sábado, 20 de febrero de 2010

Truco

Después de recorrer gran parte de la Carretera Austral llegué a Balmaceda, poblado fundado en 1917, le primera localidad de la Región de Aysen y orgullosa de poseer el único aeropuerto de aquella basta zona.
Sin embargo Balmaceda es un pueblo zombie, muerto y habitado, enclavado en un inmenso valle forrado de viento, sin atractivos turísticos ni estéticos. Sus 600 habitantes son tranquilos fantasmas de la pampa preocupados solo del mate, el truco y la TV. Llegué a esta villa al final de mi viaje y recién ahí comencé a desentrañar el verdadero secreto de Aysen: la tierra de la naturaleza, la selva que solo puede ser habitada por primitivos Chonos canoeros desnudos, última región poblada y la primera en desgracia. Balmaceda, en franca decadencia, me mostró, casualmente celebrando su 93º aniversario, lo que significa el capitalismo, la patria y la falta de sabiduría. Balmaceda es un pueblo feo y bello, pobre, triste y tranquilo junto a la modernidad del aeropuerto tercermundista, donde viajeros franceses e israelitas desembarcan deseosos de de conocer el Ventisquero Colgante, la Catedral de Mármol, la Piedra Enclavada, pescar una trucha gigante y andar en kayak sin percatarse que a escasos metros de la cafetería del aeródromo, en la Brigada de Incendios, la junta de vecinos realiza una Mateada Familiar cumpliendo con el programa de la Semana de Balmaceda. Entre cigarros, mermelada de frambuesa, galletas, pan amasado y calzones rotos, se discute quien será la Reina y si el partido de fútbol se juega hoy o mañana; la orgullosa villa realiza la fiesta para sí misma, sin concesiones a turistas y lejos de la pirotecnia de las famosas fiestas costumbristas de los poblados más visitados. Balmaceda se aferra a la pampa para no desaparecer, aunque todos sus habitantes sospechan que así debería ser. Mientras tanto Mirna insisite en construir un restaurante y un hotel viendo cómo el vuelo 086 rumbo a las ciudades de Puerto Montt, Temuco, Concepción y Santiago despega.

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