sábado, 19 de marzo de 2011

Cero Metros

Y fuimos a Machupicchu. El camino fue un verdadero rally; el chofer (que en verdad corría rally) llevó la combi y sus 12 pasajeros al límite por una angosta carretera de tierra que constantemente se enroscaba en los frágiles cerros esquivando precipicios, derrumbes, ríos y la espesa selva que comenzaba a asomarse. Lego de infinitas vueltas la montaña rusa se detuvo junto a las vías del tren en una Hidroeléctrica escondida al interior de las montañas. Ahí iniciamos, al atardecer, una caminata de dos horas hasta Aguas Calientes. Llegamos de noche, mojados y hambrientos, sin embargo pudimos disfrutar, después de mucho tiempo, de una ducha caliente y con presión. Como a las cuatro de la mañana comencé a caminar hacia la magnífica ciudad construida por Pachacutec. Llegué minutos antes del amanecer y hasta el medio día me perdí por las terrazas de tiempos remotos y vidas pasadas.
Antes de volver a Cuzco tuve tiempo de recorrer Aguas Calientes, un pueblo dentre una y cinco estrellas que brilla en medio de la jungla, para regocijo del turista de cualquier tipo, durmiendo junto torrentoso río Urubamba. Daba la impresión de que el pueblo solo era una molesta roca que por casualidad cayó al río y no tardará en desaparecer.
El camino de vuelta fue igual de intenso, pero mas animado gracias a un grupo de chilenos que paraban en cada pueblito a comprar Pilsen Callao y tres chicas griegas (todas llamadas María) que no paraban de celebrar.

De Cuzco salimos a las 5 rumbo a Pisco, en la costa. A la media noche nos comimos un derrumbe que nos tubo toda la noche parados rodeados de niños inquietos y escurridizos aromas a baño químico y mierda. 20 horas después llegamos Nos vajamos en el cruce de la Panamericana con Pisco habiendo pasado por un ciclo de cine de la más fina selección: Rápido y Furioso de la 1 a la 4 soportando el calor en un lento y cobarde bus. Si hubiésemos viajado directo a Lima veíamos también la parte 5.
La urbanización donde nos vajamos correspondía a la Villa Tupac Amaru, a unos 10 minutos de Pisco. En Pisco comimos hamburguesas, fumamos, dimos una vuelta y volvimos a nuestro alojamiento en la villa. Me dio la impresión de estar en una mezcla entre Algarrobo y Calama.
A la mañana siguiente viajamos a Lima. Nos hospedamos en el centro, en la azotea de un antiguo edificio centenario, con el balcón mirando la estatua de San Martín en la plaza del mismo nombre. Lima conserva muchos edificios y casa antiguas en muy buen estado. Posee un centro limpio y lleno de turistas y comercio. Es muy parecido a Santiago; de noche salen las putas y travestis, por todos lados hay gente buscando carrete y hasta el amanecer se puede comprar una hamburguesa. Pero lo más similar son ciertas calles y barrios que evocan a Ñuñoa, Macul, Bellavista, Pocuro, Bilbao o Av. Matta. En las calles no se cansaban de repetirnos que somos pueblos hermanos pero las elecciones próximas a realizarse despertaban un creativo fervor patriota y chovinista: en un lienzo podía leerse "Toledo, candidato de Chile y del Anticristo"

Con una leve resaca de piscola peruana pasamos la noche en un bus rumbo a Trujillo. Llegamos a las 8 de la mañana y fuimos directo a Huanchaco: un diminuto paraíso surfista en medio del desierto con preciosas casas de concreto y curiosas ruinas. Por momentos no se si Huanchaco se esta construyendo o desmantelando. De todas formas el verano acá se acaba y podemos gozar de los bajos precios y de la poca gente, aunque los gringos no se cansan de aparecer (mientras más al norte, más gringos). Recorremos el paseo costero, comemos el menú de 5 soles y vemos la Champions League en el hostal. Mañana Jueves partimos a Máncora, el último paraíso taquilla del norte del Perú.

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