jueves, 25 de febrero de 2010

Sofía 4

3 de febrero 2010

Es difícil para mi pensar que existen otros, que hay alguien que no soy yo, que si le hablo con sinceridad puedo recibir satisfacciones.
Fui atendida por Gonzalo, primo de un amigo, y su señora en Puerto Montt. Me reí con su Agustín de un año y compartí con los suegros de Gonzalo. Fue un comienzo raro para este viaje. Una transición mágica en un cálida casita en los suburbios de la ciudad con sillas finas, comidas elegantes y onces abundantes.
Pasé la noche en el sillón y no dormií mucho. Al día siguiente los suegros me fueron a dejar al puerto. Un cigarro tras otro y el barco no partía. Una hora en la cubierta y una lancha nos empujo para poder salir al mar. Me comí 2 panes con mortadela y al anoche me tomé una cerveza conversando con Ariel, un viajero solitario, de los que hablan. Mañana llego a Puerto Chacabuco esperando encontrarme con turistas alemanes o morenos pescadores alacalufes.
Acostada se siente el vaivén de Poseidón como nunca lo imaginé. Cierro los ojos intentando no marearme y solo veo su cara, la mía. Es difícil imaginar que en alguna parte de este fragmentado sur la pueda encontrar habiendo tantos espejos.

4 de febrero

Soñé que la encontraba atendiendo un café, una casita de madera con tejas de alerce pintadas de morado. Ella me servía un café, yo lo saboreaba con los ojos cerrados y al volver abrirlos me encontraba en su puesto con su delantal, atendiendo a un viejo.

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