jueves, 15 de mayo de 2008

Operación Rastrillo (sexta parte)

Era una niña que no pasaba los 10 años. Sus ojos azules reflejaban una mirada seria que parecía comprenderlo todo, como si los años que llevaba perdida le hicieran crecer en sabiduría. Llevaba un vestido verde pálido que estaba un poco sucio pero tenia la apariencia de haber sido usado por primera vez. Sobre sus hombros brillaba una desordenada melena castaña adornada por un pinche blanco que parecía ser del mismo material que las uñas de sus pies descalzos. Algo en su cara le parecía familiar, entonces pensó en la foto del carné de identidad de Juana. ¿Eran la misma persona?
Antes que Martín pudiera pedir explicaciones, la niña toma a Juana de la mano ordenando irse del lugar antes que sus abuelas se den cuenta.

Martín, aun desconcertado, entendió la gravedad del asunto y asintió con la cabeza para luego comenzar la retirada sigilosamente. Al llegar a la entrada notó que la imagen había desaparecido del portarretrato. La niña hecho a correr tirando del brazo de ambos mientras aseguraba que ya era demasiado tarde.
Los tres salieron de la casa fugazmente pero luego se paralizaron al notar que todos los escombros esparcidos por la calle se removían como si tuviesen vida propia. Una gran pila de juguetes viejos los rodeó bloqueando ambas salidas de la calle y seguían avanzando con la intención de sepultarlos, pero en el último instante Martín levantó la tapa del alcantarillado e hizo descender a las dos mujeres, luego lo hizo él y al tapar la vía de escape pudo ver a las dos abuelas acercándose con sus negros vestidos.
Estaban a salvo por el momento. Antes de darse a la fuga por las calles subterráneas, Martín enfrentó a Juana buscando entender los sucesos de una vez por todas, pero ella permaneció muda y con la mirada perdida ante las exigencias. La niña, sin soltar la mano de Juana comenzó a hablar con tono serio:

“Mis abuelas desaparecieron hace mucho tiempo. Yo las encontré, pero no me dejaron volver"

Martín aún ignoraba muchas cosas, pero no era el momento de entenderlas. Por un extremo del alcantarillado se oía venir una avalancha de pequeñas lagartijas, peces, hámsters, anillos, botones y monedas. Echaron a correr entonces por el otro lado buscando alcanzar otra salida. Debían volver al departamento de Martín para así regresar a su mundo a través del mismo pasadizo por le cual habían entrado.

Luego de avanzar lo que parecía ser varias cuadras, Juana se detiene abruptamente y mira hacia arriba. La niña intenta moverla pero ésta no reacciona. Martín regresa con ellas y pide silencio. A través del techo de asfalto y tuberías podía oír los desesperados y alentadores ladridos de Manuel. El rostro de Martín se llenó de alegría y con tono juguetón y grave al mismo tiempo le ordeno al fiel can que los dirigiese hasta la plaza, esa misma en la que correteaban años atrás, y que estaba solo a dos cuadras de su departamento. Con fuertes ladridos Manuel hecho a correr mientras los tres fugitivos seguían atentos la pista sonora.

2 comentarios:

Tomás Véliz dijo...

Manuel, gran guía y fiel amigo.

Episodio tras episodio vemos algo bueno, pero falta pulir pequeños escollos en la narración.

Un patudo editor.

ºentranaincandescenteº dijo...

oye santi...
mandame con que mail te metes a tu blog...porque quiero poner mi blog como privado y quiero que lo sigas leyendo entonces tengo que anotar tu mail en una lista...ya???

cuidate, abrazos.