viernes, 22 de abril de 2011

Burbuja

Montañita es un balneareo de ficción, constantemente llegan turistas como hormigas después de un picnic. En el pueblo hay gringas en hamacas, artesanos y malabaristas de todo tipo, carritos con comida, discotecas, restaurantes pseudo étnicos y bares ambulantes. Todas las noches hay fiesta, abunda la marihuana, el alcohol, la coca y el sexo. De cada 3 locales en uno suena música reggae y las olas convierten a Montañita en otro epicentro surfista. Sin embargo, en la punta, alejada del pueblo, todo es más tranquilo, allí está el camping de Vito. Vito es un loco de unos 60 años, mezcla de Charly García, el Señor Miyagi y Gollum. El tipo de joven era buzo y hace 36 años se instaló en la zona cuando solo había un par de casitas. Hoy sus vecinos son hoteles y cabañas carísimas mientras él solo cobra 2 dolares por persona. En su oasis la gente se queda meses, algunos no pagan y pasan a ser parte de su grupo de esclavos o hijos putativos como él los llama, otros sobreviven vendiendo mojito en la playa, artesanías, animando carretes o vendiendo sanguches. Para todos ellos Vito es como un padre, o un tío medio loco, que les cocina, los putea y los sana con sus pócimas de la selva y del fondo del mar.

Todas las mañanas el calor me saca de la carpa, entonces me tiro en una hamaca en la terraza que da al mar. Pasa el rato y ya hay tres zombies más en la misma condición. De a poco terminamos de estar dormido y el hambre comienza a taladrar, nadie quiere ir pueblo con este calor, en verdad nadie quiere moverse de su hamaca, quizás solo para tirarse al agua. Únicamente nos queda esperar el desfile de vendedores ambulantes. A lo lejos se ve un hombre cargando mercancía, todos levantamos la cabeza pero la volvemos a bajar cuando descubrimos que se trata del tipo que vende hamacas y sombreros, luego viene el de las empanadas con poco queso que solo están calientes si el día no esta nublado, algunos le compran al de las cazuelas y camarones apanados con arroz, después se aparece la francesa que vende galletones con sabor a mantecol, también el de las empanadas de pollo con ají y limón y, por supuesto, el tipo que vende cigarros.
A lo mejor Vito cocina algo esta noche, sino un choclo asado con queso en el pueblo, luego cerveza. Y ron. Y una empanada. Y 2 plátanos para el desayuno, ya sabemos que los días son largos, pero no aburren, hipnotizan. Mas todo aquí es una mera ilusión, una fantasía de fiesta, vicio, y conversaciones banales. Ya me quiero ir.

No hay comentarios.: