domingo, 20 de abril de 2008

Operación Rastrillo (primera parte)

Martín tiene buena memoria, no usa agenda. Está seguro que sus sistema mental de organización funciona a la perfección, pero las cosas siempre se le pierden. Cosas tan sencillas y cotidianas como las monedas, el teléfono celular, las fotos y todo detalle que se acumula y le hace creer a los que lo rodean que tiene algún problema con la memoria.
Un día en el trabajo Martín pierde un cheque y es despedido, decide entonces ir con psiquiatra. En la sesión con dicho loquero Martín tiene la cabeza en otro lado, no escucha lo que le está diciendo el Doctor Orto, solo responde con monosílabos.

De vuelta en su casa Martín se sienta en living a ver una película para relajarse. La trama es lenta y Martín se queda dormido. De pronto se despierta, pero no puede moverse y le cuesta respirar. Esto ya le había sucedido varias veces, sabe que el procedimiento para recuperar la movilidad consiste en concentrarse en un músculo especifico. Martín elige los dedos de sus pies descalzos. En eso estaba cuando entonces oye un sonido extraño, como un viento. Comienza a sentir mucho frío, pero no hay movimiento de aire, todo está quieto. No le presta atención, vuelve a bajar la mirada hacia sus pies. En el camino sus ojos ven que el control remoto del televisor se arrastra por el sillón hasta caer entre los cojines y perderse de vista. Martín mueve lentamente los dedos de sus pies y de pronto mediante un gran espasmo se incorpora y levanta los cojines del sillón encontrando toda clase de objetos exceptuando el imprescindible control remoto.

Martín sintió cierta satisfacción al descubrir que las cosas no se perdían por su culpa, ni mucho menos que tuviese un problema de amnesia. Pero también sintió impotencia pues sabía que nadie le iba a creer su descubrimiento.
Luego de fumar un cigarro con el final de la película como música de fondo, Martín esbozó una leve sonrisa de esas que se dibujan en su cara solo cuando a algún amigo se le ocurre una idea estúpidamente entretenida como prenderse fuego en las manos con alcohol y apagarlo antes de quemarse o cuando él mismo o alguno de los suyos deciden mediante un astuto plan falsificar las calificaciones de fin de semestre o los vales del casino. Martín estaba decidido a no salir de su casa hasta dar con el ladrón de cosas y mostrarle orgulloso al mundo entero el lugar donde van las llaves, las monedas y los libros cuando se pierden.

Eran las 2 de la mañana, el clima templado, la noche sin nubes ni luna. Martín no tenía novia ni trabajo. Situación perfecta para emprender su plan cueste lo que cueste, sin importar cuanto demore.

Para burlar al ladrón se requiere una estrategia. Martín sabe muy bien que las cosas se pierden cuando uno está distraído, pero su problema con el sueño, ahora su habilidad, le había permitido ver el crimen. Martín no puede esperar a que esto se repita, pues por más que tenga suerte y vuelva a ocurrir, no tendría la capacidad de mover su cuerpo con velocidad para atrapar al invisible malhechor. Entonces, mediante otro cigarro analizó las condiciones que debe tener un objeto para que este se pierda. Primero, para que el ladrón salga impune necesita que no hayan testigos, que el dueño de dicho objeto esté ausente, distraído o dormido y por lo tanto que el objeto no esté en posesión de persona alguna. Segundo, es necesario que el objeto sea pequeño, ya que inmediatamente después de ocurrido el crimen hay más chances de que la persona no se percate de la desaparición del objeto en cuestión. Y por último, Martín se dio cuenta que por algún extraño motivo la cosa perdida siempre es requerida momentos después de haberse esfumado. Esto describe sin duda alguna a un astuto criminal.
Pero en la cabeza de Martín aun existían muchas incógnitas. ¿Por qué roba cosas que inmediatamente necesitamos? ¿acaso quiere llamar la atención? ¿o es solo por diversión? ¿para qué roba estos objetos? ¿por qué los devuelve en la mayoría de los casos?
No tenía respuesta para todo, pero Martín estaba decidido a descubrirlas. Solo debía mantener guardia en posición de distraído, estar atento a ruidos extraños y a ese repentino cambio de temperatura. Pero lo más importante consistía en ubicar un suculento anzuelo.
Tan brillante la idea de Martín que pronto se apagó. Nada de lo que él tenia le iba a interesar al ladrón pues no puede desaparecer un objeto cuyo dueño no lo requiera o esté dispuesto a perderlo. Martín necesitaba una víctima. No sería fácil conseguirla a las dos y media de la mañana.

Lamentándose estaba Martín cuando de pronto oyó un fuerte ruido proveniente del pasillo o de las escaleras. Olvidando su plan corrió hacia fuera del pasillo y se encontró con una mujer que no conocía inconciente al borde de las escaleras llevaba un vestido rojo informal algo pasado de moda que resaltaba su perfecta figura. Sin pensarlo dos veces Martín la levantó y la arrastró hacia el interior de su departamento para ayudarla a recobrar el sentido. Pero entonces cuando cruzaba el umbral que conduce hacia su guarida, del bolsillo de la vecina cae una billetera. Martín se quedó inmóvil unos instantes para esbozar otra sonrisa de aquellas. Ahora recostada sobre el sillón de su casa tenía victima y anzuelo. Solo quedaba esperar.

1 comentario:

Tomás Véliz dijo...

Una historio de real peso dramático... Felicidades. Hay que esperar la segunda parte. Saludos.