domingo, 17 de febrero de 2008

El Ángel Encadenado

En el ombligo de la metrópolis, donde el cemento es eterno y la tierra fue sepultada de por vida, hay una estructura anciana que ensucia los estándares estéticos que exige la era de la informática, esta es la Fábrica. Ésta lúgubre edificación, abandonada incluso por las ratas, alberga a un triste huésped, un prisionero, un reo acusado de un crimen que ni la pena capital puede enmendar. Se decidió entonces negarle la salida del mundo terrenal encadenándolo en el rincón más profundo de la Fábrica.
Las cadenas de sus extremidades impiden su movimiento y las de su pecho inhiben la mortalidad. Tal enjambre metálico es una prisión infalible pero flexible.

Con el pasar del tiempo los extremos de las cadenas se oxidaron y el prisionero logró separarlas de las paredes. Su cuerpo podía moverse con dificultad, pero las cadenas adosadas aún a su cuerpo no lo dejaban morir. Mas, a pesar del peso del metal, el hombre aprendió a volar, usando las cadenas como las mortíferas plumas de unas majestuosas alas. Comenzó entonces este Ángel a recorrer los cielos intentando escapar de su castigo.

Ángel es más bien un buitre, un ave carroñera cuyo estómago sólo se satisface con las bacterias que pululan en la carne putrefacta de los cadáveres.
Ángel tiene hambre de sangre humana, pero sus convicciones le impiden dar muerte por este motivo. Es por eso que recorre el techo nocturno de la ciudad en busca de la víctima mortal de algún crimen, algún vagabundo muerto de hambre, de frío o de viejo y si tiene suerte puede alimentarse del cuerpo de un inescrupuloso suicida.

En su juventud Ángel tenía un nombre como el resto de los humanos, pero un día un ardiente fuego arrasó con su pueblo. Todos quienes alguna vez conoció ya no formaban parte de este mundo. El aún estaba ahí. Los dioses decidieron salvarlo de la muerte y es sabido de quien goza de tal privilegio nunca muere, pues lo que dan los dioses nadie lo quita.

Desde entonces Ángel vivió viajando en silencio sin saber por qué podía no morir, recorriendo ciudades, aprendiendo la historia del mundo y descubriendo secretos.
Cuando Ángel se convirtió en un adulto los dioses le dieron a conocer su misión: Debía mantener el equilibrio entre el mundo de los vivos y el mundo de los muertos decapitando a los elegidos, aquellos que poseen una aura negra.
Ángel se negó. Los dioses lo encerraron con hambre caníbal para forzarlo a ejercer su obligación.
Mientras tanto aquel que llaman Hakren aceptó sin dudar el cargo.

Hoy Ángel vive escondido para no toparse con los elegidos. Por la noche sacia su hambre con cualquier cadáver, excepto los ejecutados por Hakren, el único que puede quitarle la vida.

De todas formas, ocultando sus cadenas bajo una larga chaqueta, Ángel suele visitar el mundo humano para beber en silencio un fuerte trago.

1 comentario:

Tomás Véliz dijo...

Un hombre-muerto-en-vida con la moral del humano y el hambre animal. No mata pero se la alimenta como si lo hiciera. Personaje con su contrario.

Excelente inicio de arquetipo de ficción que pronto será proyecto completo; descuide Sancho, para eso estamos. Hora de fabricar.

Yomi