miércoles, 6 de agosto de 2008

Erotismo

A diferencia del animal que vive en lo inmediato, el hombre tiene una conciencia diferenciada tanto de sí mismo como de su entorno, es decir, sabe que es y que no es, por lo tanto establece en su mente una jerarquía en el orden de los elementos. En la punta de esta pirámide se encuentra él mismo, superado solamente (y no siempre) por la idea de lo divino. Luego, hacia abajo, aparecen los bienes materiales, los alimentos, los animales, los vegetales y las rocas.
Esta estructura de pensamiento, que en mayor o menor medida todos tenemos, nos aleja de la inmortalidad, pues al establecer jerarquías dejamos de ver la naturaleza y nuestro universo como un solo ente vivo, nos alejamos del mundo sintiendo como resultado una soledad que físicamente nos enferma y mata.

En la antigüedad, la humanidad comenzó a mirar al cielo en busca de Dios porque no lo encontraba en la tierra. Su rutina de supervivencia y comodidad la habían alejado de la naturaleza. Es por eso que apareció un sistema por el cual, sin dejar de lado los logros obtenidos en materia y conocimiento por generaciones y generaciones, la humanidad podía acercarse a lo divino y volver a unirse con la naturaleza. Se trata de la fiesta ritual y el sacrificio.
Durante la fiesta ritual se levanta la prohibición de sobriedad y abstinencia que nos han encaminado a la "superioridad". Entonces despertamos nuestros instintos animales más placenteros: el hambre, la sed, y el deseo sexual físico. La humanidad vuelve por un instante a ser feliz al quitarle importancia a lo productivo y privilegiar el contacto con las cosas, todo esto mediante el acto del sacrificio: se toma un objeto útil, ya sea comida o una vida animal o humana, y se entrega a los dioses, se destruye. Entonces se restablece el orden, desaparece la jerarquía. El objeto deja ser útil y pasa a ser simplemente "cosa". Es en ese instante en que los que participan del ritual se dan cuenta que también son "cosa" y al establecer una igualdad entre ellos y el resto del universo, dejan de necesitar y comienzan a compartir. Las prohibiciones de nuestra sociedad, enfocadas en asegurar la correcta productividad y el consumo de los "bienes", nos alejan de la felicidad. Estas prohibiciones consisten básicamente en negar nuestra animalidad. Nuestra especie se acerca a lo divino sólo mediante la transgresión de esta prohibiciones.
Si cambiáramos nuestro estilo de vida, no sería necesario recurrir a estos métodos. El tiempo dejaría de dividirse entre sagrado y profano y sería simplemente eterno.

1 comentario:

Tomás Véliz dijo...

Más que "Folisofía barata"; diría que es una pensamiento acertivo a lo que "podría ser"....

Aceptar al hombre como un simple animal de costumbres.