martes, 5 de enero de 2010

Ecolocalización

La Perseguí hasta acorralarla en un rincón de la piscina. Ella muerta de vergüenza pero con ganas de más ¿y a mi qué? es que Gustavo y todos los demás me están mirando ¿y a mi qué?
Como una trampa para osos mis piernas aferraban las suyas frotándolas libidinosamente bajo el agua. Yo tiraba hacia abajo y la Gaby se agarraba del borde de la piscina. Dale que dale y se soltó, es que mi hermano  me está mirando ¿y a mi qué? La Gaby quería seguir jugando, no lo podía ocultar a pesar de sus palabras de cobardía, y no te voy a devolver los lentes. Entonces, de no se dónde sacó una moneda de cincuenta pesos, la voy a tirar y el que la encuentra primero gana. Es astuta la mina. Me sumergí e intenté dar con el tesoro tanteando el fondo a ciegas, no quería chupar cloro por los ojos. Al rato me aburrí de la excusa; sin salir a la superficie fui en busca de la Gaby para manosearla sin culpas y darle un beso sin que Gustavo y todo el mundo la mirara. Placer fugaz, si no botay el aire no nos vamos a hundir, Gaby. Un, dos, tres, de nuevo bajo el agua: ridículo, jamas romántico. Fue divertido. Luego me alejé rozando el fondo hacia el otro extremo de la piscina, me salí, le lancé los lentes, me tomé una cerveza, comí las sobras del asado y fumé con mis amigos sonriendo victorioso.
Al cabo de tres cuartos de hora la vi volver al agua. Yo me zambullí salpicando con escándalo en medio de una conversación y comencé a buscar la moneda. Me hundí lo que más pude mirando hacia la superficie, esperé unos segundos y cuando la vi pasar sobre mi, la agarré bien fuerte de la cintura y la besé. Me alejé en dirección contraria, al emerger la Gaby se reía frente a mi. Pancho, me confundiste con la Pía, la Pía, la Pía ¿quién es la Pía? miré hacia atrás y vi a la flaquita nadando de aquí p'allá como medallista olímpica.
La Pía, hablé con ella hace un par de horas, filósofa, increíble, no podía aburrirme de ella. Contar ideas, sensaciones, no historias, algo así hablábamos y luego Pancho, no te sientas obligado a quedarte acá y hablarme. ¿Que podía hacer yo? sonreír, sonrojarme, balbucear, vacilar e irme avergonzado de no se que. Y la Pía seguía su rutina de ejercicios náuticos mientras la Gaby se reía y flotaba deseosa de ser manoseada una vez más. Una vez mas como si nada hubiese pasado y ¡Paf! ¡alguien se cayó! la Fran! doy mi vida a que fue la Fran. Me asomé y la Fran chorreaba chocolate por todos sus poros entre dolor y risas. No se acordaba de nada y se mantenía tranquila por la anestesia del pisco. Charlé con ella entre cigarros y bromas hasta que llegó la hora de irse. Sin noticias de la Gaby me puse a ordenar hasta que la vocecita de la Pía me interrumpió: ¿te ayudo Pancho? ¡pero si la vi irse con su novio hace un buen rato...! agradezco tu iniciativa, pero ya estoy listo.
Dormí en el auto. Fue un buen día. ¡Ja, la Fran! No me puedo olvidar de la Pía

1 comentario:

V dijo...

que fresco pancho, quiero uno así!