lunes, 21 de diciembre de 2009
viernes, 13 de noviembre de 2009
Epifanía
Futuro
miércoles, 11 de noviembre de 2009
Mil Caras
jueves, 29 de octubre de 2009
Matices
Me levanté cuando el sol se hizo insoportable, me compré unas frutas y salí a caminar. Pasé de largo, me comí un cono de papas fritas y caminé de regreso a la carpa para intentar dormir a pesar del sol. Encontré un pozón de agua cristalina y me bañé desnudo, luego escribí un rato y al atardecer volví al camping. Me desperté al atardecer y desayuné una empanada. Desarmé la carpa, ordené mi mochila y me fui al terminal de buses. Desarmé la carpa, ordené mi mochila y me fui al terminal de buses. Me senté junto a la ventana, cerré los ojos y los abrí en un camino de tierra, solo quedaban un par de personas en el bus. Me senté junto a la ventana, cerré los ojos y los abrí en Santiago. Me bajé y comencé a caminar, tomé un bote, luego seguí caminando, después saqué mi libreta y escribí un rato. Me bajé, tomé el metro, luego una micro, llegué a mi casa, me comí un pan con queso y encendí el computador.
miércoles, 28 de octubre de 2009
domingo, 25 de octubre de 2009
¿Dónde?
Apátrida
Novela
viernes, 9 de octubre de 2009
Sofía (3)
¿Que sentirá un adorno? Esos que acomulan polvo en la casa de mi abuela, o la colección de gatos de madera que se asomaban en la ventana del depto de Daniel.
Yo creo que son como un niño castigado, una vieja con alzaimer, una nana puertas adentro, un adolecente inválido, una dueña de casa maltratada. Todos miran por la ventana anhelando la libertad.
Así me sentía yo en el internado. Lo que es no tener papás. Tenía el chanchito lleno de monedas y no podía usarlo... ¿dónde podía gastar esas monedas en el liceo de niñas?
En cambio ahora me quedan tres lucas y puedo ir a donde quiera. Hay que hacerlo nomas, tengo que encontrar a esa mina. Cuando era chica tres mil era mucho... ¿podrá ser mucho ahora?
No quiero vender mi cámara
miércoles, 7 de octubre de 2009
Sofía (2)
Sofía
Viernes 28 de junio
Anoche antes de acostarme revisé las fotos de la fiesta en Combarbalá. En una estaba Don José y sus señora junto a la parrilla y me di cuenta que en una esquina del encuadre había una mujer que no vi durante la noche. Le di zoom a la foto todo lo que aguanta y ahí caché que esa loca ¡es igual a mi! Y la la weona estaba sacándole una foto a la misma pareja. No era yo, es imposible que me haya reflejado en ningún lugar. Que raro, incluso se vestía como yo, o sea con un estilo parecido pero era otra ropa.
Apenas pude dormir pensando que ella podría ser mi hermana gemela. ¡Qué brígido pensar que mis padres me lo hayan ocultado toda mi vida! Y lo qué es peor ya no puedo exigirles una explicación. O tal vez hay moldes limitados que fabrican personas y justo la que es igual a mi vive por acá. Eso me asusta más, pero igual tengo que saber quién es, como es su vida, que le gusta hacer, si le gustan los mismos cigarro que a mi y todo eso. ¿O es coincidencia? Pero lo más raro de todo es que a nadie le haya llamado la atención que hubiesen 2 personas iguales, por ultimo me la podrían haber presentado. Esta wea es muy rara, tengo que cachar que onda.
lunes, 21 de septiembre de 2009
Fonda
jueves, 10 de septiembre de 2009
Leitmotiv
Unos violines chillones y asesinos me llegan como la primera cachetada de brisa helada seguidos del retumbar de timbales al cunetearme, perder un poco el equilibro y pasar rebotando sobre el pavimento en mal estado. Las flautas anuncian la tranquilidad al retomar el control en la calle y el resto de los instrumentos se unen al llegar a la primera avenida, haciendo armonía junto al semáforo y los bocinazos. A lo lejos diviso el inicio de la ciclovía, la alcanzo al compás de un redoble de tambores y trompetas olímpicas: se inicia la maratón. Compite un oficinista en casco, luces y alforjas, una pelirroja de guantes chilotes, pantalón manchado de pintura y mochila llena de quién sabe qué, y yo.
El pánfilo toma la delantera seguido de la colorina, que buen trasero tiene, yo la sigo saboreando su culo y ahorrando energías. La música se enrarece justo cuando un semáforo me separa de la punta y una vieja en jeep me atrasa aun más. Frena, frena, ¡freeeeeeeeeeeeeenaaaaaa! Vieja culiá. De nuevo en la pista, recta final y a recuperar lo que me pertenece. Los instrumentos se entremezclan formando una metralla sonora, la ráfaga de balas cae a mis lados y yo pedaleo cada vez con mas fuerzas hasta que llegando a Pedro de Valdivia, justo cruzando la calle, atravieso el tiempo y el espacio dejando al pastel y a a la pelirroja en medio de una ráfaga desconcertante. Muerdan el polvo, perdedores. El ñoño del casco parecía no entender, la mina ya había entrado de lleno en el juego y e inició una brutal descarga de energía para alcanzarme, pero el destino nos junta y nos separa. La colorina sigue de largo por la ciclovía a una velocidad supersónica mientras yo doblo a la derecha y sigo lento pero triunfante por la vereda, esquivando los últimos obstáculos: peatones distraidos, tímidas universitarias mirando cómo sus pies caminan, viejas que se paran a recordar lo que han olvidado, perros inescrupulosos, y una madre soltera llevando a su hijo al jardín, un móvil zigzagueante de trayectoria errática y fugaz, objeto furioso y fragil ta tá tarara ta tá tarará y en ultimo compás de la sinfonía un ta ta ta tá splash justo cuando el niño salta sobre un charco, apenas lo esquivo y su madre lo castiga con cachetazos al son del tan tin poooooom final. La rebverberancia de los instrumentos extinguiéndose y yo sigo avanzando sin pedalear, sólo con lo que queda de impulso. Toco el timbre y el locutor anuncia una nueva obra mientras me quito los audífonos.
Gané.
martes, 8 de septiembre de 2009
El Abrazo
No podía estar más equivocado, en la micro vi caras que me calmaron, escolares cansados, trabajadores destruidos, señoras gastadas. Era gente, como yo. No como yo, pero de mi especie, buenos. Entonces me acomodé junto a la ventana en la mitad de la micro viendo como una inmensa fila de pasajeros ingresaba al vehículo como si asistieran al estreno de taquilla. Nadie se sentó a mi lado. La micro partió y pensé en leer, pero descarté la idea pues debía estar atento, mirar las calles, apreciar el paisaje, prestar atención a cada detalle para asegurarme que voy directo hacia donde nunca he estado. Señora, ¿qué calle es esta? Todavía falta.
La pista que Julia me dejó era bastante clara, aunque siempre hay lugar para dudas: dos hermanos se abrazan bajo el cohete espacial donde descansa su madre. Dos hermanos se abrazan, yo nunca abrazo a mis hermanos, nunca hay lugar para demostraciones de cariño entre nosotros, es como una alergia mortal, pero los quiero.
Julia no es religiosa, pero siente una profundo respeto hacia el hombre que dedica su vida a la obra de Dios. El templo Votivo de Maipú se alzaba imponente apuntando hacia el cielo cual torre de babel, esperando la cuenta regresiva para lanzar el cohete con feligreses y todo hacia la casa de dios en la luna. Como aquel maravilloso capítulo de los pitufos.
Sentí el viento en mi cara mientras la micro aun se movía, de las viejas pues las nuevas parten solo con las puertas cerradas. ¡Gracias! Vi al chofer asentir por el espejo retrovisor y comencé a correr antes de tocar el suelo, de lo contrario me hubiese sacado la cresta aunque la micro avanzara a solo 5 o 10 kilómetros por hora.
En el sector vi vendedores ambulantes de todo tipo y me acordé de la película de Zefirelli cuando Jesús hace mierda todos los puestos de ventas con un gran mazo, alegando que el templo de Dios no es un mercado. ¡Qué escena, la cagó!
Crucé el umbral y vi a Julia con un pañuelo en la cabeza, haciendo como que rezaba el rosario, sentada en una de las filas de al medio. Me acerqué sigiloso, procurando no perturbarla. A los pocos centímetros me detectó pero siguió hablando con dios. Le susurré no se qué frase en latín y ella escupió una leve carcajada. Cuando los ecos de su herejía se extinguieron me tomo del brazo y me hizo un tour por el templo hasta llegar al confesionario. Luego de media hora nos arreglamos la ropa, nos peinamos y nos fuimos. La misión a la luna había sido todo un éxito.
Rin del Angelito
A Juan se le ocurrió que fuese vertical, Coki propuso ponerle rueditas y yo dije que la parte superior debía ser de cristal. Pasó el día mientras llovía y al atardecer se despejó. i mamá estaba nerviosa por sonido del serrucho y la suciedad del aserrín. Mi papa se paseaba dando consejos de carpintería y Mariana tocaba la guitarra encerrada en su pieza mientras Coty ladraba sin parar. Escuchamos la discografía de Charly hasta terminar la obra cerca de las once de la noche. Coki pasó la aspiradora mientras Juan ordenaba las herramientas. Yo entré a mi pieza y vi a Violeta Parra en un sucio catre blanco, me preguntó si el ataúd estaba listo, le dije que si e inmediátamente se murió. Debajo de la cama salieron sus hijas cantando y tirando flores.
Desperté recordando a Nando, que ayer fue operado. En la ducha pensé que quizás el ataúd era para mi.
Qué brillante idea, vertical y con tapa de cristal, para ver sólo el magnífico peinado.
lunes, 7 de septiembre de 2009
martes, 1 de septiembre de 2009
Ciclovía
lunes, 31 de agosto de 2009
Las Trampas de Morfeo
jueves, 27 de agosto de 2009
Te cuento que
miércoles, 19 de agosto de 2009
El almacenero
domingo, 9 de agosto de 2009
Combustión Lenta
martes, 4 de agosto de 2009
Trayectoria
Había escuchado que aquel hombre era un asesino y caminaba todo el día para disolver sus deseos de matar. Me enteré también que se trataba de un poeta que llevaba diez años sin poder escribir y escuché decir a un kioskero que este señor había perdido a toda su familia en un accidente que él mismo provocó. Pero la mayoría de las personas creían que se trataba de un loco más, de esos inofensivos que no tienen cura, de esos que nunca se podrá descubrir lo que trama su cerebro. Yo intentaba imaginar su nombre, trataba de adivinar hasta cuando podía caminar. Tal vez su rutina lo dotó de una salud enividiable o quizás el dar tantas vueltas lo envejeció más de la cuenta.
Fue un día espantosamente caluroso, de esos que no dejan espacio ni para las sombras. Al mediodía ya no tenía nada más que hacer, entonces salí de la Escuela de Cine dispuesto a tomarme unas cervezas con Josefo. Crucé el patio delantero mirando mis zapatillas nuevas y al atravezar la reja de entrada un veloz bulto rozó mi mochila. Con un brusco movimiento me di vuelta y vi alejrse la espalda del loco. Aquel roce sacudió mis neuronas y cambió trayectoria. Decidi seguirlo manteniendo distancia para que no notara mi presencia pero sin perderlo de vista. Perseguí su pista por alrededor de una hora. El del restorán chino se dió cuenta de lo que estaba haciendo y en cada vuelta me lanzaba una mirada de desprecio, en cambio, un horrible perro de cuerpo hancho y patas cortas se unió a mi travesía, meando en cada árbol y oloroseando el trasero de cada ser vivo que desfilaba por la vereda. El loco llevaba un ritmo imposible seguir, debo dejar de fumar, pensé, andar en bicicleta no es tan efectivo como salir a trotar. De pronto el quiltro cruzó mirada con un desaliñado pastor alemán y por motivos que nunca entenderé se armó la típica trifulca canina. Gruñidos y ladridos infernales, sutiles mordidas en le cuello, ojos llorosos de rabia y pelos erizados. Todos quienes por allí pasaban se detuvieron a contemplar el espectáculo con placer y temor, hasta que un vendedor ambulante gesticuló quién sabe qué vocablos en un lenguage perro-humanoide y mediante un par de patadas hizo que el pastor saliera corriendo cruzando la avenida Rodrigo de Araya, ganándose, mediante bocinazos e insultos, el odio de los conductores frenando bruzcamente. El quiltro se refugió junto al vendedor en un paradero. Al volver a fijar la vista en mi trayecto noté que el loco no estaba, miré a mi alrededor y no había señales de su paso. Segui caminando, esta vez más rapido, con la esperanza de alcanzarlo a la vuelta de la esquina. Luego de un par de ciclos me rendí. Caminé al paradero en Macul y esperé por casi 45 minutos la 670. Mientras fumaba la vi pasar chorreando gente por todas sus compuertas, entonces decidí caminar a casa.
miércoles, 29 de julio de 2009
Hija de puta
viernes, 17 de julio de 2009
Banquete
Max es un imbécil, que las vacas no se maltratan en un rodeo, que huevón más estúpido, compararlas con un perro. Estresar a los animales. ¿Por qué no lo admite? Quizás no hay razón de peso para tener una mascota y comer carne, milanesa napolitana con papas fritas, Barros Luco o longaniza de pavo. Si el hambre muestra tus cojones acorralando en la noche a una bestia mediante lanza de madera, entonces volveríamos a un tiempo sagrado, pero no, churrasco italiano y una coca por dos mil pesos. Y después como casi todas las noches en la botillería Los 3 reyes hola, ¿me dai un belmont rojo de 20? chao gracias. Hola! ¿me dai un belomnt? Hola, chau, y nunca un ¿cómo estay? que bueno, cuídate, nos vemos. Conozco Los 3 Reyes de Apoquindo, los de al frente del cine y ese que vi en Cochamó. No se si tienen relación alguna, pero el trato es siempre el mismo, sonreír para el cliente y consumir, carne o cigarrillos. Gastar y gastarse. Max lo entiende bien y no le complica, él va a dirigir su propia empresa, él no puede ser empleado de nadie, el va a tener un par de autos y casa en la playa, él va a tener cincuenta años y todos los meses le va a llegar un cheque y él se aparecerá por el negocio de vez en cuando para saber como andan las cosas. Luego él va a envejecer y sus hijos continuaran enfermando el mundo. Y yo soy su amigo. Me sigo relacionando con los que detesto y olvido a quienes son como yo.
martes, 14 de julio de 2009
Desaparecer
El lugar era la biblioteca o el Metrotren según Gonzalo. Para Carla su sagrada pieza. Yo había desarrollado la capacidad de leer en cualquier lugar donde fuese posible la vida: la anarquía de la sala de clases, el viaje de Santiago a Bahía Blanca en bus sorteando las nauseas del camino caracol y el goce de las majestuosas tormentas eléctricas de la infinita pampa nocturna, un hedionda carpa bajo la lluvia o incluso el camino de vuelta de la peluquería en Hernando de Magallanes con la Avenida Cuarto Centenario hasta mi casa en Apoquindo, cuando, absorto en la lucha de Superman contra la organización criminal Intergang, caminé sin mirar mi destino y aparecí llegando al final de la historieta caminando por Avenida Las Condes en dirección contraria. Tenía doce años y experimenté con asombro y satisfacción un agujero negro digno de la sublime Hora Cero del universo DC Comics producida por un rebelde Linterna Verde.
Los silencios laborales me dieron la costumbre de leer en el trabajo. Comencé tímidamente en el sillón rojo las primeras semanas cuando llegaba temprano. Luego me empeciné en adelantarme cada vez unos minutos para gozar durante un poco más, hasta que las jornada pajeras las gasté completamente en las letras donadas por el Pepa. A ratos bajaba a la cocina por una taza de leche con nesquick bien caliente. Al principio todos se rieron, quién tomaba leche con nesquick, qué adulto no bebía café, y ahora parecía iniciarse la moda de la chocolatada.
Empecé a trabajar con el pie derecho, muy sociable, proactivo, completamente opuesto al comportamiento que me valió un profundo fracaso sentimental. Pero mi esencia Zen pudo más, pues a medida que pasaban las semanas, los ficticios viajes de Marco Polo al servicio de la corte del imperio mongol me transportaban a un mundo digno del ingenioso loco Hidalgo, donde no podia evitar encontrarme con un moradoanaranjado cielo de la natal Nueva Orleans de Ignatius Reilly al compás del erótico saxo de Johhny (o Charlie) Parker. Mientras tanto, en el computador de al lado, Poeta rendía tributo a Michael Jackson, revisaba guiones, intentaba romper el record de un videojuego online y hacia los contactos para arreglar el calefón de su casa nueva, todo al mismo tiempo sin lograr distraerme, aunque por momentos la dactilografía retumbando como insoportables martillos chillones me despertaba del trance, yo me daba vuelta y Poeta ya se había ido, la estufa apagada y el Pato leía el diario en la recepción. La jornada laboral había terminado hacía un par de horas. Dejé la bicicleta y me fui en micro para seguir leyendo. Trabajadores y universitarios se estorbaban unos a otros sin intercambiar palabras. Por momentos apartaba la mirada del texto para hacer un breve ranking de las mujeres más ricas del transporte público, elegía a la mejor y la miraba de reojo mientras leía hasta que ésta se bajara o fuese remplazada por una más bella o extravagante. La micro se detuvo a un par de cuadras de mi casa justo cuando El Perseguidor llegaba a su fin. Leí las últimas líneas unos metros antes del portón, umbral que me convierte en un célula más del organismo hogar, sin lectura, solo comida y televisión. Pan con queso, pan con queso y mortadela-ave-pimentón, pan con jamón y queso y orégano. Noticias, telenovelas y zapping, películas pésimas y un poco de History Channel. Un par de cigarros en la cama, tos y barriga llena. Me sentía asqueroso y frío, hacía mucho frío. A las cuatro de la mañana una diarrea bíblica me martirizó hasta las lagrimas, volví a dormir como si todo fuese un sueño y desperté con la cara que no deseo ver en el espejo. Renuncio. ¿De qué vas a vivir? De esto no.
Me instalé en la bodega del taller mecánico del papá del Tita donde con la Jóse y el Alejo establecimos nuestro centro de operaciones. Los pololos arquitectos trabajaban en sus respectivos proyectos de titulación, yo por las mañanas escribía y en las tardes encuadernaba. Una cerveza con las visitas de amigos y colaboradores, luego bohemia con Josefo y sus amigas lesbianas. Había elegido mi vida, visitar a papá y mamá de vez en cuando, vender libros y destripar el hígado noche por medio. Mañana tuve que trabajar otra vez. El espejo sucio de los mecánicos entre afiches pornográficos de modelos ochenteras seguía mostrando la misma cara, esa que no se quita hasta que uno se larga de verdad, hasta que uno desparece y no se ve en reflejo alguno.
lunes, 13 de julio de 2009
City Tour
Hablamos de bicicletas y vio mis muslos gruesos creyendo que se trataba de las piernas de un ciclista o futbolista aficionado. Yo vi su pelo rojo creyendo que era natural y hablamos de las distancias a pedal sin sospechar yo que ella chorreaba por mi y ella sabiendo que mi boca no paraba de querer saborearla. Ella me llamó y sin su iniciativa quizás nunca hubiésemos estado juntos o tal vez deba darme el crédito cuando me vio sonarme la nariz tierna y torpemente como si fuese un niño o cuando la besé para que no siguiera hablando en esa sucia tocata. Muy evidentes mis miradas, presiento que le encantaban. En la micro o el metro jugaba a mirar reflejos y siempre eran las otras las que se apartaban. Con Julia era un eterno empate ojo a ojo durante una hora o más mientras la radio daba en el clavo como banda sonora hasta que el teléfono me avisaba que nos juntábamos en la casa del Juancho y que llevara un par de lucas o algo pa la parrilla. Julia se enojaba porque quería ver una película y que cocináramos algo. La llevé a su casa en bicicleta y me fui donde el Juancho con tres cigarros y un paquete de salchichas.
Quedábamos en juntarnos siempre a las 5 en el cine, en la plaza o en el parque, ella elegía y a mi me daba lo mismo, le molestaba que me diera lo mismo, le molestaba que yo no decidiera, le molestaba que no yo no fuese un macho. La película era pésima y a ella le encantaba y nos tomábamos unas cervezas discutiendo el porqué de la inferioridad de la mujer. Nos besábamos en el paradero mientras ella esperaba la micro, hacíamos el amor en mi casa porque nadie me molestaba, o nos íbamos a su depto cuando había nadie, o en el baño del Pipo o donde sea porque ella siempre quería y yo solo me negué cuando tenía que ir al dentista pero Julia se me subió encima y no me dejó ir y yo con la satisfacción de las sabanas sudadas y la estúpida vergüenza de llamar a la secretaria y cambiar la hora para la semana siguiente.
Julia casi no se conectaba a Internet y mi celular ya no funcionaba solo hablábamos brevemente para vernos a las 5. Ese día inflé la rueda trasera recién parchada en la estación de servició y pedaleé veloz por Hernando de Magallanes hacia Bilbao, a mitad de camino olvide hacia donde iba. Nos vemos a las 5 entonces, ya, besitos, chau, pero ¿dónde? ¿lo olvidé o no me dijo? Contaba con sus habituales treinta minutos de retraso como ventaja para darme el tiempo de mapear con recuerdos el posible lugar de encuentro. El cine Hoyts, el Parque Intercomunal, la Quinta Normal, La plaza Ñuñoa, El Biógrafo. Debía elegir un destino, entonces recordé que a Julia le gustaba el mango y yo le dije que en el Unimarc de la calle Rancagua siempre tenían. Entonces la vi saboreando la jugosa fruta camino a la plaza Inés de Suárez. Pedaleé unas cuantos metros detrás de ella hasta que con un fuerte gritó la asuste como nunca le gustaba que lo hiciera y como yo disfrutaba constantemente hasta verla estallar en risas intentando poner cara de enojada.
-Pensé que no ibas a llegar… -me dijo mientras chupaba sus dedos endulzados –Como que no quedamos en nada ¿qué onda?
-Quedamos a las 5 ¿llegué o no?
Me dejaba recados con mi hermana o me mandaba sutiles pistas por e-mail, yo le enviaba mapas incompletos por carta o acertijos por mensaje de texto. Como siempre a las 5, casi todos los días, adivinando el punto de encuentro y siempre encontrándonos, el único requisito era que fuese un lugar en el que nunca hubiésemos estado juntos. Así yo le mostré el bosque de los Ewoks en La Reina y ella me llevó a la plaza Yungay, la guié hasta el Bar de René y yo la encontré con casi una hora de atraso leyendo en la plaza de Puente Alto.
El juego catalizó nuestra telepatía y nos distanció en cierta medida pues nos veíamos solo a las 5. Yo con mi tiempo libre quería que la tarde no acabara, ella y sus estudios me lo impedían. Yo me enojaba y le pedía que se quedara entonces Julia me sacaba en cara que yo solo quería carretear. Nos despedíamos disgustados y nos volvíamos a ver otro día a las 5 como si nada hubiese ocurrido.
Con el tiempo deje de visitarla y ella lo mismo. Sólo en la calle nos encontrábamos, cada vez en puntos más distantes, en el Buin Zoo, en la cumbre del cerro Manquehue o en algún lugar de Yerba Loca, hasta que un día cayó la noche en la Plaza de San José de Maipo sin que Julia se apareciera. No se qué era peor, que no haya podido ir o su incapacidad de descifrar el punto de encuentro. Quizás algo tenía que hacer, ya no sabía en que andaba, no me contaba nada, solo me daba amor y no quería escuchar mis aventuras, solo quería amor.
Llegué a su casa como a las 10, enojado. Enojado. Nunca había estado enojado. Su vieja no estaba. Julia triste comía una ensalada.
-Tuve un problema- me dice sin mirarme – ¿dónde estuviste?
No pudo descifrarlo, Julia no me quiere. Y no le pedí explicaciones solo la abracé intentando recuperarla, ella me llevó a su pieza y apagó la luz. Me dio su sexo como pidiendo disculpas mientras yo intentaba hacerle el amor. El sonido del semáforo para sordos no me dejó dormir.
Vamos a pasear, le dije. Eran las 4 de la mañana y me miró como si no me hubiese escuchado. Ya la perdí, Julia no me quiere. Vamos a pasear, le dije, y ella se dio vuelta para seguir durmiendo.
miércoles, 3 de junio de 2009
F
Conocí a F hace unos treinta años. Yo estaba en el metro Universidad de Chile, hacia mucho frío y lo único que quería era volver a mi casa. Estaba a punto de entrar en el vagón cuando descubrí unas minúsculas flechitas rojas, poco más grandes que una hormiga, que partían desde la línea amarilla del andén hacia quién sabe donde. Las Seguí sin mirar hacia delante, pero el estruendo de un tren me hizo saber que estaba en la mitad del túnel. Asustado, quise volver, pero las flechas llegaban a su fin en una oxidada escotilla. La abrí y entré. Allí en un cartel de madera tallada pude leer con dificultad en la oscuridad “El Hombre Ahora”, pero inmediatamente una antorcha se encendió a mi lado mostrándome el rostro de F. La impresión duró menos de un segundo, en aquella galería subterránea pude apreciar lo que parecía ser un museo.
Estanterías de metal oxidado y vidrios de colores exhibían toda clase de objetos cotidianos como zapatillas, collares, billeteras, cuadernos, cigarrillos, monedas, juguetes y galletas. Todos muy bellamente ordenados y catalogados. Por otro lado se exponían los esqueletos de la siempre subestimada fauna santiaguina. Las estructuras de ratones, palomas, gatos, quiltros, lagartijas y toda clase de aves se presentaban acompañadas de un breve texto que explicaba su comportamiento y su rol en la ciudad. Sobre otra pared, iluminada con distintos tipos de linternas, se hallaba una exposición compuesta por impresionantes recortes y fotografías de los distintos diarios de la capital. Incluso había una galería dedicada a la basura.
Luego, siguiendo un angosto pasillo pintado con toda clase de graffitis, aparecía un pequeño, sencillo y acogedor escenario rodeado de unas cuantas mesas. Allí unas 5 personas bebían y disfrutaban de un monologo humorístico. F me invitó a sentarme y me sirvió un vaso de pisco puro. La jornada se extendió por más de cuatro horas, donde desfilaron unos 8 artistas con toda clase de presentaciones.
Regresé a mi casa completamente borracho.
Durante un par de meces fui todos los jueves en la tarde a “El Hombre Ahora”. En esos tiempos pude conocer algo del pasado de F, el responsable de este oasis urbano. F era un actor y músico partidario de Allende y cercano al movimiento de La Nueva Canción Chilena. Cuando los milicos llegaron al poder F se escondió en el sótano de su casa durante casi un mes. Como nunca lo encontraron la casa se convirtió en una oficina, entonces F se vio obligado a deambular por el subsuelo hasta que dio con la galería, escenario perfecto para desarrollar su pasión: la arqueología presente.
Nadie sabía si F vivía en algún cubil del alcantarillado o si se refugiaba con algún familiar en la superficie. F nunca daba explicaciones y nosotros no se las pedíamos.
Una tarde, mientras F interpretaba junto a la que parecía ser su novia una esquizofrénica versión de Romeo y Julieta, un estruendo derribó la escotilla y los uniformados allanaron el lugar.
Yo estuve preso un par de días. Una semana después quise volver a la galería pero ya no era posible.
Hace unos días me llegó por correo un sobre sin remitente que contenía una foto del metro de Paris donde se puede ver un microscópico camino de flechas. Detrás de la foto estaba escrito con tinta roja “Le Homme Maintenant”. Hacía mucho tiempo que no me sentía tan feliz.
martes, 14 de abril de 2009
Cuarto Menguante
jueves, 2 de abril de 2009
Caer
Desperté sin poder oler, oír, tocar, ver y saborear. Ni siquiera podía saber si realmente estaba respirando o si efectivamente estaba en mi cama pero la lucidez de mi conciencia me indicaban que sí estaba despierto. Yo era y no estaba. Para mi familia estaba pero no era. Me invadió la angustia de imaginar la desesperación de los que me rodeaban. ¿Qué podía hacer yo?
De pronto me encontré solo con mis pensamientos, flotando en una especie de recipiente negro. Recordé mi pasado, vi fotos, oí canciones, chistes y dulces voces, comí helados, pizza y papas fritas. Hice un censo de toda la gente que he conocido y la vida que llevaban cada uno de ellos. Reconstruí todos los lugares que he visitado y hasta imaginé los que aun no he pisado. Cuando ya no tenía con quien más discutir ni lugares donde ir, enfrenté el bien con el mal, idea tras idea hasta creer que todo lo podía entender.
No se si fueron años o tan solo un segundo, me estaba cansando de pensar. Ninguna imagen se dibujaba en mi pizarra mental. Estaba entonces rodeado de lenguaje, letras que se unían y se reagrupaban formando extrañas ideas que entendía sin poder pronunciar. Entonces ocurrió lo que siempre temí: olvide como hablar, leer y escribir.
Marcha de Osías (María Elena Walsh)
paseaba por la calle Chacabuco
mirando las vidrieras de reojo
sin alcancía pero con antojo
Por fin se decidió y en un bazar
todo esto y mucho más quiso comprar.
Quiero tiempo pero tiempo no apurado,
tiempo de jugar que es el mejor.
Por favor, me lo da suelto y no enjaulado
adentro de un despertador.
Osías el osito en el bazar
todo esto y mucho más quiso comprar
Quiero un río con catorce pececitos
y un jardín sin guardia y sin ladrón.
También quiero para cuando este solito
un poco de conversación.
Osías el osito en el bazar
todo esto y mucho más quiso comprar
Quiero cuentos, historietas y novelas
pero no las que andan a botón.
Yo las quiero de la mano de una abuela
que me las lea en camisón.
Osías el osito en el bazar
todo esto y mucho más quiso comprar
Quiero todo lo que guardan los espejos
y una flor adentro de un raviol
y también una galera con conejos
y una pelota que haga gol.
Osías el osito en el bazar
todo esto y mucho más quiso comprar
Quiero un cileo bien celeste aunque me cueste
de verdad, no cielo de postal
para ir me por el este y el oeste
en una cápsula espacial
Osías el osito en el bazar
todo esto y mucho más quiso comprar
martes, 31 de marzo de 2009
Viento en popa
bandoneonabandonacordeconlacordeon
trompetartamudaclamauntontrombon
clavicordioganasdeolvidaralmelotron
mandolinantiguanteunguitarron
flautañejarpacuidaundulcefagot
contrabajotrajounbanjocilador
congatocalacaradeuntambor
martes, 24 de marzo de 2009
miércoles, 11 de marzo de 2009
Dame Miedo
morirás al despertar
sigue asi y no volverás
no te sigo si te vas
siempre alerta donde estás
quiero serte más allá
no lo puedo tolerar
por que lo haces sin avisar
tienes algo que ocultar
tienes tiempo de intentar
tienes hambre de mucho más
tienes ganas de jugar
dame un beso dame un peso
dame miedo dame pienso
cielo seco pienso eso
no te rias sin cosquillas
dame un beso dame sexo
yo te pienso dame miedo
tienes ganas de jugar
tienes ganas de contar
martes, 10 de marzo de 2009
Aquel insoportable verano (primera parte)
Pero eramos felices, las calles eran nuestras, solo mis vecinos y yo deambulabamos por las polvorientas avenidas. Los adultos escondidos dormian una siesta interminable mientras la pandilla saltaba de sombra en sombra esperando el atardecer
Una noche, revolcaándome entre las sabanas empapadas de sudor, sentí piedritas en la ventana. Solo Tomás tenía esa costumbre. me asomé y ahí estaba con Rocío, su hermana chica.
-¡Jorge! Manuel se perdió -gritó Tomás.
-¡Shhhh! son las 3 de la mañana, no grites- le repliqué en voz baja- Manuel es de los perro que no se pierden, es mas viejo que la loca de la esquina.
-Pero nunca había estado tanto tiempo fuera, a lo mejor algo le pasó -insistió Rocío punta de lágrimas.
-Ya, déjame vestirme y voy.
Cuando salí a la calle Dante ya estaba ahí, como de costumbre, dando ordenes y planificando el rescate. Luego de un pequeño debate decidimos ir al centro, de donde sabíamos venían todos los perros. Ninguno de nosotros había ido solo al centro de noche y la idea, ademas de atemorizarnos, nos entusiasmaba.
Yo sugerí evitar las avenidas para no toparnos con los borrachos, pero Dante insistió en ir por la avenida, para aprovechar la luz y no perdernos.
Dimos vueltas por todos lados sin encontrar señales de Manuel ni de ningún otro perro, pero Al pasar por la plaza vimos un flacuchento pastor alemán, lo seguimos sigilosamente hasta llegar al viejo cine abandonado, allí el perro se metió por un pequeño orificio en la pared. Rocío se asomó y pudo ver media docena de perros, entre ellos Manuel. Tomás lo llamó y su fiel can se acercó para lamerle la mano, pero no quiso salir. Todos éramos muy grandes como para entrar por el orificio y ya llevábamos varias horas fuera de casa, entonces decidimos volver.
lunes, 9 de marzo de 2009
viernes, 6 de marzo de 2009
Viernes 5 a.m.
miércoles, 4 de marzo de 2009
inmortal
no las quiero abrir
se que están ahí
viejos tiempos leche con, con, con
ya no sabe igual
¿quien la beberá?
vieja amiga eres muy, muy, muy
nadas como un pez
¿volverele a ver?
viejo y vieja hoy ya, ya, ya
siempre fuiste tu
siempre fuiste tu
vieja historia sin, sin, sin
quiero bailar
quiero gritar
quiero mear
quiero saltar
quiero pasar
quiero quedar
martes, 3 de marzo de 2009
Vuélveme
llévame al hospital
págale al doctor
cuídame
léeme
cántame
sácame a pasear
y no me pierdas
déjame ser feliz
déjame salir
castígame
oblígame
ríete
llórame
empújame
dame fuerzas
Es Natural
vendo lo que tengo
vengo cuando puedo
no me gusta el pus