jueves, 31 de julio de 2008

Calzones Rotos

Vestirse resulta ser en ciertas ocaciones una tarea sumamente vergonzosa. No se trata del pudor heredado por nuestros abuelos del Edén, sino todo lo contrario. Me lamento tener que ocultarme, andar con zapatillas si mi pie respira mejor descalzo.
De cualquier manera, la desnudez ya está reservada para específicos momentos rituales, ya sea el exquisito acto sexual, una desenfrenada catarsis etílica y musical o simplemente para nadar en el lago. Entonces pasamos el resto de nuestras vidas vestidos "como corresponde".
Aparece la moral, las buenas costumbres y por sobre todo el estilo. Debemos discriminar y elegir una opción, por mas que las razones sean infundadas:

Si la ropa es sencilla y de materiales no sintéticos soy hippie
Si me visto de cuero puedo ser desde un skinhead antifascista hasta un rockanrollero de la vieja escuela.
La camisa cuadriculada dentro del pantalón refleja mi alto coeficiente intelectual o mi falta de relaciones sociales.
Unos bule jeans gastados y un roñoso chaleco de abuela indican una hipócrita postura seria ante la vida.
La bandera de Boliviana acompañada de desordenadas trenzas sucias alaban a Dios y el vasto reino vegetal de su creación
El exceso de platico y colores brillantes indican quizás una increible superficialidad y la falta de auto estima, pero acompañado de un aparente éxito rotundo.

Solo me queda vestirme con lo que encuentro, reciclando lo que era de mi hermano o de mi abuelo, lo que encontré en la calle y lo que antes no me gustaba intentando estar cómodo y ser nada al mismo tiempo, para que en la calle todos me digan que ése soy yo
Justamente lo que me avergüenza es intentarlo.
Entonces me olvido del estilo y simplemente me abrigo cuando hace frío y me desnudo cada vez que puedo

lunes, 14 de julio de 2008

U.R.L.

(para los que no pudieron leer la imagen....)


Salí de mi departamento, como todas las mañanas, 15 minutos antes del amanecer. Yo vivo en el 39 y debo caminar hasta el 20 para bajar por la escalera que da hacia el paradero. Si los números no existieran, no podríamos ordenar las cosas. Si yo viviera en el Departamento Dante Peretti en vez del 39, las cartas no llegarían. El sistema no es tan intuitivo.
Mientras cerraba con llave la puerta de mi depto me di cuenta que sólo podía identificar a mis vecinos por su número. Podía ver en mi cabeza a la vieja del 30, el maricón del 23 y la huachita rica del 35. Quizás yo era el ahueonao del 39.
Comencé a caminar lentamente por el oscuro pasillo, sutilmente manchado por esquizofrénicos fluorescentes, tratando de imaginar el nombre del inquilino en lugar del numero pintado en la puerta a medida que pasaba por cada una de ellas. Entonces cambié el 38 por Anselmo Sarabia, el 37 por José Cansino, el 36 por Justo Cañas, la huachita del 35 por Cata Romero. Sí, podía imaginarla con esos shortcitos que se pone en verano, la polera roja, alpargatas blancas y escuchando quién sabe qué mp3, ocultando los audífonos bajo una desordenada y corta cabellera color castaño. Y el 34, luego Nancy, Oscar, Bryan, Carmen, Viviana, Gonzalo y el 26 en venta y después.... ¿Cómo?
Nunca lo había notado, pero entre 28 y el 26 faltaba alguien. La puerta no existía y en su lugar un muro de ladrillos se alzaba disimulado tras un cartel disponible para los anuncios de los vecinos y la administración.
Quizás Gonzalo compró el 27 ¿para qué? no me importa.

Luego de haber sido inútil toda la tarde por culpa de la puerta 27, volvi a casa después de la media noche tras haber trabajado horas extras. Pasé por el 26 mientras encendía un cigarro y unos pasos más adelante, frente al cartel de los avisos, vi un destello azul juguetear con el humo de mi primera bocanada. La luz provenía de una grieta en el muro que cubría el 27. Mientras intentaba observar por la grieta, el tabaco se consumió sin discriminar mi mano. La quemada fue leve pero agudamente dolorosa. Lo suficiente como para chocar mi cabeza contra la pared y derribar un par de ladrillos. El malestar por la quemada y el golpe desaparecieron por el asombro. Removí con facilidad unos 8 ladrillos más hasta formar un hueco por el cual pudiese entrar. Asomé mi cabeza cerrando los ojos mientras arrastraba con dificultad mi cuerpo tomando impulso de mis manos y mis pies. Luego un doloroso tirón y al fin adentro.
Gonzalo no compró este cuarto. Estaba completamente amoblado y decorado, como si nunca hubiese estado abandonado. el Minimalismo de mi depto contrastaba con el barroco de aquél espacio, que si bien contaba con las mismas dimensiones, parecía ser mucho más pequeño pues mis ojos no dejaban de ver toda clase de objetos acomodados como tetris en estantes que iban desde el suelo hasta el techos rodeando todo el perímetro la habitación, exceptuando el espacio que ocupa la puerta. En el centro de la pieza se ubicaba una morada cama desordenada. Sobre esta desfilaban cerca de 20 animalitos de peluche, cada uno más tierno que el anterior rodeando un pequeño computador portátil negro. Empujé los objetos hacia un costado de la cama y me acosté boca arriba. El techo estaba decorado con estrellas de papel de colores y una extraña lámpara azul que le daba al cielo ficticio un aspecto enfermo.
En los estantes, sin considerar orden alguno, se ubicaban libros, películas, agendas, cuadernos, lapiceras, cómics, álbumes de fotos, cajitas llenas de joyas de fantasías, stickers con imágenes cursis, juguetes viejos, mascotas virtuales y celulares.
Tomé un cuaderno y comencé a hojearlo. Me encontré con apuntes de biología escritos con una impecable caligrafía azul. Cada mayúscula era de un rojo o morado brillante y las cosas importantes estaban subrayadas con verde. Mientras leía sin prestar atención cómo se reproducían los organismos unicelulares, intenté imaginar el nombre que podía ocupar la puerta 27, pero nada vino a mi mente. Llegando a la mitad del cuaderno la caligrafía comenzó a desordenarse y perder color. Aparecieron dibujos de animalitos ficticios e ingeniosos juegos visuales. Pasados los tres cuartos de cuaderno noté que ya no había nada escrito. Las paginas eran ocupadas en su totalidad por detallados planos de maquinarias extrañas. Yo no podía traducir tales bocetos pero mis ojos veían una especie de máquina de tortura gigante llena de microchips y robots con forma de conejos y ardillas. Cerré el cuaderno y prendí el computador, luego introduje un disco suelto que encontré en unos de los estantes. Era un video. Una joven de no mas de 16 años, de rasgos bellos, finos, cabello oscuro, aparentemente muy largo, ojos verdes y tes pálida. El video era de mala calidad, parecía haber sido grabado con la cámara web del computador y solamente mostraba el rostro de la joven mientras parecía digitar algo en el teclado. Cada pocos segundos su boca dibujaba divertidas mueca mientras articulaba inentendibles cuchicheos como si le hablara a los peluches de su cama con un tono juguetón. De pronto la joven se para y abandona la escena. En su lugar veo un antiguo teléfono desarmado apoyado en el estante del fondo. La joven vuelve a aparecer desplomándose sobre la cama. La cámara enfocaba parte de su cara con los ojos en blanco y un poco de espuma en su boca. El video no se detenía, el código de tiempo indicaba que que habían dos días más de filmación. Fui saltándome horas tras horas y la Joven seguía tendida inmóvil sobre la cama. No aguanté la curiosidad y me fui directo a los últimos minutos de registro. Ella seguía ahí, sus labios morados y su rostro casi verde mostraban los primeros síntomas de descomposición.
¿Entonces quién grabó el video en el disco? No alcancé a responderme. Un grupo de uniformados derribó la pared y en segundos me sacaron de la habitación arrasando con todos los objetos que allí se encontraban. Mientras una aspiradora chupaba todos los papelitos de colores y dos soldados instalaban una nueva puerta, por un isntante pude ver a la joven bajo la cama hablándole a un osito de peluche con las mismas ridículas muecas que modulaba en el video. No alcance a decir nada ni confirmar lo que mis ojos veían. Un detective me llevó a mi departamento asegurándome que todo está bajo control, que el cuarto ya está nuevamente disponible y que no hay nada que ver ahí.

En 5 minutos los uniformados abandonaron el edificio. La puerta 27 fue restablecida, y el cuarto vaciado. El cartel de los avisos fue remplazado por uno pequeño que decía "se vende". La Vieja del 30 y otros más se asomaron para ver qué pasaba pero inmediatamente fueron persuadidos por los detectives. La huachita rica del 35 permaneció en su pieza. Seguramente tenía mejores cosas que hacer, o quizás no escuchó nada por el fuerte volumen de su reproductor de mp3.
Yo me acosté perturbado. La joven del 27 había muerto quién sabe cuando, pero su facebook aun estaba activo, como si lo hubiese programado. Sus cosas hablaban, pero las callaron.
Recuerdo cuando me enteré que la Villa Portales había sido digitalizda. Fui de los primeros en conectarme y el departamento 39 me pareció un buen dominio entonces. Ya no lo siento así y creo que la del 27 siempre lo supo.