miércoles, 3 de junio de 2009

F

(Escrito por Cristo Araña)

Conocí a F hace unos treinta años. Yo estaba en el metro Universidad de Chile, hacia mucho frío y lo único que quería era volver a mi casa. Estaba a punto de entrar en el vagón cuando descubrí unas minúsculas flechitas rojas, poco más grandes que una hormiga, que partían desde la línea amarilla del andén hacia quién sabe donde. Las Seguí sin mirar hacia delante, pero el estruendo de un tren me hizo saber que estaba en la mitad del túnel. Asustado, quise volver, pero las flechas llegaban a su fin en una oxidada escotilla. La abrí y entré. Allí en un cartel de madera tallada pude leer con dificultad en la oscuridad “El Hombre Ahora”, pero inmediatamente una antorcha se encendió a mi lado mostrándome el rostro de F. La impresión duró menos de un segundo, en aquella galería subterránea pude apreciar lo que parecía ser un museo.
Estanterías de metal oxidado y vidrios de colores exhibían toda clase de objetos cotidianos como zapatillas, collares, billeteras, cuadernos, cigarrillos, monedas, juguetes y galletas. Todos muy bellamente ordenados y catalogados. Por otro lado se exponían los esqueletos de la siempre subestimada fauna santiaguina. Las estructuras de ratones, palomas, gatos, quiltros, lagartijas y toda clase de aves se presentaban acompañadas de un breve texto que explicaba su comportamiento y su rol en la ciudad. Sobre otra pared, iluminada con distintos tipos de linternas, se hallaba una exposición compuesta por impresionantes recortes y fotografías de los distintos diarios de la capital. Incluso había una galería dedicada a la basura.
Luego, siguiendo un angosto pasillo pintado con toda clase de graffitis, aparecía un pequeño, sencillo y acogedor escenario rodeado de unas cuantas mesas. Allí unas 5 personas bebían y disfrutaban de un monologo humorístico. F me invitó a sentarme y me sirvió un vaso de pisco puro. La jornada se extendió por más de cuatro horas, donde desfilaron unos 8 artistas con toda clase de presentaciones.
Regresé a mi casa completamente borracho.

Durante un par de meces fui todos los jueves en la tarde a “El Hombre Ahora”. En esos tiempos pude conocer algo del pasado de F, el responsable de este oasis urbano. F era un actor y músico partidario de Allende y cercano al movimiento de La Nueva Canción Chilena. Cuando los milicos llegaron al poder F se escondió en el sótano de su casa durante casi un mes. Como nunca lo encontraron la casa se convirtió en una oficina, entonces F se vio obligado a deambular por el subsuelo hasta que dio con la galería, escenario perfecto para desarrollar su pasión: la arqueología presente.
Nadie sabía si F vivía en algún cubil del alcantarillado o si se refugiaba con algún familiar en la superficie. F nunca daba explicaciones y nosotros no se las pedíamos.

Una tarde, mientras F interpretaba junto a la que parecía ser su novia una esquizofrénica versión de Romeo y Julieta, un estruendo derribó la escotilla y los uniformados allanaron el lugar.
Yo estuve preso un par de días. Una semana después quise volver a la galería pero ya no era posible.

Hace unos días me llegó por correo un sobre sin remitente que contenía una foto del metro de Paris donde se puede ver un microscópico camino de flechas. Detrás de la foto estaba escrito con tinta roja “Le Homme Maintenant”. Hacía mucho tiempo que no me sentía tan feliz.