaje que posee potentes propiedades curativas y en algunos casos alucinógenas. El Ayahuasca actua limpiando el cuerpo y abriendolo para que se cargue de energía, energía que pude sentir como nunca lo había imaginado: es una fuerte vibración, como si estubiera sosteniendo una motosierra. Podía sentir la planta actuando enmi cuerpo y de pronto me convertí en un insecto con muchas patas, estaba parado en una gran lancha que viajaba por el rio, desde allí vi paisajes de fantasía, criaturas de todo tipo, colores y sonidos de la selva, todo llenandome de mucha felicidad, como la que siente Homero Simpson en la Tierra del Chocolate.
Pero las visiones son solo una parte del proceso, lo importante es la limpiesa y la sanación que depende en un 50% de uno mismo, de la fe, de la rigurosidad en la dieta, un 20% de la energía del Ayahuasca, otro 20 lo pone Dios y el porsentaje restante es el aporte de Luis, que en todo momento me recordó en la mente existen dos opciones: si y no, mientras que en el corazón solo es posible el si. El Ayahuasca ayuda esclarecer los pensamientos y sentir el alma, y si la fe es fuerte puede cuarar cualquier enfermedad, incluso el Sida.
Los dias en la selva fueron de mucha tranquilidad. Pasé la mayor parte del tiempo solo con mis pensamientos pues el proceso activó mi mente generando muchas ideas y sentimientos. Observava los sonidos, las plantas, los insectos, la lluvia, caminaba, tocaba flauta y hasta llegué a hacer algo que no creia capaz de lograr: leer una novela de trescientas y tantas páginas en inglés que encontré entre una pila de libros en alemán que algun turista dejó quien sabe cuando.
Hoy me siento con energías renovadas y mucha confianza. Mañana me esperan 10 horas de viaje en lancha hasta la frontera con Colombia y Brasil, allí pretendo tomar otro barco hacia Manaos. Comienza Brasil!!

jueves, 19 de mayo de 2011

De la Sierra a la Selva

Han pasado muchos días desde que salí de Montañita: primero una semana en Quito, en el barrio cuico de Cumbaya, donde los primos de un vecino de Palomo. Allí fuimos bien atendidos, comimos como animales y aprovechamos de conocer la ciudad. En Ecuador se realizó la consulta popular donde la gente votó si o no a 10 propuestas del gobierno, entre ellas prohibir los casinos y las corridas de toros. Ganó el si, pero alcanzamos a gastar unos 100 dolares en la ruleta y el poker antes de que cerraran estos recintos.
La siguiente semana la pasamos en Baños, el pueblo turístico estrella del Ecuador, con una onda parecida a Pucón, en medio de las montañas y lleno de cascadas. Allí hicimos un paseo en bici al Pailón del Diablo, una cascada espectacular, mas cercana a los dioses que al demonio, pero al estar desnudo bajo sus furiosas aguas pude entender la razón de su nombre. Luego nos fuimos a Coca, en la parte más oriental del país, donde se acaban los caminos. El último día en Coca, recién pasado el amanecer me despedí de Palomo que ya comenzó su retorno y yo me embarqué en una lancha larga con varios pasajeros que en 10 horas me dejó en Nuevo Rocafuerte, un pueblo en la frontera con Perú.
Pasé dos días en aquel pueblito viendo como llegar a Iquitos, pues no tenia mucha plata a mano y estaba muy lejos del próximo cajero, pero por fortuna llegó un barco de carga que se ofreció llevarme a Iquitos por 70 dolares, incluyendo comida y cama.

Ese día me levanté antes del amanecer y me uní a la tripulación de Impesa IV, un pequeño barco de 2 pisos que empujaba una gran plataforma con 27 sacos gigantes de cemento y extraña maquinaria petrolera. Elegí mi camarote, me acomodé y con un pucho contemplé la salida del sol. Luego Gilberto, el capitán, encendió el motor mientras Rafael desenganchaba el barco y zarpamos los 3 por el río Napo. A las 2 horas de viaje cruzamos la frontera y llegamos a Pantoja, un pequeño pueblo donde hicimos migraciones. Ahí se nos sumó Shinji, un turista japones. Shinji es un farmacéutico hincha del Yokohama Marinos que dejó su trabajo y novia para recorrer América y ver a su selección en la Copa América, solo en Jujuy y Cordoba, pues no tiene esperanzas de acceder a segunda fase.
El viaje continuó en silencio. Me senté a contemplar el río marrón, la impresionante espesura verde de las orillas y el antojadizo espectáculo de nubes, cielo y lluvia. Cada 15 minutos pude ver en ambas orillas entre los árboles casitas como palafitos techados sin paredes y en algunos casos pequeñas aldeas conformadas por estas preciosas viviendas. Al oír el barco niños y grandes corrían a contemplar el evento del día.
Al atardecer Rafael nos deleito con arroz, bagre frito, yuca, plátano cocido y menestras.
Una vez satisfechos nos anclamos junto a una aldea para pasar la noche. Algunos aldeanos se acercaron en canoas para cambiar plátanos y gallinas por gasolina. Los adultos negociaban y las niñitas, que correteaban por el barco, nos miraban con ojos brillantes y sonrisas avergonzadas.
Esa noche me dulce con un balde de agua marrón y me sentí mas limpio que nunca. Acompañados de unos puchos, con Shinji contemplamos las luna llena entre las nubes hablando de los gringos, de fútbol, mujeres y Dragon Ball.
A las 9 el barco se quedó a oscuras y en silencio, revelando el estremecedor murmullo amazónico, interrumpido pro momentos por el sonido del agua golpeando el casco metálico del barco.
Los siguientes días fueron más o menos iguales, hasta que el cuarto día, recién salido el sol, llegamos al pueblo de Mazan, allí tomamos una lancha rápida que por 12 soles nos dejó a mi y al ponja en Iquitos. Pasé el dia dando vueltas por la ciudad, admirando los comercios, las mercaderías, la gente, los motocar (motos triciclos que sirven de taxi), las edificaciones afrancesadas y venidas a menos, los olores, los colores, el ruido y el agobiante calor.

viernes, 22 de abril de 2011

Burbuja

Montañita es un balneareo de ficción, constantemente llegan turistas como hormigas después de un picnic. En el pueblo hay gringas en hamacas, artesanos y malabaristas de todo tipo, carritos con comida, discotecas, restaurantes pseudo étnicos y bares ambulantes. Todas las noches hay fiesta, abunda la marihuana, el alcohol, la coca y el sexo. De cada 3 locales en uno suena música reggae y las olas convierten a Montañita en otro epicentro surfista. Sin embargo, en la punta, alejada del pueblo, todo es más tranquilo, allí está el camping de Vito. Vito es un loco de unos 60 años, mezcla de Charly García, el Señor Miyagi y Gollum. El tipo de joven era buzo y hace 36 años se instaló en la zona cuando solo había un par de casitas. Hoy sus vecinos son hoteles y cabañas carísimas mientras él solo cobra 2 dolares por persona. En su oasis la gente se queda meses, algunos no pagan y pasan a ser parte de su grupo de esclavos o hijos putativos como él los llama, otros sobreviven vendiendo mojito en la playa, artesanías, animando carretes o vendiendo sanguches. Para todos ellos Vito es como un padre, o un tío medio loco, que les cocina, los putea y los sana con sus pócimas de la selva y del fondo del mar.

Todas las mañanas el calor me saca de la carpa, entonces me tiro en una hamaca en la terraza que da al mar. Pasa el rato y ya hay tres zombies más en la misma condición. De a poco terminamos de estar dormido y el hambre comienza a taladrar, nadie quiere ir pueblo con este calor, en verdad nadie quiere moverse de su hamaca, quizás solo para tirarse al agua. Únicamente nos queda esperar el desfile de vendedores ambulantes. A lo lejos se ve un hombre cargando mercancía, todos levantamos la cabeza pero la volvemos a bajar cuando descubrimos que se trata del tipo que vende hamacas y sombreros, luego viene el de las empanadas con poco queso que solo están calientes si el día no esta nublado, algunos le compran al de las cazuelas y camarones apanados con arroz, después se aparece la francesa que vende galletones con sabor a mantecol, también el de las empanadas de pollo con ají y limón y, por supuesto, el tipo que vende cigarros.
A lo mejor Vito cocina algo esta noche, sino un choclo asado con queso en el pueblo, luego cerveza. Y ron. Y una empanada. Y 2 plátanos para el desayuno, ya sabemos que los días son largos, pero no aburren, hipnotizan. Mas todo aquí es una mera ilusión, una fantasía de fiesta, vicio, y conversaciones banales. Ya me quiero ir.

sábado, 26 de marzo de 2011

Hoy

Los días pasan sin el peso del calendario El ocioso silencio se disfruta y da mucho que pensar, ya sea en el futuro o en el presente. De 20 hostales ¿Cual fue el mejor? ¿Cuanto he gastado en encendedores y papel higiénico? Me voy el lunes o me quedo? Hasta que el hambre calla todas las voces y me lleva a la calle. Recorro el pueblo en busca de un menú barato, una hamburguesa (le ponen papas, ensalada y todo al pan y las salsas las hacen cundir con agua), churros o fruta, descubro almacenes que no había visto, ve las´mismas artesanías de siempre y un incesante desfile de morenas peruanas y gringas rubias. Ya satisfecho intento dormir un poco en la playa mientras mi mano juega con la arena, entonces el calor se vuelve insoportable y al mar, una playa espectacular, agua tibia u olas precisas. ¿Unas cervezas? claro, 4 por 10 soles la Club. Las botellas pasan, cae la noche y el calor apenas disminuye. Mientras tanto llega más y más gente a los locales de bambú. La música sube el volumen y de pronto todo Máncora es una fiesta en la playa con tragos de colores y nombres ridículos, pachanga y música electrónica. De pronto el hueveo se acaba, en 5 minutos todo se apaga. Ya son las 3 de la mañana y la ley dice no más, sin embargo la multitud no tiene sueño, todos viven la ilusión de la fiesta eterna, aun hay artistas en monociclo y malabaristas de fuego, parejas en la playa y gente en movimiento. Los cabros de la feria me dicen que la fiesta sigue en "El Ponit", un hostal de lujo a 15 minutos caminando por la playa. Fuimos y en 3 horas ya estábamos de vuelta, el sol se asomaba y yo cerraba los ojos.
Calor, mucho calor. En el hostal de al lado suena una banda de cumbia en vivo y son las 10 de la mañana de un día domingo. Me ducho con agua fría y no tengo ganas de salir; juego ajedrez, leo en la hamaca, escribo, fumo y sigo escuchando la monótona cumbia romántica que no se detuvo hasta las 6 de la tarde, cuando ya habían cumplido su horario de oficina. Quizás hicieron una pausa para almorzar, no se, pero imagino a los músicos con sandalias, camisas floreadas, teclados y trompetas encadenados a una gran bola de acero, cagados de calor, obligados a sonreír, haciendo que la fiesta no se acabe nunca.
Sigo viaje por que avanzar me motiva. Dejo atrás una semana placentera en Máncora y esta noche viajo a Guayaquil, Ecuador.

sábado, 19 de marzo de 2011

Cero Metros

Y fuimos a Machupicchu. El camino fue un verdadero rally; el chofer (que en verdad corría rally) llevó la combi y sus 12 pasajeros al límite por una angosta carretera de tierra que constantemente se enroscaba en los frágiles cerros esquivando precipicios, derrumbes, ríos y la espesa selva que comenzaba a asomarse. Lego de infinitas vueltas la montaña rusa se detuvo junto a las vías del tren en una Hidroeléctrica escondida al interior de las montañas. Ahí iniciamos, al atardecer, una caminata de dos horas hasta Aguas Calientes. Llegamos de noche, mojados y hambrientos, sin embargo pudimos disfrutar, después de mucho tiempo, de una ducha caliente y con presión. Como a las cuatro de la mañana comencé a caminar hacia la magnífica ciudad construida por Pachacutec. Llegué minutos antes del amanecer y hasta el medio día me perdí por las terrazas de tiempos remotos y vidas pasadas.
Antes de volver a Cuzco tuve tiempo de recorrer Aguas Calientes, un pueblo dentre una y cinco estrellas que brilla en medio de la jungla, para regocijo del turista de cualquier tipo, durmiendo junto torrentoso río Urubamba. Daba la impresión de que el pueblo solo era una molesta roca que por casualidad cayó al río y no tardará en desaparecer.
El camino de vuelta fue igual de intenso, pero mas animado gracias a un grupo de chilenos que paraban en cada pueblito a comprar Pilsen Callao y tres chicas griegas (todas llamadas María) que no paraban de celebrar.

De Cuzco salimos a las 5 rumbo a Pisco, en la costa. A la media noche nos comimos un derrumbe que nos tubo toda la noche parados rodeados de niños inquietos y escurridizos aromas a baño químico y mierda. 20 horas después llegamos Nos vajamos en el cruce de la Panamericana con Pisco habiendo pasado por un ciclo de cine de la más fina selección: Rápido y Furioso de la 1 a la 4 soportando el calor en un lento y cobarde bus. Si hubiésemos viajado directo a Lima veíamos también la parte 5.
La urbanización donde nos vajamos correspondía a la Villa Tupac Amaru, a unos 10 minutos de Pisco. En Pisco comimos hamburguesas, fumamos, dimos una vuelta y volvimos a nuestro alojamiento en la villa. Me dio la impresión de estar en una mezcla entre Algarrobo y Calama.
A la mañana siguiente viajamos a Lima. Nos hospedamos en el centro, en la azotea de un antiguo edificio centenario, con el balcón mirando la estatua de San Martín en la plaza del mismo nombre. Lima conserva muchos edificios y casa antiguas en muy buen estado. Posee un centro limpio y lleno de turistas y comercio. Es muy parecido a Santiago; de noche salen las putas y travestis, por todos lados hay gente buscando carrete y hasta el amanecer se puede comprar una hamburguesa. Pero lo más similar son ciertas calles y barrios que evocan a Ñuñoa, Macul, Bellavista, Pocuro, Bilbao o Av. Matta. En las calles no se cansaban de repetirnos que somos pueblos hermanos pero las elecciones próximas a realizarse despertaban un creativo fervor patriota y chovinista: en un lienzo podía leerse "Toledo, candidato de Chile y del Anticristo"

Con una leve resaca de piscola peruana pasamos la noche en un bus rumbo a Trujillo. Llegamos a las 8 de la mañana y fuimos directo a Huanchaco: un diminuto paraíso surfista en medio del desierto con preciosas casas de concreto y curiosas ruinas. Por momentos no se si Huanchaco se esta construyendo o desmantelando. De todas formas el verano acá se acaba y podemos gozar de los bajos precios y de la poca gente, aunque los gringos no se cansan de aparecer (mientras más al norte, más gringos). Recorremos el paseo costero, comemos el menú de 5 soles y vemos la Champions League en el hostal. Mañana Jueves partimos a Máncora, el último paraíso taquilla del norte del Perú.

martes, 8 de marzo de 2011

Tongoy

Sucre es una ciudad blanca, antigua y moderna, como una radio a tubo bien conservada. Los niños juegan con espuma "Rey Momo" y hay que estar atento porque en cualquier esquina se puede ser victima de una emboscada de agua desde algún auto o balcón. Una pequeña niña armada con la ultima tecnología lanza agua con estanque de reserva en la espalda y doble cañón puede arruinar tu ropa recién lavada. Sin embargo en Oruro las preocupaciones son otras. A una semana del inicio del carnaval, el gremio de transportistas amenaza con impedir el desarrollo normal de dicho evento si no se atienden sus alegatos: mantener el alza de las tarifas (50 centavos más para el boleto de micro). Pero pareciera no importarle a la gente, cp,p si consideraran infantiles o falsas las amenazas de estos trabajadores. En el viejo, sucio e hiperquinético Oruro nadie puede luchar contra el rito religioso. El mercado rebosa de productos imprescindibles para fusionar tiempo sagrado y profano en un solo momento místico: fuegos artificiales, máscaras, vírgenes, santos, bombos y zampoñas. Ya se siente el olor a fiesta, pero aun no hay turistas. Las distintas escuelas y agrupaciones ensayan durante las noches acaparando plazas y compitiendo entre ellas, sobre todo agrupaciones de jóvenes orgullosos de su cultura, cantándole al amor en un trance murgero.
el tiempo en Bolivia se nos acaba y Oruro tubo que ser desechado. volvimos a La Paz y vimos a los transportistas hacer de las suyas: tenían bloqueos en el camino, barricadas y neumáticos encendidos, vimos a unos hombres apalear a un temerario taxista que decidió trabajar, nos apedrearon el bus y paramos en el camino, lejos del terminal.

En La Paz, ruidosa y vibrante, nos encerramos en la burbuja turista. Compartimos pieza con unos chilenos recién llegados (se dirigen al carnaval de Oruro) en el hostal Paris y carretiamos al ritmo del ron "Boca Rica" (16 Bolivianos, unos 1000 pesos).

Luego de dos maravillosos días al pedo nos fuimos a Copacabana, ciudad preciosa, donde el ladrillo desnudo sí alcanza armonía con la arquitectura colonial. allí los hippies venden sanguches y caipiriña para extender su estadía a orillas del infinito Titicaca. Y por supuesto fuimos a la Isla del Sol. Un bello oasis turistico pero sin magia. Las ruinas incas no hacen más que coronar un adorno, un cenicero o una concha con ojos de plastico en cuya base se puede leer "recuerdo de la Isla del sol". Sin embargo la tradición Mitimae está presente ahí: aymaras orgullosos de su pasado inca.
Volvimos a Copacabana. Tomando una cerveza en el Kiosco Carmencita a orillas del Titicaca el Palomo me comenta que Copacabana es igual a Tongoy, en eso llegan dos borrachos montados en una bicicleta, saludan a Carmencita y le piden 2 paceñas de 600ml. Nos hablan de lo lindo que es Iquique, de lo caro que es comprarse un auto en Bolivia y del mal desempeño de Evo. 2 borrachos podrían decir lo mismo en Tongoy... pero con una Escudo y una empaná de pino CALIENTE.

Ayer jueves cruzamos la frontera sin saber en que país nos encontrábamos hasta que llegamos a Cuzco, el lugar más turístico que he visto en mi vida. Te atienden como rey y te persiguen para que les compres bufandas y gorros. Por lo menos aquí hay cultura gastronómica.
Anoche nos quedamos en una pieza con baño privado limpio y televisión con cable. Vimos tele hasta las 3 de la mañana.
Este finde vamos a carretiar como corresponde y quizás el lunes o el martes vamos a Machu Picchu.Ojala el turismo no arruine las ruinas.

jueves, 24 de febrero de 2011

Impresiones

En Potosí marchaban con asombroso orden las distintas juntas de vecinos, cooperativas, cholas y agrupaciones de toda clase en dirección a la plaza principal clamando "NO AL TARIFAZO, EL PUEBLO TIENE HAMBRE" y así como llegaron se fueron. Sin disturbios ni desmanes típicos de las violentas manifestaciones de descontento en Plaza Italia.
Sin embargo el sábado nos mostró una faceta diferente. La lluvia cálida y fina instaló el ambiente húmedo del Carnaval Minero. El Tío (diablo, dueño de la mina) bajó del Cerro Rico, celebrado por los bailes borrachos y coloridos de las Cooperativas Mineras. Entre bombitas de agua, espuma, y comida típica, el pueblo se apiñaba en los pobres cerros a disfrutar el desfile de las surreales diabladas que bailaban al ritmo de bombo, caja, tuba, trombón y trompeta.
La lluvia continuó durante todo el día y cuando nos fuimos a dormir aun faltaban por desfilar unas 20 Cooperativas.
Hoy domingo abandonamos el pobre, rico, bello y feo Potosí para desembarcar en Sucre, otra Bolivia, limpia, blanca y de clase alta pero siempre escupiendo sobras humanas.
Sucre me recuerda, no se por qué, un poco a Bahía Blanca, por ciertos barrios, calles y casas y por sobre todo, como en toda Bolivia, por las casas de ladrillo al descubierto sin terminar de construir, como en Ángel Brunel 679.
Nos instalamos en un un precioso y antiguo hostal de 200 años con balcón hacia el mercado. Desde allí pude pasar horas observando el organico moviemiento de la ciudad, su aroma a comercio, su psicodelico color y y la armonioso barullo de bocinas, gritos, silbatos, radios, pregones y risas.

lunes, 27 de septiembre de 2010

Memoria

Jorge despertó medio borracho, el sillón estaba babeado y no le quedaba ningún cigarro.
Luego de unos minutos encontró su billetera detrás de un mueble y sus llaves en la cocina. Salió sin despedirse y montó su bicicleta. A ritmo torpe y peligroso se cruzó con quienes comenzaban el día. Sudando cerveza llegó a su casa no sé si completamente sobrio o más borracho y haciendo más ruido de lo que podía oír guardó la bici como pudo y se derrumbó en su cama.
Mientras el sol entraba por su ventana una pequeña pero molesta voz le contaba una historia de terror o un cuento de hadas. De a poco se iba hundiendo en un pozo girando lentamente, lentamente, muy lentamente. Y PAf!!!! El almuerzo estaba listo.

¿Qué hiciste anoche?

miércoles, 1 de septiembre de 2010

Fauna

Mosaico naranja se cierran las puertas. Próxima estación: Alcántara.
¿A dónde va la gente? Miradas perdidas, trámites, lavar la ropa, comprar el regalo, ir donde Juanito, Escuela militar. Busco un alma igual en cada reflejo pero me ignoran o me apañan durante algunos segundos enrojecidos de vergüenza, por favor abordar el siguiente tren
¿Adónde va la gente? ¿a dónde va la colorina con una mandarina en el bolsillo de la mochila? Se cierran las puertas y no se dan cuenta que yo siempre observo mientras ella, chaqueta escocesa, descansa muy cansada y él habla y habla y habla y ese escucha y aquel lee. Ese me mira. Si usara audífonos no me daría cuenta. Cuidado con el cierre de puerta. Nadie usa la escalera antigua. Afuera es otro mundo

lunes, 29 de marzo de 2010

Deseo

Hacía mucho frío y no te diste cuenta. Dormías, como siempre, con la puerta del balcón abierta, pero esta ya no era tu casa y la temperatura no era la misma. Entonces te despertaste minutos antes del amanecer y la cerraste. Quisiste volver a dormir pero ya no tenías sueño, estabas cómodo, no tenías frío y la luz que entraba por la cortina de paja era maravillosa. Tampoco te levantaste en seguida. 
No tenias apuro.
De pronto la cama ya no la sentías cómoda, el sol salió por completo y las sábanas dejaron de ser suaves. Además tenías hambre. 
No disfrutaste la ducha pues estaba tibia, ni fría ni caliente. Pensabas si seguir bajo el agua o salirte de una vez por todas  entonces te asomaste por la ventanita del baño y viste como el vapor recorría los techos de lata y los edificios hasta abrirse camino hacia el mar. Qué ridículo sería ver tu cara mojada desde el puerto saliendo de una ventanilla en un océano de casuchas. Te secabas y pensaste en desayunar en el puerto. Mientras esperabas tu sándwich quisiste pasar unos días mas en Puerto Montt y buscar trabajo en algún barco oxidado, pero te embarcabas esa misma tarde.
La barcaza Puerto Edén se alejaba lentamente con la ayuda de unos diminutos y potentes remolcadores. Te viste haciendo ese trabajo, te viste con una gorra gris y siempre acompañado de un termo, te viste tomando una siesta en los días de tempestad mientras el puerto permanecía cerrado. Y te viste ansioso de cruzar el Golfo del Corcovado a las cuatro de la mañana, entonces te sentiste no tan al sur, pues la Antártica aun quedaba lejos. Tu no sabias si ibas a llegar. No tenías apuro.

jueves, 25 de febrero de 2010

Sofía 5

Sofía desayunó como si nunca hubiese comido. Cornflakes con leche fue lo primero, pues los prefiere cuando aun están crocantes en contraste con la cremosa leche entera, nunca descremada. Luego una montaña de huevos revueltos sobre dos láminas de queso en una hallulla no muy sabrosa. Bebió la naranjada de un sorbo sin saborearla y por orgullo se trago el amargo café adulto que nunca jamás en su vida le gustó. Casi sin pensarlo guardó la diminuta manzana amarilla, el yogur de vainilla y la mermelada de ciruela de hotel barato en el bolsillo del chaleco de lana gris que se compró en Puerto Montt, "para el almuerzo", con un solo pan con mortadela no podía satisfacer su apetito siempre voraz. Suspiró relajando su ahora hinchado vientre y observó rápida y cuidadosamente al resto de los pasajeros en el comedor: gringos ciclistas, familias, camioneros y mochileros, todos con cámara en mano queriendo capturar para sus amigos las vacaciones que tarde o temprano se les acabará. Mientras Sofía escarbaba una muela con su más afilado meñique en busca de una miga rebelde, pensó en lo ridículo de su oficio de fotógrafa en estos tiempos, de lo inútil que es ante una realidad inabarcable y en la coincidencia que su cámara esté fallando, sin embargo una foto es la única pista que posee de aquella gemela perdida. Luego de deshacerse de la miga volvió a echar un vistazo al comedor del barco y se preguntó a dónde va la gente, sin darse cuenta que ella tampoco conocía su propio rumbo.

Sofía 4

3 de febrero 2010

Es difícil para mi pensar que existen otros, que hay alguien que no soy yo, que si le hablo con sinceridad puedo recibir satisfacciones.
Fui atendida por Gonzalo, primo de un amigo, y su señora en Puerto Montt. Me reí con su Agustín de un año y compartí con los suegros de Gonzalo. Fue un comienzo raro para este viaje. Una transición mágica en un cálida casita en los suburbios de la ciudad con sillas finas, comidas elegantes y onces abundantes.
Pasé la noche en el sillón y no dormií mucho. Al día siguiente los suegros me fueron a dejar al puerto. Un cigarro tras otro y el barco no partía. Una hora en la cubierta y una lancha nos empujo para poder salir al mar. Me comí 2 panes con mortadela y al anoche me tomé una cerveza conversando con Ariel, un viajero solitario, de los que hablan. Mañana llego a Puerto Chacabuco esperando encontrarme con turistas alemanes o morenos pescadores alacalufes.
Acostada se siente el vaivén de Poseidón como nunca lo imaginé. Cierro los ojos intentando no marearme y solo veo su cara, la mía. Es difícil imaginar que en alguna parte de este fragmentado sur la pueda encontrar habiendo tantos espejos.

4 de febrero

Soñé que la encontraba atendiendo un café, una casita de madera con tejas de alerce pintadas de morado. Ella me servía un café, yo lo saboreaba con los ojos cerrados y al volver abrirlos me encontraba en su puesto con su delantal, atendiendo a un viejo.

sábado, 20 de febrero de 2010

Truco

Después de recorrer gran parte de la Carretera Austral llegué a Balmaceda, poblado fundado en 1917, le primera localidad de la Región de Aysen y orgullosa de poseer el único aeropuerto de aquella basta zona.
Sin embargo Balmaceda es un pueblo zombie, muerto y habitado, enclavado en un inmenso valle forrado de viento, sin atractivos turísticos ni estéticos. Sus 600 habitantes son tranquilos fantasmas de la pampa preocupados solo del mate, el truco y la TV. Llegué a esta villa al final de mi viaje y recién ahí comencé a desentrañar el verdadero secreto de Aysen: la tierra de la naturaleza, la selva que solo puede ser habitada por primitivos Chonos canoeros desnudos, última región poblada y la primera en desgracia. Balmaceda, en franca decadencia, me mostró, casualmente celebrando su 93º aniversario, lo que significa el capitalismo, la patria y la falta de sabiduría. Balmaceda es un pueblo feo y bello, pobre, triste y tranquilo junto a la modernidad del aeropuerto tercermundista, donde viajeros franceses e israelitas desembarcan deseosos de de conocer el Ventisquero Colgante, la Catedral de Mármol, la Piedra Enclavada, pescar una trucha gigante y andar en kayak sin percatarse que a escasos metros de la cafetería del aeródromo, en la Brigada de Incendios, la junta de vecinos realiza una Mateada Familiar cumpliendo con el programa de la Semana de Balmaceda. Entre cigarros, mermelada de frambuesa, galletas, pan amasado y calzones rotos, se discute quien será la Reina y si el partido de fútbol se juega hoy o mañana; la orgullosa villa realiza la fiesta para sí misma, sin concesiones a turistas y lejos de la pirotecnia de las famosas fiestas costumbristas de los poblados más visitados. Balmaceda se aferra a la pampa para no desaparecer, aunque todos sus habitantes sospechan que así debería ser. Mientras tanto Mirna insisite en construir un restaurante y un hotel viendo cómo el vuelo 086 rumbo a las ciudades de Puerto Montt, Temuco, Concepción y Santiago despega.

viernes, 12 de febrero de 2010

Espectros

¿Cuantas mujeres me miran en la calle?
Si por cada mirada pudiera atrapar sus almas y utilizarlas cuando me convenga, sería entonces inmortal.

¿Cuantas mujeres tienen mi vida? ¿Cuantas veces me han robado a través de del reflejo del metro absorbiendo mi energía como una pila que lentamente se carga durante la noche?

martes, 5 de enero de 2010

Ecolocalización

La Perseguí hasta acorralarla en un rincón de la piscina. Ella muerta de vergüenza pero con ganas de más ¿y a mi qué? es que Gustavo y todos los demás me están mirando ¿y a mi qué?
Como una trampa para osos mis piernas aferraban las suyas frotándolas libidinosamente bajo el agua. Yo tiraba hacia abajo y la Gaby se agarraba del borde de la piscina. Dale que dale y se soltó, es que mi hermano  me está mirando ¿y a mi qué? La Gaby quería seguir jugando, no lo podía ocultar a pesar de sus palabras de cobardía, y no te voy a devolver los lentes. Entonces, de no se dónde sacó una moneda de cincuenta pesos, la voy a tirar y el que la encuentra primero gana. Es astuta la mina. Me sumergí e intenté dar con el tesoro tanteando el fondo a ciegas, no quería chupar cloro por los ojos. Al rato me aburrí de la excusa; sin salir a la superficie fui en busca de la Gaby para manosearla sin culpas y darle un beso sin que Gustavo y todo el mundo la mirara. Placer fugaz, si no botay el aire no nos vamos a hundir, Gaby. Un, dos, tres, de nuevo bajo el agua: ridículo, jamas romántico. Fue divertido. Luego me alejé rozando el fondo hacia el otro extremo de la piscina, me salí, le lancé los lentes, me tomé una cerveza, comí las sobras del asado y fumé con mis amigos sonriendo victorioso.
Al cabo de tres cuartos de hora la vi volver al agua. Yo me zambullí salpicando con escándalo en medio de una conversación y comencé a buscar la moneda. Me hundí lo que más pude mirando hacia la superficie, esperé unos segundos y cuando la vi pasar sobre mi, la agarré bien fuerte de la cintura y la besé. Me alejé en dirección contraria, al emerger la Gaby se reía frente a mi. Pancho, me confundiste con la Pía, la Pía, la Pía ¿quién es la Pía? miré hacia atrás y vi a la flaquita nadando de aquí p'allá como medallista olímpica.
La Pía, hablé con ella hace un par de horas, filósofa, increíble, no podía aburrirme de ella. Contar ideas, sensaciones, no historias, algo así hablábamos y luego Pancho, no te sientas obligado a quedarte acá y hablarme. ¿Que podía hacer yo? sonreír, sonrojarme, balbucear, vacilar e irme avergonzado de no se que. Y la Pía seguía su rutina de ejercicios náuticos mientras la Gaby se reía y flotaba deseosa de ser manoseada una vez más. Una vez mas como si nada hubiese pasado y ¡Paf! ¡alguien se cayó! la Fran! doy mi vida a que fue la Fran. Me asomé y la Fran chorreaba chocolate por todos sus poros entre dolor y risas. No se acordaba de nada y se mantenía tranquila por la anestesia del pisco. Charlé con ella entre cigarros y bromas hasta que llegó la hora de irse. Sin noticias de la Gaby me puse a ordenar hasta que la vocecita de la Pía me interrumpió: ¿te ayudo Pancho? ¡pero si la vi irse con su novio hace un buen rato...! agradezco tu iniciativa, pero ya estoy listo.
Dormí en el auto. Fue un buen día. ¡Ja, la Fran! No me puedo olvidar de la Pía

Hielo

A pesar de la infinita oferta urbano-natural que ofrece la ciudad, sumado a nuestros intentos de recorrer cada rincón, desde el más romántico hasta el más repugnante, la plaza Inés de Suarez siempre fue un punto de encuentro recurrente, porque está junto a la ciclovía, porque ahí nadie webea, porque el barrio es lindo o porque sí. Revolcarse en el pastito y pegarse un siestecita bajo un plátano oriental junto a Julia era lo máximo. Un sixpack de Escudo. Yo traje unos sándwich ¿y tu? La Julia se esmeró con una ensalada de frutas y una especie de panqueque delicioso. La comunión intercambiando alimentos, unos pititos pa pelar el cable y te traje el mp3 con los parlantes para mostrarte mis canciones favoritas. Los tordos revoloteaban juguetonamente como pichanga de recreo, algunos escolares peloteaban en serio y otras parejas intentaban imitarnos. Perfección.
Hace ya mucho tiempo que nos estoy con Julia pero siempre le propongo unas chelas en la plaza ¿aperray? El destino pone trabas y le reunión nunca se concreta. Un miércoles nos ponemos de acuerdo y ambos podemos, esta ves si que si, pero la primavera nos trae granizo; en medio de una soleada y optimista semana el agua, fuente de vida, se hace hielo. Relámpago anuncia el llanto con un destello rompecorazón y Trueno raja las nubes como reventando una bombita de agua. Al rato sale el sol, pero el pasto ya esta mojado. La espero media hora con mi ultimo cigarro sentado en la fuente vacía de la plaza. Luego me voy al paradero mirando de reojo hacia atrás.

lunes, 21 de diciembre de 2009

viernes, 13 de noviembre de 2009

Epifanía

Su mente divaga de la misma forma que la radio de su celular en el metro. Por momentos la esquizofrénica lucha épica de las obras de Wagner y Mussorgsky estallaban en una soberbia experiencia sonora, entonces los olores, el calor, el sudor, y las caras feas que conformaban el rebaño del vagón desaparecían ante tal banda sonora. Pero cuando un redoble de timbales anunciaba el final de la batalla, una trombosis afectaba al transmisor retorciendo la frecuencia modulada hasta hacerla sangrar ruido a borbotones como si hubiese sido decapitada. En esos momentos de interferencia Héctor se deba cuenta quién era, dónde estaba, a donde iba y por qué. De pronto el huracán se calmó dando paso a un sobrio locutor anunciando las bondades del producto auspiciador. Héctor buscó en la banda hasta enganchar los estridentes gritos de Sandro. Una sonrisa se dibujó en su tibetana careta hasta que la canción finalizó, pues supo que a partir de ese instante ya no era el mismo. Eso.

Futuro

Nadie lo sabe con exactitud, pero la mayoría cree que la edad de Héctor bordea los 60 años, otros aseguran que es mucho más. Su piel dura refleja a un hombre que en su juventud debe haber sido todo un adonis y aunque sus ojos vidriosos revelen el desgaste de una dura vida, aun conserva un estado físico, envidiable incluso para los jóvenes, que lo congela como un hombre de cincuenta. Su cabeza se sostiene sobre un firme cuello revelando una aun poblada cabellera gris, por sus orejas, agrandas tras el paso del tiempo, se desliza unas sutiles patillas del siglo diecinueve que acarician sin pudor los marcados huesos de la quijada, dándole un aspecto rudo y familiar. Viste camisa a rallas, suéter kaki abierto, pantalón gris y mocasines marrón. Es como un adolescente adornado en ropa usada. De joven aprendió el oficio de electricista y a lo largo de su vida supo ser soldador, carpintero, mecánico, plomero y chofer. Tanto trabajo le dio a sus manos piel de tiburón, capaz de destapar una cerveza sin esfuerzo alguno o resistir el recalentado metal de la parrilla cuando esta se desploma durante algún asado con los empleados de la empresa. Jubilado ya, en momentos de ocio se escapa de sus hijos para cumplir con algún trabajito, Subido en la micro aguanta el embotellamiento jugando con el celular que le regalo su sobrina. Con una mano ejecuta el aparato y con la otra sostiene una lupa que no se desarma gracias una tonelada de huincha. Sus amigos le dicen que se compre unos lentes, pero Héctor sostiene que no hay nada más útil que una lupa, pues además le servirá para encender fuego cuando se valla de viaje, si es que logra juntar la suma necesaria con esos trabajitos que se consigue a escondidas de su doctor, de sus hijos, hermanos y gobierno. Héctor es un hombre de pocas palabras, observador, asertivo, quizás sabio, al menos así lo ven sus cercanos, sin embargo su nieta lo trata como igual, sabe, sin saberlo, que está confundido, que aun no decide qué hacer cuando sea grande, que tiene que madurar y por eso se va de viaje, por eso lo confió sus planes a su más pequeña heredera y ella guardó el secreto como si fuese un juego. Héctor está decidido, se lo debe a su difunta esposa, se lo debe a si mismo. Después de tantos años aún intenta imaginarse en vano como seria su vida siendo viejo.

miércoles, 11 de noviembre de 2009

Mil Caras

Cuando vemos a un actor o actriz en escena, ya sea en teatro o cine, hay un factor que determina su éxito más allá del talento que posea o su canon de belleza. Es la fotogenia, la relación entre un rostro y la luz, la forma en que los espectros de colores rodean y acarician la mandíbula, la cuenca de los ojos, el pelo, la frente y la nariz. Aquel rostro baila con la luz revelando mil caras, cada una más bella e interesante que la anterior, sobresale la forma de los huesos mostrando su perfecto diseño armonioso. En un plano cerrado se puede percibir la textura de la piel, aquel ripioso paño que queremos tocar, mucho más interesante que cualquier tela inmaculada. Podemos apreciar en un detalle la irregularidad de los labios, la prominencia de las cejas, la alegría de las orejas y la soberbia presencia de la nariz. Los focos hacen el amor con el rostro pariendo un ser perfecto e infinito.

jueves, 29 de octubre de 2009

Matices

Me levanté temprano en la mañana, me preparé una leche con nesquick y me duché durante 10 minutos. Me levanté alrededor de las 5 de la tarde, tenía mucha sed, bebí un litro de agua y me tiré a la piscina. Después agarré la bici y me fui al taller, encuaderné 4 libros, almorcé comida china, me fumé un tabaco, fui a una chopería con el Alejo, comimos chorrillanas y llegué a mi casa las 10 de la noche. Después encendí el computador, escuché música y vi un par de peliculas. Me llamaron por teléfono, agarré la bici, compré una promo y me fui a la casa del Tita. A las 3 de la mañana ¿me voy o me quedo?

Me levanté cuando el sol se hizo insoportable, me compré unas frutas y salí a caminar. Pasé de largo, me comí un cono de papas fritas y caminé de regreso a la carpa para intentar dormir a pesar del sol. Encontré un pozón de agua cristalina y me bañé desnudo, luego escribí un rato y al atardecer volví al camping. Me desperté al atardecer y desayuné una empanada. Desarmé la carpa, ordené mi mochila y me fui al terminal de buses. Desarmé la carpa, ordené mi mochila y me fui al terminal de buses. Me senté junto a la ventana, cerré los ojos y los abrí en un camino de tierra, solo quedaban un par de personas en el bus. Me senté junto a la ventana, cerré los ojos y los abrí en Santiago. Me bajé y comencé a caminar, tomé un bote, luego seguí caminando, después saqué mi libreta y escribí un rato. Me bajé, tomé el metro, luego una micro, llegué a mi casa, me comí un pan con queso y encendí el computador.

domingo, 25 de octubre de 2009

¿Dónde?

Cuando era chico me preguntaba a dónde van a parar las cosas perdidas. Algunos años después intentaba descubrir dónde iba la gente cuando desparecía. Ahora, cada vez que llego a mi casa, reviso debajo de la cama y atrás del sillón con la esperanza de encontrar todo lo que se me ha caido del bolsillo o si aparece algún amigo de esos que ya no me llaman.

Apátrida

Cuando llegué a Santiago no entendía nada. No sabía por qué el cielo era gris, no podía descifrar el lenguaje de la calle, no entendía por que le decían completo al hot dog y tampoco podía comerlo. Cuando llegué a Santiago no entendía eso de ir al colegio en una liebre, no podía descubrir por qué las teleseries estaban en guerra y no entendía por qué la gente se llamaba Parraguez, Aguirre o Soto. Cuando llegué a Santiago no entendía por qué todo era tan diferente e igual. Cuando me fui de Santiago no entendía por qué me estaba yendo.

Novela

La vi subirse a la micro con un libro en la mano. Iba parada entre la gente leyendo. Por momentos levantaba la cabeza y parecía mirarme unos segundos, luego volvía a concentrarse en su lectura. La micro se detuvo en Tobalaba y ella se bajó. La vi introducirse en el metro y noté que ya no llevaba el libro en sus manos. Me di vuelta y descubrí que el libro estaba junto a mi, en el asiento que daba al pasillo. Lo hojee y vi que las páginas estaban en blanco. La micro partió y no pude dejar de leer.

viernes, 9 de octubre de 2009

Sofía (3)

Domingo 30 de agosto

¿Que sentirá un adorno? Esos que acomulan polvo en la casa de mi abuela, o la colección de gatos de madera que se asomaban en la ventana del depto de Daniel.
Yo creo que son como un niño castigado, una vieja con alzaimer, una nana puertas adentro, un adolecente inválido, una dueña de casa maltratada. Todos miran por la ventana anhelando la libertad.
Así me sentía yo en el internado. Lo que es no tener papás. Tenía el chanchito lleno de monedas y no podía usarlo... ¿dónde podía gastar esas monedas en el liceo de niñas?
En cambio ahora me quedan tres lucas y puedo ir a donde quiera. Hay que hacerlo nomas, tengo que encontrar a esa mina. Cuando era chica tres mil era mucho... ¿podrá ser mucho ahora?
No quiero vender mi cámara

miércoles, 7 de octubre de 2009

Sofía (2)

Sábado 29 de agosto

Me desperté cagada de sueño, con caña y con una cara del terror, mientras me duchaba me acordé de lo que había soñado. Igual no me acuerdo todo, como que siempre se me olvidan partes, es que los sueños son muy difusos: 
Estaba en mi casa a punto de salir al colegio y no encontraba mi bufanda, la busqué por todas partes y no aparecía. Hice el medio escándalo, le eché la foca a mi vieja y estuve a punto de no ir, pero me obligaron. Me subí a la liebre y en el asiento de adelante había una niña igual a mi con la bufanda. Yo le tiraba la bufanda y la niña desaparecía. Es todo lo que me acuerdo.

Sofía

Viernes 28 de junio

Anoche antes de acostarme revisé las fotos de  la fiesta en Combarbalá. En una estaba Don José  y sus  señora junto a la parrilla y me di cuenta que en una esquina del encuadre había una mujer que no vi durante la noche. Le di zoom a la foto todo lo que aguanta y ahí caché que esa loca ¡es igual a mi! Y la  la weona estaba sacándole una foto a la misma pareja. No era yo, es imposible que me haya reflejado en ningún lugar. Que raro, incluso se vestía como yo, o sea con un estilo parecido pero era otra ropa.

Apenas pude dormir pensando que ella podría ser mi hermana gemela. ¡Qué brígido pensar que mis padres me lo hayan ocultado toda mi vida! Y lo qué es peor ya no puedo exigirles una explicación. O tal  vez hay moldes limitados que fabrican personas y justo la que es igual a mi vive por acá. Eso me asusta más, pero igual tengo que saber quién es, como es su vida, que le gusta hacer, si le gustan los mismos cigarro que a mi y todo eso. ¿O es coincidencia? Pero lo más raro de todo es que a nadie le haya  llamado la atención que hubiesen 2 personas iguales, por ultimo me la podrían haber presentado. Esta wea es muy rara, tengo que cachar que onda.

lunes, 21 de septiembre de 2009

Fonda

No se cuantas horas llevaba caminando, arrastrando los pies por el desierto más seco del mundo. El sol del norte erosionaba mi piel y ya no había más saliva que tragar. Eso de los espejismos es mentira, daría lo que fuera por ver un oasis, aunque fuese pura mentira, ni siquiera serpientes venenosas hay por aquí. Entones levanté la mirada y el Inti atravesó mi cerebro dejándome en animación suspendida. Un sutil levantamiento de arena trajo el murmullo de tambores y bajas frecuencias. Distinguí bombo, platillos y tuba. Al poco rato apareció una caja, trompetas y trombones. Un demonio pasó a mi lado seguido de un contingente de bailarinas y la orquesta de bronces develando la diablada en su máxima expresión. El murmullo pagano se alejó con un segundo remolino de arena y yo caí rendido en el pasto. En el escenario de al lado comenzaba un concurso de cueca y el Tita me ofrecía mote con huesillo.

jueves, 10 de septiembre de 2009

Leitmotiv

Ayer llovió y la mañana se alza espectacularmente azul fría, aun hay lagunas por todas partes y algunos se resisten al optimismo cargando botas y paraguas. Envuelto en guantes de cuero, gorro de lana y bufanda salgo a la calle rompiendo el viento con una bicicleta de ruedas delgadas. Sin espejo retrovisor el oído es el mejor aliado del ciclista, mas hoy es momento de irresponsabilidad, de mis orejas cuelgo audífonos conectados al celular, traduciendo en vibración acústica la onda electromagnética de 96,5 megahertz de la frecuencia modulada donde Radio Beethoven transmite una de esas impresionantes tonadas épicas de Richard Wagner.
Unos violines chillones y asesinos me llegan como la primera cachetada de brisa helada seguidos del retumbar de timbales al cunetearme, perder un poco el equilibro y pasar rebotando sobre el pavimento en mal estado. Las flautas anuncian la tranquilidad al retomar el control en la calle y el resto de los instrumentos se unen al llegar a la primera avenida, haciendo armonía junto al semáforo y los bocinazos. A lo lejos diviso el inicio de la ciclovía, la alcanzo al compás de un redoble de tambores y trompetas olímpicas: se inicia la maratón. Compite un oficinista en casco, luces y alforjas, una pelirroja de guantes chilotes, pantalón manchado de pintura y mochila llena de quién sabe qué, y yo.
El pánfilo toma la delantera seguido de la colorina, que buen trasero tiene, yo la sigo saboreando su culo y ahorrando energías. La música se enrarece justo cuando un semáforo me separa de la punta y una vieja en jeep me atrasa aun más. Frena, frena, ¡freeeeeeeeeeeeeenaaaaaa! Vieja culiá. De nuevo en la pista, recta final y a recuperar lo que me pertenece. Los instrumentos se entremezclan formando una metralla sonora, la ráfaga de balas cae a mis lados y yo pedaleo cada vez con mas fuerzas hasta que llegando a Pedro de Valdivia, justo cruzando la calle, atravieso el tiempo y el espacio dejando al pastel y a a la pelirroja en medio de una ráfaga desconcertante. Muerdan el polvo, perdedores. El ñoño del casco parecía no entender, la mina ya había entrado de lleno en el juego y e inició una brutal descarga de energía para alcanzarme, pero el destino nos junta y nos separa. La colorina sigue de largo por la ciclovía a una velocidad supersónica mientras yo doblo a la derecha y sigo lento pero triunfante por la vereda, esquivando los últimos obstáculos: peatones distraidos, tímidas universitarias mirando cómo sus pies caminan, viejas que se paran a recordar lo que han olvidado, perros inescrupulosos, y una madre soltera llevando a su hijo al jardín, un  móvil zigzagueante de trayectoria errática y fugaz, objeto furioso y fragil ta tá tarara ta tá tarará y en ultimo compás de la sinfonía un ta ta ta tá splash justo cuando el niño salta sobre un charco, apenas lo esquivo y su madre lo castiga con cachetazos al son del tan tin poooooom final. La rebverberancia de los instrumentos extinguiéndose y yo sigo avanzando sin pedalear, sólo con lo que queda de impulso. Toco el timbre y el locutor anuncia una nueva obra mientras me quito los audífonos.
Gané.

martes, 8 de septiembre de 2009

El Abrazo

Hasta Maipú no es tanto si la micro fuese más rápido. Yo estaba nervioso, nunca había ido a Maipú, sentía ese hormigueo característico que te invade al entrar a una zona desconocida, no es como ir de vacaciones a otro país. Maipú figuraba en mi memoria como una zona lejana, pobre, con otros códigos, más peligros; no formaba parte de mi Santiago. Disculpe señora ¿La 401 llega a Maipú?
No podía estar más equivocado, en la micro vi caras que me calmaron, escolares cansados, trabajadores destruidos, señoras gastadas. Era gente, como yo. No como yo, pero de mi especie, buenos. Entonces me acomodé junto a la ventana en la mitad de la micro viendo como una inmensa fila de pasajeros ingresaba al vehículo como si asistieran al estreno de taquilla. Nadie se sentó a mi lado. La micro partió y pensé en leer, pero descarté la idea pues debía estar atento, mirar las calles, apreciar el paisaje, prestar atención a cada detalle para asegurarme que voy directo hacia donde nunca he estado. Señora, ¿qué calle es esta? Todavía falta.
La pista que Julia me dejó era bastante clara, aunque siempre hay lugar para dudas: dos hermanos se abrazan bajo el cohete espacial donde descansa su madre. Dos hermanos se abrazan, yo nunca abrazo a mis hermanos, nunca hay lugar para demostraciones de cariño entre nosotros, es como una alergia mortal, pero los quiero.
Julia no es religiosa, pero siente una profundo respeto hacia el hombre que dedica su vida a la obra de Dios. El templo Votivo de Maipú se alzaba imponente apuntando hacia el cielo cual torre de babel, esperando la cuenta regresiva para lanzar el cohete con feligreses y todo hacia la casa de dios en la luna. Como aquel maravilloso capítulo de los pitufos.
Sentí el viento en mi cara mientras la micro aun se movía, de las viejas pues las nuevas parten solo con las puertas cerradas. ¡Gracias! Vi al chofer asentir por el espejo retrovisor y comencé a correr antes de tocar el suelo, de lo contrario me hubiese sacado la cresta aunque la micro avanzara a solo 5 o 10 kilómetros por hora.
En el sector vi vendedores ambulantes de todo tipo y me acordé de la película de Zefirelli cuando Jesús hace mierda todos los puestos de ventas con un gran mazo, alegando que el templo de Dios no es un mercado. ¡Qué escena, la cagó!
Crucé el umbral y vi a Julia con un pañuelo en la cabeza, haciendo como que rezaba el rosario, sentada en una de las filas de al medio. Me acerqué sigiloso, procurando no perturbarla. A los pocos centímetros me detectó pero siguió hablando con dios. Le susurré no se qué frase en latín y ella escupió una leve carcajada. Cuando los ecos de su herejía se extinguieron me tomo del brazo y me hizo un tour por el templo hasta llegar al confesionario. Luego de media hora nos arreglamos la ropa, nos peinamos y nos fuimos. La misión a la luna había sido todo un éxito.

Rin del Angelito

Estábamos construyendo un ataúd con la madera de los cajones de la pieza de atrás.
A Juan se le ocurrió que fuese vertical, Coki propuso ponerle rueditas y yo dije que la parte superior debía ser de cristal. Pasó el día mientras llovía y al atardecer se despejó. i mamá estaba nerviosa por sonido del serrucho y la suciedad del aserrín. Mi papa se paseaba dando consejos de carpintería y Mariana tocaba la guitarra encerrada en su pieza mientras Coty ladraba sin parar. Escuchamos la discografía de Charly hasta terminar la obra cerca de las once de la noche. Coki pasó la aspiradora mientras Juan ordenaba las herramientas. Yo entré a mi pieza y vi a Violeta Parra en un sucio catre blanco, me preguntó si el ataúd estaba listo, le dije que si e inmediátamente se murió. Debajo de la cama salieron sus hijas cantando y tirando flores.
Desperté recordando a Nando, que ayer fue operado. En la ducha pensé que quizás el ataúd era para mi.
Qué brillante idea, vertical y con tapa de cristal, para ver sólo el magnífico peinado.

martes, 1 de septiembre de 2009

Ciclovía

Me fui a la casa del Pocho intentando escapar de las preguntas, de los silencios, del microondas, del televisor y de la familia. Ahi me piscolie y bailé medio borracho sin darme cuenta del amorfo movimiento de mis pies: hombro, pierna, ya tu sabes, hombro, pierna ya tu sabes, vuelta, vuelta, pecho, cintura colita, pecho cintura ya tu sabes. Humo hasta reventar y el Pocho se rajó con unos sanguches. Noche perfecta y sábado de mierda. Sábado sagrado. Me levanté temprano y desayuné ligero. Ducha de veinte minutos y a pedalear por Pocuro hasta el taller. Sol de invierno helado, la gente trotaba, paseaba a sus perros, fumaba, jugaba, yo iba al trabajo, al verdadero. Podría hacer esto todos los días.La ciclovía se desvía por Antonio varas, luego se introduce por Puyehue revelando el precioso barrio donde algundíanunca me gustaria vivir, casas de los años cincuenta hacia atrás, almacenes de barrios, mueblerías, talleres mecánicos, gente diversa, gatos, palomas, tordos y perros. Luego hasta Condell y entré.

lunes, 31 de agosto de 2009

Las Trampas de Morfeo

A veces sueño que estoy enmorado. Me despierto feliz, como después de un buen carrete. Ya en la ducha me voy dando cuenta que fué una pesadilla.

jueves, 27 de agosto de 2009

Te cuento que

Después de 3 semanas leyendo el Libro de Manuel en la micro por fin recuperé mi bicicleta. La fui a buscar a la casa del Feco que vive en una casita fea y linda en la calle Paqueta. El calorcito de la noche pre-primaveral me permitió pedalear con los pantalones arremangados y sandalias. Mediando el trayecto me sentí como en un tanque a pedales, la puta madre se me pinchó la rueda, no, si son tres semanas sin la cleta, obvio que me canso y sentí una lija en la garganta, no se si de tanto fumar un tabaco alemán marca "Pepe" rauchen kann zu durchblutungsstörungen führen und verursacht impotenz o si, sí, es el tabaco.
El otoño gris catapulta un existencialismo sombrío pero acogedor, en cambio el fin de agosto, el cielo azul, la noche tibia, la velocidad de la bicicleta y los ahorros para el verano despiertan al verdadero orangután que llevo dentro. No hay nada como vivir en la selva.

miércoles, 19 de agosto de 2009

El almacenero

La 401 llegó a mi parada justo cuando estaba en el último párrafo del capítulo, puedo terminarlo después y empezar a caminar por Pedro de Valdivia, convirtiendo los adoquines rebeldes en un paseo por la galería de mis pensamientos. Ya sabía lo que iba a ver, qué sucedería, qué paisaje se me presentarían y qué actores protagonizarían la escena esperando recibir telepáticamente mi libreto. El lustrabotas lamía el viejo zapato de un viejo barbón que leía quien sabe que panfleto marxista. Semáforo en rojo y un piño de peatones retaba la suerte cruzando Providencia antes de brillar la verde. Los empleados del Shop Dog sacaban las mesas a la calle y las decoraban con manteles rojos, intentando, ante la mirada de una fumadora viejita que ya se había sentado, dar un toque de café literario a su servicio de comida chatarra. En el Starbucks una fila de abogados, arquitectos, oficinistas y estudiantes de periodismo esperaban su desayuno mientras un empleado subía una escalera que venía del subsuelo anudandose el delantal verde. Yo no podría efectuar semejante operación con éxito inmediato, aquel cafetero dominaba su trabajo. El Pollo Valdivia, cerrado como de costumbre, ese polloconpapasfritas que debería devorar algún día de estos. Cruzando 11 de Septiembre, qué nombre para una calle ¿no?, el rebaño humano se introducía en el corral del paradero mediante la guía de pastores contratados por el Ministerio de Transporte y Telecomunicaciones. No voy a tomar una segunda micro si tengo que caminar menos de un kilómetro. En esa misma vereda un carrito blanco mostraba juguitos en caja y sánguches envueltos en nylon mientras el vendedor extraía del interior del carrito un hueso de chancho con algo de carne y mucha grasa colgando, le sacaba una tajada y le preparaba otro pan a una universitaria gordita con ese delicioso sabor a calle sucia, aunque yo prefiero las sopaipillas. Que profesiones ¿no? Chef Callejero, Doctorado en Cafeína, Técnico en Betún para Zapatos, Ingeniero en Transportes, eso no se estudia en la Universidad de las Ciencias de la Informática de la vereda de en frente, la casa del futuro desempleo humano. Pero yo con empleo, reflejando esa cara, como la de un niño que tiene ganas de hacer caca y no tiene ningún baño cerca; esa expresión que mezcla el dolor intestinal con la certeza de que tarde o temprano efectivamente se hará caca en los pantalones. Y que empleo empleo ¿no?, rutina que me engorda y mata. Podría pedir asilo político en la Embajada del Uruguay, irme a Montevideo y empezar una nueva vida, o refugiarme en el consulado Chino, ir al oriente donde, dicen, está el futuro. Que curioso ¿no? La República Oriental del Uruguay y la China frente a frente, pero ¿por qué no tiene brazos esa estatua? Es Galvarino. Más bien debería representar a un guerrero charrúa y no mapuche. Charrúa, uruguayo, me gustan esas palabras, suenan a otro significado. Peruano se me hace como cuello, Uruguay es sombrero y oligarquía suena camisa grande. Debería escribir un diccionario y hacer clases en el colegio de las Monjas Argentinas, podría engancharme con alguna alumna o una Sister y luego ser expulsado por la Madre Superiora. Y el quiosquero ¿le venderá cigarros a las alumnas? No tiene pinta de quiosquero, quizás heredó el oficio de su madre, esa que a veces me atiende con mala onda, mal olor y falsas cejas mal dibujadas. Que aburrimiento ¿no? Fumar, contar el vuelto, leer el diario, contar el vuelto, comprar un cafecito en el negocio de al lado, contar el vuelto, cerrar el quiosco y contar las ganancias. Sí, yo podría ser quiosquero, o almacenero en un pueblo chico y abastecer de tallarines, conservas, jabón en polvo, devedés vírgenes, pilas, vino, fiambre, ollas, pelotas de futbol, pistolas de juguetes, joyas baratas, cartulina y la revista del mes pasado a toda la comunidad de Cochamó, lejos del palacio de la municipalidad, que lindo barrio ¿no?, con esas casa antiguas, aquel edificio rosado de la esquina, calle Mar del Plata, una vez estuve en Mar del Plata y no se si me gustó, casa 1966, timbre, ensayar cara de productividad y a trabajar.

domingo, 9 de agosto de 2009

Combustión Lenta

Narvaez me llamó a las nueve y media de la mañana adelantándose a mis pretensiones de despertar a las once.
-Hermanito, no me dejaste el disco duro en mi escritorio, lo necesito antes de las doce -explica Narvaez con una tranquilidad preocupante.
Una ducha de miserables cinco minutos, un desayuno a medio tragar y antes de abrir los ojos ya me encontraba mal encajado en la micro, compartiendo viaje con otros ridículos madrugadores. Ayer fue viernes, curanto monumental, choritos, almejas, machas, longaniza, papas, chuletas, congrio, y una buena variedad de pisco, ron y vino en la casa del Enano. Si le hubiese dejado el disco duro a Narvaez el mismo viernes en la tarde, ahora recordaría con más satisfacción lo bebido en la noche.
A penas me mantenía erguido en el asiento, gases y ácidos intentaban abrirse camino por el esófago y los destellos del sol me taladraban el lóbulo frontal. Acto seguido llegar a la productora, guardar el disco duro en su caja, tomar un taxi, ir al estudio y hola ¿Narvaez está por ahí? toma, te traje la claqueta también. Ante una pared pintada de verde radioactivo se alzaba una escenografía que emulaba la entrada de una casa. Un actor interpretaba a Tarzán sosteniendo una taza de azúcar. La maquilladora le lijaba el rostro, la vestuarista le revolvía el taparrabo y el Director daba vueltas nervioso. El Nacho me dio un cigarrito y me escape del set para fumar. El cielo estaba preciosamente azul, puro, lejos de aquella química pared verde. Misión cumplida, chau Nacho, me voy, pásalo bien. Nada más tenia que hacer ahí. Caminé hasta la calle Chile España, tomé la 212, me bajé en Providencia, fui hasta la estación de metro Los Leones y mientras sacaba mi billetera para recargar mi tarjeta bip localicé una tabaquería junto a la escalera, donde comenzaba la galería de negocios de la estación. Me agache para ver los prductos en la parte inferior de la vitrina. ¿Por qué el tabaco está tan escondido? Paquetes de dos a diez mil pesos. Hoy en día es difícil encontrar una tabaquería que venda tabaco. Entonces, entre el Aconcagua extra fino y el Drum, localicé un humilde paquete de Cuatro Leguas, el mismo que había comprado el verano anterior en El Bolsón por solo cinco pesos argentinos. ¿Cuánto sale el Cuatro Leguas? Ese que está a ahí, no, el otro, el Cuatro Leguas, no, el que está al lado del Drum, el azul, si, ése es el Drum, el que está al lado de ese, ése mismo. Puta la hueona tonta, no cacha nada de lo que me esta vendiendo. Tres mil seiscientos. Me lo llevo ¡ah! y unos papelillos.

El despertador del celular sonó cuando la micro pasaba por el Apumanque, ya eran las once y recién me debería estar levantando, pero la satisfacción del madrugador es inexplicable; me hice la idea de que estaba aprovechando el día, aunque por otro lado sabía que me estaba levantando temprano sólo porque se me olvidó dejarle el disco duro a Narvaez para que guarde el material de cámara del spot publicitario de azúcar, sabía que había dormido solamente tres horas por irresponsable. Pero ya no me importaba, tenía una bolsita con tabaco y papelillos: máquina del tiempo. El acto de fumar se torna sagrado cuando es uno quien arma el cigarrillo, pues requiere tiempo y precisión, contacto directo con la materialidad, es uno quien controla el proceso de producción, y así ya no se fuma por adición, ya no le doy mi sueldo a la British American Tobacco, se paraliza el tiempo, papelillo con goma natural de combustión lenta. No se traga el humo, no tengo la a obligación de fumar un cigarro fugaz que se consume incluso con el oxígeno a su alrededor, el puchito armado te espera, se apaga si no es fumado, se deja respirar como si fuese aire puro, combustión lenta, tiempo y precisión, contacto directo con la materialidad. Me llamó el Alejo para ir al taller, sábado día del taller. Los libros se deben hacer con cola fría, demora más en secarse pero queda mejor. Hay que tener paciencia para encuadernar, Santi. Tiempo y precisión, contacto directo con la materialidad, combustión lenta, aire puro, nada de pantallas verdes.

martes, 4 de agosto de 2009

Trayectoria

Vueltas, muchas vueltas, no se cuantas. Solía ver a ese hombre dar vueltas por la manzana al menos tres veces durante distintos momentos del día, arrastrando enérgicamente unos pesados zapatos negros, con los puños apretados sobresaliendo de una gastada chaqueta de cotelé, murmurando quién sabe qué fantasías mediante las sutiles modulaciones de su boca mal afeitada que se dejaba ver a través de la rubia cabellera desordenada que al andar rozaba los hombros. Caminaba por la Avenida Macul, luego viraba a la izquierda por Los Espinos hasta la calle Poconchile donde, sin disminuir su paso, seguía hasta la Avenida Rodrigo De Araya, luego subiendo por ésta para volver a introducirse por Macul y empezar un nuevo ciclo.
Todos los días lo mismo. Cuando Llovía se envolvía en una capa tan barata como una bolsa de basura negra y en los días de verano su ruta se mantenía inalterable sin dejar de lucir su desordenada vestimenta, retando al insoportable calor.
Había escuchado que aquel hombre era un asesino y caminaba todo el día para disolver sus deseos de matar. Me enteré también que se trataba de un poeta que llevaba diez años sin poder escribir y escuché decir a un kioskero que este señor había perdido a toda su familia en un accidente que él mismo provocó. Pero la mayoría de las personas creían que se trataba de un loco más, de esos inofensivos que no tienen cura, de esos que nunca se podrá descubrir lo que trama su cerebro. Yo intentaba imaginar su nombre, trataba de adivinar hasta cuando podía caminar. Tal vez su rutina lo dotó de una salud enividiable o quizás el dar tantas vueltas lo envejeció más de la cuenta.

Fue un día espantosamente caluroso, de esos que no dejan espacio ni para las sombras. Al mediodía ya no tenía nada más que hacer, entonces salí de la Escuela de Cine dispuesto a tomarme unas cervezas con Josefo. Crucé el patio delantero mirando mis zapatillas nuevas y al atravezar la reja de entrada un veloz bulto rozó mi mochila. Con un brusco movimiento me di vuelta y vi alejrse la espalda del loco. Aquel roce sacudió mis neuronas y cambió trayectoria. Decidi seguirlo manteniendo distancia para que no notara mi presencia pero sin perderlo de vista. Perseguí su pista por alrededor de una hora. El del restorán chino se dió cuenta de lo que estaba haciendo y en cada vuelta me lanzaba una mirada de desprecio, en cambio, un horrible perro de cuerpo hancho y patas cortas se unió a mi travesía, meando en cada árbol y oloroseando el trasero de cada ser vivo que desfilaba por la vereda. El loco llevaba un ritmo imposible seguir, debo dejar de fumar, pensé, andar en bicicleta no es tan efectivo como salir a trotar. De pronto el quiltro cruzó mirada con un desaliñado pastor alemán y por motivos que nunca entenderé se armó la típica trifulca canina. Gruñidos y ladridos infernales, sutiles mordidas en le cuello, ojos llorosos de rabia y pelos erizados. Todos quienes por allí pasaban se detuvieron a contemplar el espectáculo con placer y temor, hasta que un vendedor ambulante gesticuló quién sabe qué vocablos en un lenguage perro-humanoide y mediante un par de patadas hizo que el pastor saliera corriendo cruzando la avenida Rodrigo de Araya, ganándose, mediante bocinazos e insultos, el odio de los conductores frenando bruzcamente. El quiltro se refugió junto al vendedor en un paradero. Al volver a fijar la vista en mi trayecto noté que el loco no estaba, miré a mi alrededor y no había señales de su paso. Segui caminando, esta vez más rapido, con la esperanza de alcanzarlo a la vuelta de la esquina. Luego de un par de ciclos me rendí. Caminé al paradero en Macul y esperé por casi 45 minutos la 670. Mientras fumaba la vi pasar chorreando gente por todas sus compuertas, entonces decidí caminar a casa.
Arrastrando los pies, pensando en las vacaciones, en los estudios y en ella, llegué a mi hogar sin recordar las andanzas del loco.

Desperté a eso de las 9 de la mañana perturbado por un sueño que no pude recordar. Me tomé una leche con nesquick y salí con la almohada aun en mi cara. Cerré el portón, levanté la mirada y ahí estaba el loco, con su nariz a sólo 5 centímetros de mi frente, gesticulando mudos mantras, parpadeando epilépticamente, vibrando las venas de su frente e irradiando una ira que parecía no poder contener más. Bajé la mirada y sus puños rojos parecían adquirir las proporciones de un guante de box. Me pareció que quería decir algo, sutiles sonidos intentaban tomar forma, entonces un profundo miedo me invadió y eché a correr, me subí a cualquier micro y me quedé ahí, sentado en el fondo, esperando a que mis pulsaciones retomaran su ritmo natural mientras la micro completaba su recorrido ida y vuelta hasta el anochecer.

El loco me va a matar, el loco sabe donde vivo, el loco me va a matar. Al cabo de una semana el miedo se extinguió y también la huella del loco. No lo vi por mi barrio, no lo vi caminar por Macul. Yo, como un meteorito, cambié su trayectoria dirigiéndolo hacia nuevos rumbos, removí sus neuronas hasta sacarlo de su locura o llevándolo hacia una patología más insana. El loco desapreció. Sospecho que absorbí parte de su locura, siento un incontrolable deseo de caminar, de caminar, de caminar, de caminar, de caminar...

miércoles, 29 de julio de 2009

Hija de puta

Te amo, te amo, te amo, te amo. Camino, camino, camino, camino. Hija de puta, te amo y camino. Lo que tengo que hacer por ti, caminar a estas horas, quien sabe cuantas horas solo para estar ahí, preciosa. Y no me digas después que pongo cara de orto, dejé al mundo plantado solo para estar ahí contigo, contigo, contigo, contigo.Te amé hija de puta, preciosa.

viernes, 17 de julio de 2009

Banquete

Max es un imbécil, que las vacas no se maltratan en un rodeo, que huevón más estúpido, compararlas con un perro. Estresar a los animales. ¿Por qué no lo admite? Quizás no hay razón de peso para tener una mascota y comer carne, milanesa napolitana con papas fritas, Barros Luco o longaniza de pavo. Si el hambre muestra tus cojones acorralando en la noche a una  bestia mediante lanza de madera, entonces volveríamos a un tiempo sagrado, pero no, churrasco italiano y una coca por dos mil pesos. Y después como casi todas las noches en la botillería Los  3 reyes hola, ¿me dai un belmont rojo de 20? chao gracias. Hola! ¿me dai un belomnt? Hola, chau, y nunca  un ¿cómo estay? que bueno, cuídate, nos vemos. Conozco Los 3 Reyes de Apoquindo, los de al frente del cine y ese que vi en Cochamó. No se si tienen relación alguna, pero el trato es siempre el mismo, sonreír para el cliente y consumir, carne o cigarrillos. Gastar y gastarse. Max lo entiende bien y no le complica, él va a dirigir su propia empresa, él no puede ser empleado de nadie, el va a tener un par de autos y casa en la playa, él va a tener cincuenta años y todos los meses le va a llegar un cheque y él se aparecerá por el negocio de vez en cuando para saber como andan las cosas. Luego él va a envejecer y sus hijos continuaran enfermando el mundo. Y yo soy su amigo. Me sigo relacionando con los que detesto y olvido a quienes son como yo.

martes, 14 de julio de 2009

Desaparecer

No me podía quejar, me estaban pagando por hacer nada, me estaban pagando poco pero por hacer casi nada. Entre sencillas tareas que podían demorar desde 30 segundos hasta 5 horas el aburrimiento me torturaba, entonces yo pensaba en Thoreau y planeaba renunciar e irme al sur sólo con lo puesto, si hubiese tenido dos lucas en ese momento, quién imaginaría que en menos de veinticuatro horas alguien más compraría Walden. En fin, no me interesa coleccionar, solo leer. Hacía tiempo que no lo hacía y cuando el Pepa se fue de viaje me dejó unos cuantos libros. Uno por semana o cincuenta páginas al día como predicaba Francisco.
El lugar era la biblioteca o el Metrotren según Gonzalo. Para Carla su sagrada pieza. Yo había desarrollado la capacidad de leer en cualquier lugar donde fuese posible la vida: la anarquía de la sala de clases, el viaje de Santiago a Bahía Blanca en bus sorteando las nauseas del camino caracol y el goce de las majestuosas tormentas eléctricas de la infinita pampa nocturna, un hedionda carpa bajo la lluvia o incluso el camino de vuelta de la peluquería en Hernando de Magallanes con la Avenida Cuarto Centenario hasta mi casa en Apoquindo, cuando, absorto en la lucha de Superman contra la organización criminal Intergang, caminé sin mirar mi destino y aparecí llegando al final de la historieta caminando por Avenida Las Condes en dirección contraria. Tenía doce años y experimenté con asombro y satisfacción un agujero negro digno de la sublime Hora Cero del universo DC Comics producida por un rebelde Linterna Verde.
Los silencios laborales me dieron la costumbre de leer en el trabajo. Comencé tímidamente en el sillón rojo las primeras semanas cuando llegaba temprano. Luego me empeciné en adelantarme cada vez unos minutos para gozar durante un poco más, hasta que las jornada pajeras las gasté completamente en las letras donadas por el Pepa. A ratos bajaba a la cocina por una taza de leche con nesquick bien caliente. Al principio todos se rieron, quién tomaba leche con nesquick, qué adulto no bebía café, y ahora parecía iniciarse la moda de la chocolatada.
Empecé a trabajar con el pie derecho, muy sociable, proactivo, completamente opuesto al comportamiento que me valió un profundo fracaso sentimental. Pero mi esencia Zen pudo más, pues a medida que pasaban las semanas, los ficticios viajes de Marco Polo al servicio de la corte del imperio mongol me transportaban a un mundo digno del ingenioso loco Hidalgo, donde no podia evitar encontrarme con un moradoanaranjado cielo de la natal Nueva Orleans de Ignatius Reilly al compás del erótico saxo de Johhny (o Charlie) Parker. Mientras tanto, en el computador de al lado, Poeta rendía tributo a Michael Jackson, revisaba guiones, intentaba romper el record de un videojuego online y hacia los contactos para arreglar el calefón de su casa nueva, todo al mismo tiempo sin lograr distraerme, aunque por momentos la dactilografía retumbando como insoportables martillos chillones me despertaba del trance, yo me daba vuelta y Poeta ya se había ido, la estufa apagada y el Pato leía el diario en la recepción. La jornada laboral había terminado hacía un par de horas.
Dejé la bicicleta y me fui en micro para seguir leyendo. Trabajadores y universitarios se estorbaban unos a otros sin intercambiar palabras. Por momentos apartaba la mirada del texto para hacer un breve ranking de las mujeres más ricas del transporte público, elegía a la mejor y la miraba de reojo mientras leía hasta que ésta se bajara o fuese remplazada por una más bella o extravagante. La micro se detuvo a un par de cuadras de mi casa justo cuando El Perseguidor llegaba a su fin. Leí las últimas líneas unos metros antes del portón, umbral que me convierte en un célula más del organismo hogar, sin lectura, solo comida y televisión. Pan con queso, pan con queso y mortadela-ave-pimentón, pan con jamón y queso y orégano. Noticias, telenovelas y zapping, películas pésimas y un poco de History Channel. Un par de cigarros en la cama, tos y barriga llena. Me sentía asqueroso y frío, hacía mucho frío. A las cuatro de la mañana una diarrea bíblica me martirizó hasta las lagrimas, volví a dormir como si todo fuese un sueño y desperté con la cara que no deseo ver en el espejo. Renuncio. ¿De qué vas a vivir? De esto no.

Me instalé en la bodega del taller mecánico del papá del Tita donde con la Jóse y el Alejo establecimos nuestro centro de operaciones. Los pololos arquitectos trabajaban en sus respectivos proyectos de titulación, yo por las mañanas escribía y en las tardes encuadernaba. Una cerveza con las visitas de amigos y colaboradores, luego bohemia con Josefo y sus amigas lesbianas. Había elegido mi vida, visitar a papá y mamá de vez en cuando, vender libros y destripar el hígado noche por medio. Mañana tuve que trabajar otra vez. El espejo sucio de los mecánicos entre afiches pornográficos de modelos ochenteras seguía mostrando la misma cara, esa que no se quita hasta que uno se larga de verdad, hasta que uno desparece y no se ve en reflejo alguno.

lunes, 13 de julio de 2009

City Tour

Muy evidentes mis miradas, lo sabía y no me importaba porque ella también me miraba y se reía mientras cantaba, o se reía porque yo no cantaba. Todos cantaban y a mi me daba vergüenza hacerlo frente a gente que no conocía o tal vez que ella escuchara mi cacofonía.
Hablamos de bicicletas y vio mis muslos gruesos creyendo que se trataba de las piernas de un ciclista o futbolista aficionado. Yo vi su pelo rojo creyendo que era natural y hablamos de las distancias a pedal sin sospechar yo que ella chorreaba por mi y ella sabiendo que mi boca no paraba de querer saborearla. Ella me llamó y sin su iniciativa quizás nunca hubiésemos estado juntos o tal vez deba darme el crédito cuando me vio sonarme la nariz tierna y torpemente como si fuese un niño o cuando la besé para que no siguiera hablando en esa sucia tocata. Muy evidentes mis miradas, presiento que le encantaban. En la micro o el metro jugaba a mirar reflejos y siempre eran las otras las que se apartaban. Con Julia era un eterno empate ojo a ojo durante una hora o más mientras la radio daba en el clavo como banda sonora hasta que el teléfono me avisaba que nos juntábamos en la casa del Juancho y que llevara un par de lucas o algo pa la parrilla. Julia se enojaba porque quería ver una película y que cocináramos algo. La llevé a su casa en bicicleta y me fui donde el Juancho con tres cigarros y un paquete de salchichas.

Quedábamos en juntarnos siempre a las 5 en el cine, en la plaza o en el parque, ella elegía y a mi me daba lo mismo, le molestaba que me diera lo mismo, le molestaba que yo no decidiera, le molestaba que no yo no fuese un macho. La película era pésima y a ella le encantaba y nos tomábamos unas cervezas discutiendo el porqué de la inferioridad de la mujer. Nos besábamos en el paradero mientras ella esperaba la micro, hacíamos el amor en mi casa porque nadie me molestaba, o nos íbamos a su depto cuando había nadie, o en el baño del Pipo o donde sea porque ella siempre quería y yo solo me negué cuando tenía que ir al dentista pero Julia se me subió encima y no me dejó ir y yo con la satisfacción de las sabanas sudadas y la estúpida vergüenza de llamar a la secretaria y cambiar la hora para la semana siguiente.
Julia casi no se conectaba a Internet y mi celular ya no funcionaba solo hablábamos brevemente para vernos a las 5. Ese día inflé la rueda trasera recién parchada en la estación de servició y pedaleé veloz por Hernando de Magallanes hacia Bilbao, a mitad de camino olvide hacia donde iba. Nos vemos a las 5 entonces, ya, besitos, chau, pero ¿dónde? ¿lo olvidé o no me dijo? Contaba con sus habituales treinta minutos de retraso como ventaja para darme el tiempo de mapear con recuerdos el posible lugar de encuentro. El cine Hoyts, el Parque Intercomunal, la Quinta Normal, La plaza Ñuñoa, El Biógrafo. Debía elegir un destino, entonces recordé que a Julia le gustaba el mango y yo le dije que en el Unimarc de la calle Rancagua siempre tenían. Entonces la vi saboreando la jugosa fruta camino a la plaza Inés de Suárez. Pedaleé unas cuantos metros detrás de ella hasta que con un fuerte gritó la asuste como nunca le gustaba que lo hiciera y como yo disfrutaba constantemente hasta verla estallar en risas intentando poner cara de enojada.
-Pensé que no ibas a llegar… -me dijo mientras chupaba sus dedos endulzados –Como que no quedamos en nada ¿qué onda?
-Quedamos a las 5 ¿llegué o no?

Me dejaba recados con mi hermana o me mandaba sutiles pistas por e-mail, yo le enviaba mapas incompletos por carta o acertijos por mensaje de texto. Como siempre a las 5, casi todos los días, adivinando el punto de encuentro y siempre encontrándonos, el único requisito era que fuese un lugar en el que nunca hubiésemos estado juntos. Así yo le mostré el bosque de los Ewoks en La Reina y ella me llevó a la plaza Yungay, la guié hasta el Bar de René y yo la encontré con casi una hora de atraso leyendo en la plaza de Puente Alto.
El juego catalizó nuestra telepatía y nos distanció en cierta medida pues nos veíamos solo a las 5. Yo con mi tiempo libre quería que la tarde no acabara, ella y sus estudios me lo impedían. Yo me enojaba y le pedía que se quedara entonces Julia me sacaba en cara que yo solo quería carretear. Nos despedíamos disgustados y nos volvíamos a ver otro día a las 5 como si nada hubiese ocurrido.
Con el tiempo deje de visitarla y ella lo mismo. Sólo en la calle nos encontrábamos, cada vez en puntos más distantes, en el Buin Zoo, en la cumbre del cerro Manquehue o en algún lugar de Yerba Loca, hasta que un día cayó la noche en la Plaza de San José de Maipo sin que Julia se apareciera. No se qué era peor, que no haya podido ir o su incapacidad de descifrar el punto de encuentro. Quizás algo tenía que hacer, ya no sabía en que andaba, no me contaba nada, solo me daba amor y no quería escuchar mis aventuras, solo quería amor.
Llegué a su casa como a las 10, enojado. Enojado. Nunca había estado enojado. Su vieja no estaba. Julia triste comía una ensalada.
-Tuve un problema- me dice sin mirarme – ¿dónde estuviste?
No pudo descifrarlo, Julia no me quiere. Y no le pedí explicaciones solo la abracé intentando recuperarla, ella me llevó a su pieza y apagó la luz. Me dio su sexo como pidiendo disculpas mientras yo intentaba hacerle el amor. El sonido del semáforo para sordos no me dejó dormir.
Vamos a pasear, le dije. Eran las 4 de la mañana y me miró como si no me hubiese escuchado. Ya la perdí, Julia no me quiere. Vamos a pasear, le dije, y ella se dio vuelta para seguir durmiendo.